*** y 1/2
Con planteamiento modesto, una historia sencilla y sin ningún actor profesional esta consigue ser una estupenda película que deja palpable que el cine costumbrista aún tiene vigencia y que cualquier entorno puede ser el escenario de una interesante historia. Un pequeño pueblo de Borgoña es la localización y el contexto es algo tan inusual como la elaboración del preciado queso de la zona, algo en lo que gira la cultura de esta región francesa de donde procede la directora de este filme, la joven Louise Courvoisier, una debutante que además cofirma el guión y cuya familia ha intervenido en diferentes aspectos del mismo (su madre y su hermano han compuesto la curiosa banda sonora, otro hermano es diseñador de producción); en esta ambientación rural discurre una historia de maduración y de paso fortuito de la adolescencia a la vida adulta, la que vive su protagonista el chaval de 18 años Totone (Clément Faveau) quien tras perder a sus padres tiene que lidiar con múltiples responsabilidades y hacerse cargo de su hermana de siete años, él precisamente que era un joven despreocupado y cabezaloca. La fabricación de un queso Comté para presentarlo en un concurso (y que gane) se plantea como una meta para Totone ya que con el dinero del premio podrá hacer frente a las dificultades económicas. A ello se dedicará con ahínco con la ayuda de sus (descerebrados) colegas del pueblo y la inesperada complicidad de una joven ganadera, Marie-Lise (Maïwène Barthèlemy) con la que vivirá una relación más allá de la instrumentalización sexual con las chicas a la que el muchacho está acostumbrado.
Totone es un inicialmente un antihéroe en esta historia, un chaval sin oficio ni beneficio y alocado cuya bravuconería y carisma le hace ser una de las personas más populares de su pueblo, pero pronto torna en un héroe a la usanza cuando una desgracia golpea su vida y entonces asume que debe luchar por el futuro de su hermanita y conseguir finalidades y objetivos, por una vez en la vida, nobles, que en esta película toman la forma de un tipo de queso del que Totone se propone elaborar la mejor versión posible. A ratos con tono de comedia, otros de melodrama, muchos de estudio psicológico de la adolescencia y siempre con la maduración como telón de fondo, Vingt Dieux es una película sencilla pero elegante -no todos los entornos rurales son capaces de alcanzar una estilización y un encanto similares al del campo francés- y que deja un buen sabor de boca a públicos variopintos por lo universal de su mensaje. Siempre se espera mucho del cine francés y sus mejores películas siempre cumplen.