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En sus no muy habituales aproximaciones a las pantallas ibéricas el cine noruego sigue convenciendo y gustando: aquel La peor persona del mundo (2021) mostró un cine melodramático muy elaborado pero creíble al mismo tiempo que recibió alabanzas unánimes de la crítica internacional y este pequeño pero muy eficiente drama psicológico firmado por la debutante Lilja Ingolfdsottir a pesar de ser un filme muy diferente a aquel en cuento a su temática, le recuerda bastante por su estilo conciso, su cierta profundidad introspectiva y por su habilidad para mostrar personajes situaciones y personalidades individuales que mueven la historia y otorgan sentido a la película. La autoestima y las relaciones de pareja son los ejes temáticos- totalmente interconectados- sobre los que gira esta película, centrada en al figura de su protagonista, María (Helga Guren), una cuatrentañera que con cuatro hijos de dos matrimonios y una devoción hacia su actual marido, Sigmund (Oddgeir Thune), aún no parece encontrar su lugar en al vida y sus ataques de nervios y de ira son cada vez más frecuentes en lo ques una evidente crisis personal que cada vez va a más: Sobra decir que el matrimonio termina resintiéndose y al final llegará una inevitable ruptura y, por supuesto, más crisis.
No es esta un película amarga ni dura ni de tono pesimista, sencillamente con su clarificador realismo naturalista consigue hacer llevadero un material dramático-psicológico que en otras manos podría ser indigesto, pero al final el trabajo de superación de su protagonista consigue añadir el tono esperanzador y amable que todo melodrama de calidad ha de tener. Entorno doméstico y urbano muy creíble en una película sencilla pero con bastante fundamento. Helga Guren consigue una interpretación muy hábil, sentida y honesta que constituye el principal argumento del filme en cuento sus excelencias. Posiblemente lleguen más buenas muestras del cine nórdico, una cinematografía que va ganando peso en las pantallas europeas.
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