sábado, octubre 14, 2023

CERRAR LOS OJOS

 


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Fundidos en negro entre escena y escena. Escenas largas filmadas en encuadre único. Cine dentro de cine. Si, esta es una película hecha con recursos de cine de autor/artístico clásico y es que su director, Víctor Erice, es un maestro del séptimo arte de 83 años con más de 50 de carrera que con solo cuatro largometrajes en ese largo periodo ha demostrado ser uno de los mejores cineastas españoles de la historia y que con este Cerrar los Ojos firma, una vez más, otra obra maestra tras El Espíritu de la Colmena (1973), El Sur (1983) y El Sol del Membrillo (1992). Resulta asombroso como el director vizcaino, ermitaño y poco dado a las apariciones públicas, siempre consigue sorprender y después de tanto tiempo. Este filme supone de nuevo un canto de amor al cine y a su relación con la vida real - como también lo era El Espíritu de la Colmena-  y trata de ser además una declaración vital del propio Víctor erice con una historia que se imbuye decididamente en las entrañas de la creación cinematográfica y que tiene como protagonistas precisamente a un director de cine, Miguel Garay (Manolo solo) y a un actor Julio Arenas (José Coronado), ambos significativamente retirados/desaparecidos de la vida pública en el momento que comienza la historia. El espectáculo cinematográfico que con suma sencillez y por supuesto maestría y oficio ofrece esta cinta es un regalo para los cinéfilos y por supuesto para los admiradores de ese tipo de drama intimista tan de corte costumbrista como poético que influyó decisivamente en el cine español a partir de la segunda mita de los 70. Pero Cerrar los Ojos es, por supuesto, más cosas.

Erice, que firma el guión junto con Michel Gaztambide, utiliza de forma magistral los trampantojos metacinematográficos y su habilidad narrativa para convertir una premisa típica de thriller en un drama psicológico y humano muy sugerente y nada forzado en donde las identidades, el silencio, el olvido, al huida la búsqueda de la felicidad son  los temas principales. Con unas fascinantes escenas iniciales que nos muestran la primera (y única conservada) secuencia del último  filme -ficticio, claro- que Garay y Arenas rodaron juntos en 1992 poco antes de la misteriosa desaparición de este último, nos situamos ante un prólogo que de alguna manera será la clave del resto de la historia pese a que la premisa ficticia que plantea, propia de una exótica historia de aventuras de Emilio Salgari o Robert Conrad y ambientada en los años 50, no parezca en un primer momento tener demasiada relación con el desconocido paradero de Julio Arenas, sobre el que su gran amigo Miguel Garay comenzará en 2010 una afanosa búsqueda a instancias iniciales de un sensacionalista programa televisivo. Esa búsqueda será todo un viaje interior para el maduro Miguel, quien se reencontrará con dramas pasados y con aspectos que el desconocía de Julio y de si mismo y que marcaron la existencia de ambos La catarsis final está en un principio lejana de un final feliz para Miguel, pero todo podría cambiar mediante ciertas ideas que el director pondrá en práctica.

Con una perfecta fotografía de Valentín Álvarez, es imposible no enamorarse ante la sencillez y pulcritud de unas imágenes que nos remitan al cine más clásico, como tampoco resulta posible abstraerse a los múltiples homenajes que Erice lleva a cabo, empezando por la autorreferencia a El Embrujo de Shangai -el proyecto de adaptación de la novela de Juan Marsé que finalmente dirigió Fernando Trueba-  o a las melodías  del western de la mano de Dean Martin. Las interpretaciones principales son magistrales, especialmente la de Coronado que realiza tal vez uno de sus mejores papeles con una personaje complejo y dual que termina fascinando especialmente en los momentos finales, y con un Manolo Solo que demuestra totalmente su valía como actor con otro personaje complejo y entrañable con una enorme hondura humana. También intervienen y muy, muy bien María León, Soledad Villamil, Mario Pardo, Dani Tellez, Helena Miquel, Josep María Pou y medios siglo después de El Espíritu Juan Margallo y Ana Torrent, quien interpreta a la hija de Arenas y realiza un curioso homenaje a su personaje en aquella obra magistral. Como magistral es también Cerrar los Ojos prueba de que entre nosotros sigue uno de los mejores cineastas vivos de todo el mundo

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