viernes, agosto 30, 2019

ÉRASE UNA VEZ EN HOLLYWOOD (ONCE UPON A TIME IN HOLLYWOOD)




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Últimamente a Quentin Tarantino la salen muy bien las cosas. Lo suyo no es solo oficio, es habilidad narrativa superlativa, un dominio del arte cinematográfico lo suficientemente grande para hacer de una película un completo festival de audacias de todo tipo, una sensacional dirección de actores y lo que tampoco debe olvidarse un privilegiado don para dar con el equilibrio perfecto entre calidad y comercialidad. A estas alturas y tras casi 30 años de carrera no vamos a descubrir la grandeza de Tarantino, que una vez más ha vuelto a dar en la diana aunque este filme no supere su glorioso díptico western (Django Desencadenado y Los Odiosos Ocho), algo muy difícil, y ni tan siquiera llegue a los Niveles de Malditos Bastardos. La idea de revisar los comienzos de lo que se llamo el Nuevo Hollywood- aquella época en los 70 en la cual los directores volvieron a tomar el mando de sus obras con carácter autoral y lanzó a gente como a Coppola, Scorsese, Hopper, Spielberg, Ashby y otros- en aquel emblemático 1969, hace hoy 50 años, ha sido un acierto: el realizador de Knoxville ha dado rienda suelta a toda su sapiencia cinematográfica y toda su mitomanía pop- focalizada precisamente en los 60 y 70- para rendir un curioso homenaje a todo el maremágnum que se podía concentrar en el Hollywood de finales de los 60 y que desencadenó en un cambio en la década siguiente a la hora de concebir la industria cinematográfica norteamericana que resultó tan estimulante como efímero. Tarantino plasma con total acierto aquellos disparatados mimbres: el auge y caída del movimiento hippy, el primer reinado de la televisión, la irrupción de subgéneros cinematográficos underground, el auge del cine serie B, la globalización en los gustos del público internacional, la era dorada del Spagetti Western, el conservadurismo de la era Nixon y su cruzada contra el progresismo…y con este telón de fondo se nos muestra una comedia negra de personajes desesperados y al límite cuya historia transcurre en un contexto histórico real como fue el trágico verano californiano de 1969 en donde el hippy psicópata iluminado Charles Manson y sus seguidores (“The Family”) perpetraron un horrible crimen que puso fin a muchos ideales de los 60. Con personajes reales compartiendo pantalla con los protagonistas ficticios, la película desde la tragicomedia y la crítica despiadada más que satirizar homenajea al mundo del cine y su influencia en la gente marcándose una digresión sobre los acontecimientos reales del tipo que presentaba en Malditos Bastardos y con un mensaje similar sobre el amor al cine. Pero la película no quiere quedarse solo en eso y plantea una crónica histórico-costumbrista en donde se hace una reflexión, tan cruel y burlesca como más o menos atinada dentro de su ironía, sobre el fracaso personal, que aquí se expone como la negación a asumir cambios.

Los dos actores protagonistas, Leonardo DiCaprio y Brad Pitt, están excelentes como dos extriunfadores convertidos en poco tiempo en perdedores y que tratan de huir de un futuro nada halagüeño cada uno a su manera y sin aparentemente contar con el otro aunque su vida profesional y personal haya estado unida durante bastante tiempo. DiCaprio es Rick Dalton, ex estrella de la TV en blanco y negro cuya carrera en la pequeña pantalla americana parece haber terminado y tiene que dirigir su carrera al denostado circuito europeo, y Pitt es doble de acción, Clff Booth, que teme que el declive profesional de Dalton le afecte a él, un hombre con una cuenta corriente más bien modesta en contraposición a su compañero. Dalton, bipolar y enloquecido, no parece dar pie con bolo en su nueva situación dentro de un Hollywood que ya no es como él lo recordaba, y Booth parece cagarla también en el momento más inoportuno: dos personajes patéticos en un entorno que para ellos y para el resto de personajes de al industria del entretenimiento que aparecen el filme parece volverse cada vez más surrealista, artificial y absurdo. Porque Tarantino deja claro que su amor por el cine menos convencional y de culto de cualquier época no está reñido con la crítica al contexto sociológico en el que nació y todas sus circunstancias, positivas y negativas. En este sentido, la disección que se hace de los últimos 60 en USA y sus concomitancias que afectaron al mundo del espectáculo es sencillamente magistral. Es cierto que como siempre Tarantino no se toma en serio nada y que su fijación por mostrar lo más recóndito de la cultura pop lleva a veces al atragantamiento y por que no, a la trampa para el espectador, pero ver como toda situación, personaje, giro de trama o simplemente escenarios de fondo (todo sea real o imaginario) es sencillamente deslumbrante, especialmente para el espectador cinéfilo.

Jamás Tarantino ha estado tan acertado a la hora de mover y poner en escena personajes, aunque la mayoría sean reales. Puede salir -y sale- algo espectacular de una película donde aparecen Bruce Lee, Roman Polanski, las componentes femeninas de The Mamas and The Papas,  Steve McQeen,  Connie Stevens o se cita a Sergio Corbucci y las series de TV El Avispón Verde o FBI.  Mención a parte merece el personaje de Sharon Tate, interpretado por una inspirada y simpática Margot Robbie, que además de ser el personaje femenino más importante aparece en el filme como el elemento catalizador de la historia, como fue por desgracia fundamental su papel en la vida real en el final del sueño de los 60 (curioso el trampantojo simbólico en  la escena en que Tate-Robbie observa a la verdadera Tate en la película La mansión de los siete placeres), por no hablar del rol pivotal que ejerce Manson y sus acólitos en la película: aunque el célebre asesino aparece solo brevemente interpretado por Damon Herriman, sus seguidores aparecen todos cada uno s con sus nombres y con mayor y menor protagonismo, siendo Squeaky Fromme (Dakota Fanning) la que más protagonismo tiene. Son especialmente inspiradas las escenas en el rancho Spahn, a medio camino entre el western crepuscular y el cine de terror. Genial. Al Pacino, Bruce Dern, Timothy Oliphant, Emile Hirsch, Kurt Russell, la joven y prometedora Margaret Qualley y Luke Perry en uno de sus últimos papeles son algunos de los rostros más notables en el reparto coral de una película que aunque no es perfecta  resulta un nuevo acierto tarantiniano en donde tampoco faltan sus habituales diálogos ingeniosos ni su violencia desatada esta vez un tanto más comedida dentro de lo que cabe. Como comedia funciona estupendamente (tiene escenas verdaderamente tronchantes) y como homenaje al séptimo arte, pues está todo dicho. ¡Viva el cine!                                     

 

lunes, agosto 26, 2019

LA VIRGEN DE AGOSTO


 
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Que bien que directores españoles jóvenes demuestren no ya sólo talento sino originalidad y capacidad para explorar formas narrativas poco convencionales con cierto afán experimentador y que además estas aventuras siempre arriesgadas finalicen en éxito rotundo. Porque Jonás Trueba es un director que se está ganando a pulso y por méritos propios un nombre en el panorama cinematográfico ibérico actual más allá del hecho de ser “hijo y sobrino de” y con su quinto y hasta la fecha mejor largometraje demuestra ser un nombre a tener en cuenta. Una película sin esquema planteamiento-nudo-desenlace, basada en los diálogos, en la escenificación de situaciones concretas y en mínimos arranques narrativos se revela como el vehículo perfecto para contar una historia psicológica y de sentimientos centrada en las vivencias de una joven. Y lo que se nos cuenta no es tampoco cualquier cosa, es ni más ni menos que la aventura de descubrirse a uno mismo y sus propios deseos y objetivos en la vida. Para ello, Trueba y la coguionista-actriz protagonista Itsaso Arana sitúan al personaje central (moldeado al parecer a partir de la propia Arana) en un contexto especial, que es el de Madrid en el mes de agosto, una ciudad casi fantasma donde muy pocos locales se quedan en la villa y corte y abundan turistas y castizas y anodinas verbenas madrileñas. En este curioso contexto, Eva, que acaba de cambiarse  de vivienda, intenta matar el tiempo veraniego y conoce a nuevas amigas, se reencuentra con conocidos a los que había perdidos la pista, intenta retomar la relación con una amiga con la que apenas se veía últimamente, se topa casualmente con su ex, conoce a un chico con el que podría comenzar algo y trata de probar nuevas experiencias. Muchas situaciones y emociones para una mujer que parece querer dejar atrás algo y no sabe como y que trata de encontrar un futuro lleno de esperanza donde ella cree que no había nada. Itsaso Arana se adueña de la función componiendo un personaje simbólico y con un poso poético aunque cargado de naturalismo y cotidianeidad, tal y como es la historia que se nos cuenta, una fábula urbana tan sugerente e identificable para muchos espectadores (especialmente treintañeros y cuarentañeros) como sutil en su simbología.

Trueba y Arana echan mano de Eric Rohmer y de ciertos aspectos de la Nouvelle Vogue para conseguir una película casi documental en donde los diálogos y la puesta en escena parecen improvisados por su naturalismo cuando en realidad todo está dispuesto perfectamente como un mecanismo de relojería para fascinar y conmover al espectador. Sólo con música diegética y un sonido directo con todo tipo de ruidos urbanitas de fondo, las vivencias de Eva pasan ante nosotros mostrando un proceso evolutivo emocional que finalmente lleva a una catarsis que define al personaje y sus objetivos. Un mensaje universalizable disfrazado de crónica generacional (aunque algunos puedan tildarla de tal) que muestra a las claras los propósitos del filme de establecer una visión clara de las relaciones y sentimientos humanos ante la incertidumbre. Un buen puñado de jóvenes y talentosos actores (Vito Sanz, Joe Manjón, Issabelle Stoffel, Mikele Urroz, María Herrador) ayudan a enaltecer un filme que es de lo mejor del cine español en lo que llevamos de año.      

domingo, agosto 25, 2019

EL CANTO DE LA SELVA (CHUVA É CANTORIA NA ALDEIA DOS MORTOS)





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No es muy habitual el cine antropológico en los últimos años en las salas comerciales, por ello se celebra la existencia de esta esforzada y honesta cinta brasileña, que resultó ganadora del Premio de Jurado en Cannes. Los jóvenes cineastas Renée Nader Messora, brasileña, y Joao Salaviaza, portugués -que además son pareja sentimental- han pretendido según sus propias palabras mostrar otras realidades y mundos que existen al margen del “mundo civilizado” y para ello han contado la crónica de los habitantes de una tribu indígena brasileña, los Krahô, centrada en los avatares de un joven miembro, Ihjac, quien se debate entre las responsabilidades que debe de cumplir con su familia y ancestros en su tribu y la aspiración a una vida sino mejor, al menos diferente, que él contempla en sus contadas visitas a la ciudad. El filme cuenta con Krahô auténticos que se interpretan a si mismos en su propio poblado y por ello la película fluctúa (con convicción) entre la ficción y el documental.

El Canto de la Selva atina en su propósito de mostrar- sin demasiadas estridencias y sin levantar demasiado la voz- la situación de los indígenas en el país carioca: las dificultades de su integración en la vida civil brasileña, las dificultades en su atención médica y de otras necesidades, la muchas veces forzada asimilación del consumismo de nuestra sociedad y otros aspectos algo menores que se expresan con realismo en esta película. No obstante, la inserción de un elemento mágico y espiritual, central en la trama no termina de llevarse bien aunque desde el punto de vista antropológico y documental está más que correctamente plasmado. Por otra parte el ritmo mortecino de la película y sus alargamientos narrativos innecesarios no ayudan a hacer de este un filme llevadero y comercial lo cual le resta se quiera o no bastantes puntos a la hora de conseguir un gran filme. No obstante su visión es obligada para todos aquellos que deseen ver un filme especial y diferente