martes, octubre 23, 2018

VIAJE AL CUARTO DE UNA MADRE




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Esta opera prima en largometraje de Celia Rico supone sin exagerar una de las mejores películas españolas de lo que llevamos de año (y teniendo en cuenta que se está acabando ya). Rodada con un planteamiento argumental  reconocible por muchas personas no ya solo por la cotidianidad de sus premisas (por una parte una hija veinteañera se quiere emancipar del nido familiar con las tiranteces que eso puede provocar en una familia, y por otra, el duelo ante alguien desaparecido), sino por también por lo claramente identificable que resulta el juego psicológico y emocional- magistralmente plasmado en todos los niveles- entre madre recién viuda e hija, que de una relación de interdependencia y en un momento más bien crítico ha de pasar fortuitamente a otra que obliga a reconstruir la visión del futuro personal, especialmente en lo que a la vivencia de la madre concierne. Dos estupendas actrices, Lola Dueñas (Estrella, la madre) y Anna Castillo (Leonor, la hija) hacen posible el apabullante juego emocional de estos dos personajes un tanto perdidos y en busca de un nuevo un sentido a sus vidas, expresado en miradas, silencios, frases de doble sentido y situaciones significativas.

La puesta en escena es minimal y naturalista y el guión, con no muchos diálogos, es sencillo y escueto. Todo el peso recae en los actores- especialmente las dos protagonistas- y en las emociones que tratan de trasmitir. Leonor, una muchacha que pese a la precaria situación anímica de su madre- y es suyo propio-  esta dispuesta a dar el primer paso para independizarse a sus 20 años yéndose a vivir un año a Inglaterra, está realmente preocupada por su madre a la que adora, mientras que Estrella no desea que su hija, su principal sustento afectivo, abandone el nido pero nuevas situaciones vitales le harán comenzar a reconsiderar su posición. Es esta una historia de cariño y ternura contenida y muy atenuada y de tristeza sutil que no se desborda en ningún momento. Una historia con mayúsculas que  demuestra que se puede llegar a conmover con leves pero muy certeras y creíbles pinceladas.