lunes, octubre 10, 2022

ARGENTINA 1985

 


****

El turbio y trágico pasado de Argentina a finales de los 70 y principios de los 80 sigue siendo un material dramático de primer orden. Son muchas las películas que se han realizado sobre dicho periodo y todas lógicamente centradas en la denuncia del auténtico genocidio que la dictadura de la Junta Militar de Videla y Massera  llevó a cabo entre 1976 y 1983, tocando diferentes aspectos de aquel infausto periodo. Faltaba una crónica sobre el juicio a los miembros de la ya desposeída junta, aquel que se produjo en 1985 con la democracia restaurada y con el fiscal Julio Strassera como máximo protagonista y que trató de hacer justicia en uno de los juicios contra una dictadura más significativos del siglo XX y, por que no, de la historia de la humanidad, independientemente de lo insuficiente de su sentencia. Argentina 1985 llena ese hueco en forma de film histórico honesto, crudo e inteligentemente épico (como solo una historia real puede hacerlo) con un guión muy trabajado que entre el cine judicial (aunque sin caer en sus tedioso tópicos) y la epopeya políticosocial es capaz de ofrecer una historia emocionante e incluso apasionante sustentada en la estupenda dirección de Santiago Mitre (un realizador que por su juventud prácticamente no vivió los hechos acaecidos en la película y mucho menos los que dieron lugar a ellos) y una vez más el soberbio trabajo del  gran Ricardo Darín, en el papel de Strassera. Porque en líneas generales la dirección de actores en una película donde priman los diálogos y la interacción entre los personajes es excelente.  

 La película abarca dos años, de 1983 a 1985, en los que se preparó y se llevó a cabo el juicio contra los miembros de las Juntas Militares en una Argentina que acababa de salir de una auténtica pesadilla con miles de asesinados, desaparecidos y torturados por el gobierno. El fiscal Strassera con la ayuda de su joven adjunto Luis Moreno Ocampo (Peter Lanzani, uno de los rostros argentinos de moda) y un equipo de abogados recién licenciados se propuso ser el azote de los responsables de una auténtica masacre y de que la justicia cayese sobre ellos en medio de amenazas por los partidarios del antiguo régimen, presiones de los nostálgicos y de la confusión de un país que aún tenía miedo, aunque poco a poco y gracias a la participación como testigos de víctimas de torturas y de familiares de desaparecidos la conciencia del país comenzó a despertar al ser consciente de que aquellos criminales debían sentir el peso de la justicia. Todo esto está muy bien reflejado en la película en sus diferentes matices (las amenazas telefónicas y las coacciones desde distintos sectores, las dificultades de Strassera y su equipo para recabar testimonios, la influencia del proceso en las vidas familiares de Strassera y Moreno Ocampo)  y el crescendo dramático hasta el momento del juicio y su sentencia es sublime, resultando especialmente emotivo (y sobrecogedor) las declaraciones de las víctimas (transcritas y reproducidas letra por letra, con algún  inserto de imágenes de archivo del juicio real). Un filme necesario y que debe verse para no olvidar lo que puede ocurrir cuando el fanatismo y la intolerancia se adueñan  de todo y para saber que siempre habrá alguna esperanza de que la justicia ponga las cosas en su lugar.