jueves, mayo 18, 2023

LAS OCHO MONTAÑAS (LE OTTO MONTAGNE)

 

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Se ha logrado narrar una bonita y sugerente película tomando como partida una especie de fábula en donde la vida libre en el entorno natural, en este caso los Alpes italianos, se enfrenta a la vida urbana con ambos ámbitos representados por dos entrañables amigos cuyas existencias están intrínsicamente unidas precisamente por sus vivencias alpinas: para el narrador de la historia, Pietro (Luca Marinelli) la montaña siempre ha sido un lugar fascinante y un tanto lejano en el que este turinés pasaba las vacaciones junto a su familia mientras que para Bruno (Alesandro Borghi) es su hogar, su vida y lo único que ha conocido. Esta es la historia de una hermosa amistad con un  elemento de unión-separación (la vida en la montaña) y de cómo este elemento afecta a la percepción del mundo y de la vida, a la relación con los demás y en definitiva a la propia experiencia vital y la manera de contarla en un marco temporal de más de 30 años y prácticamente en el mismo espacio como es el de la cordillera de los Alpes Dolomitas (salvo una cierta porción del filme ambientado en el Himalaya) es sencillamente deslumbrante. Estamos ante un  esforzado y sentido trabajo dramático en donde los hermosos y espectaculares paisajes alpinos, tercer protagonista del filme, sirven para intensificar la narración y los momentos más intensos de una historia más introspectiva e intimista que melodramática. Un estupendo trabajo del matrimonio de cineastas belgas formado por Felix Van Groeningen y Charlotte Vandermeersch quienes con su filme (coproducción entre Italia, Bélgica y Francia) transmiten un hondo humanismo y un mensaje claro: las decisiones que se toman con el corazón no son siempre las más acertadas, y sin olvidar por supuesto trazar un canto a la amistad y la naturaleza.

Pietro y Bruno se conocen en una aldea alpina a mediados de los 80 siendo niños, el primero es un chaval de ciudad fascinado por las montañas pero temeroso de ellas mientras que el segundo, casi sin escolarizar, se ha criado en el monte prácticamente sin padres al cuidado de familiares y vive el entorno natural intensamente. El pequeño Pietro encuentra la vida de Bruno fascinante pero también incomprensible y cierto resquemor empieza a producirse cuando su padre, gran aficionado a la montaña, empieza a “preferir” a Bruno por tener el carácter fuerte y decidido que el carece. La decisión de la familia de Pietro de llevarse a Bruno a Turín para que asista a la escuela y tenga un futuro mejor no es bien recibida por Pietro pese a su amistad con el y ambos amigos se distanciarán durante un tiempo hasta reencontrarse y reestablecer su amistad siendo ya veinteañeros inaugurando un periodo de varios años en el que Bruno se establecerá definitivamente en un refugio en la montaña con Pietro pasando largas temporadas con su amigo y descubriendo su modo de vida y el por qué de su amor al entorno natural. Toda la historia está manejada con sutileza y realismo, sin concesiones al melodrama fácil y con inteligentes y  esclarecedores diálogos. La relación entre los dos amigos, a veces enormemente cómplice y otras más difícil por sus diferentes concepciones de la vida va evolucionando y modelándose ante nuestros ojos haciéndonos partícipes de todo lo que les acontece. Algo más que un filme de montaña, donde la metáfora vital de las ocho montañas del Himalaya actúa como bello leiv motiv, esta película pone de relieve la enorme fuerza dramática de simbiosis entre la naturaleza y la narración de una historia.  


20.000 ESPECIES DE ABEJAS

 


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Triunfadora en el Festival de Málaga y con el Oso de Plata de la Berlinale a la mejor interpretación protagonista para la debutante de 8 años Sofía Otero, 20.000 Especies de Abejas esta siendo la más agradable sorpresa del cine español en lo que llevamos de año. Una historia basada en la mirada infantil dentro de un entorno de adultos que pululan alrededor de los niños en un principio casi ajenos a su visión del mundo o de alguna situación concreta es algo que bien tratado suele devenir en un relato maravilloso y en eso como bien es sabido el mundo del cine no ha sido ajeno: serían muchas las referencias pero si tuviésemos que quedarnos con una como referencia más o menos inmediata a este filme ahí está El Espíritu de la Colmena (1973) de Víctor Erice. En 20.000 Especies de Abejas además de recurrir a la metáfora del mundo de estos insectos (y esta vez no solamente en el título) no son pocas las concomitancias con aquella obra maestra de los 70, empezando por el intimismo casi poético de la visión de una niña, aunque aquí el elemento costumbrista tiene un papel mayor; pero lo más importante es que este es un excelente filme con personalidad propia y que además toca de forma muy convincente la situación y problemática de los niños y niñas transgénero desde el antes comentado prisma lírico e intimista pero sin despegar los pies del suelo.

El debut en el largo de Estíbaliz Urresola Solaguren no ha podido ser mejor y confirma el momento de gracia en el que se encuentran las realizadoras dentro del cine ibérico y también el extraordinario momento del cine vasco. El guión firmado por la propia Urresola es inteligente, deslumbrante y sólido no dejando prácticamente ninguna puntada sin hilo dentro de un contexto realista y costumbrista presentado con un realismo exorbitante que refuerza los momentos de mayor intensidad dramática, dispuestos en la historia de manera muy meditada y siempre teniendo como epicentro a su pequeña protagonista. Aitor junto con sus dos hermanos y su madre Ane (Patricia López Arnaiz, una vez más excelente) pasa el verano en el pueblo de la madre de Ane (Itziar Lazkano), pero lo que en un principio debiera ser un verano feliz no lo esta siendo para él ya que no se siente niño: en realidad es una niña, que comienza rechazando su nombre de nacimiento para ponerse primero el más neutro y ambiguo Cocó y posteriormente el nombre por el que quiere que la llamen: Lucía. Lógicamente no serán días fáciles para ella por la incomprensión de amigos, vecinos e incluso de su propia abuela, que ve en ella una obra fracasada más de su poco apreciada hija, una mujer también llena de dudas y contradicciones.  La apicultura, el arte de la escultura en cera y todo lo relacionado con las abejas en general es un elemento simbólico que sobrevuela el filme y que tiene en el personaje de la tía abuela, interpretada por Ane Gabarain, su catalizador.

Y obviamente hay que referirse al grandísimo trabajo interpretativo de Sofía Otero, quien borda su complicado papel (es una niña que interpreta a una niña que ha nacido con cuerpo de niño) y que consigue adueñarse con su encanto de la película irradiando la mezcla perfecta de inocencia, melancolía y miedo infantil con momentos dramáticamente casi perfectos.

domingo, mayo 14, 2023

LAS BUENAS COMPAÑÍAS

 


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Un nuevo viaje a la transición española de la segunda mitad de los años 70 del siglo XX tomando de partida una historia real que se ha saldado con resultados más que positivos.  Lo cierto es que escenarios como el de Euskadi en esa época se antojan más que jugosos por el complejo trasfondo políticosocial que se vivía entonces (más que en cualquier otra parte del estado español) y por la profusión de historias y acontecimientos significativos acaecidos entonces. La veterana actriz catalana metida a directora hace algunos años Silvia Munt muestra su vinculación con el cine vasco y con su historia reciente (hace 40 años protagonizó Akelarre de Pedro Olea y se ha dejado ver desde entonces en varias producciones rodadas en el País Vasco) con esta atinada y sugestiva historia de lucha reivindicativa y de maduración personal situada en Errenteria, Gipuzkoa en 1977 que nos retrotrae a la lucha a favor de la legalización del aborto en la España postfranquista en un contexto en que las mujeres aún eran ciudadanas de segunda fila. Un grupo de mujeres jóvenes de la localidad luchan por legalización de la práctica abortiva y por los derechos de las mujeres al tiempo que trtan de facilitar abortos clandestinos (en Reino Unido o Francia) entre la población femenina del entorno. Una de esas chicas, Bea (Alicia Falcó) a penas una adolescente, vive con una mezcla de ilusión y miedo esos días, inquietada por lo incierto de esa lucha dentro de un entorno patriarcal y con la propia angustiosa situación de su familia con una padre (Iván Massagué) encarcelado y con una madre (Itziar Ituño) superada por los acontecimientos al tiempo que la tía de Bea (Ainhoa Santamaría) quiere someterse desesperadamente a una aborto. Miren (Elena Tarrats), otra muchacha del pueblo con la que irá congeniando, añadirá a la vida de Bea aún más confusión.

Con una ambientación setentera muy lograda la película cumple con creces su propósito de ser al mismo tiempo un drama intimista centrado en su protagonista y de ser una crónica histórica con ribetes costumbristas. Alicia Falcó se muestra segura y con mucho empaque en un papel con muchas aristas consiguiendo reflejar la lucha interior de una joven que se mueve entre sus convicciones, sus anhelos de libertad para ella y para los suyos y sus propios sentimientos. Es cierto que lal película muchas veces se queda corta en determinadas situaciones, tanto descriptivas como de intensidad dramática, pero su buen manejo narrativo y el esforzado trabajo actoral consiguen un filme intenso e interesante en donde su homenaje a unas mujeres que con su lucha propiciaron un cambio importante en la sociedad española resalta con la dignidad que requería el propósito mostrándonos más las tribulaciones de esas mujeres y de su vivencia de la situación que la propia crónica de acontecimientos. Siempre se agradecen filmes de este tipo.