jueves, diciembre 31, 2020

WONDER WOMAN 1984

 

 

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No es nada nuevo decir que el género de los superhéroes en el cine da de si lo que a y que rara vez es capaz dar algo de calidad, pero ya cansa la inercia de negocio rápido en la que se ha metido que ha llevado a que proyectos que en su día empezaron con cierta enjundia, caso de las adaptaciones a la pantalla de Wonder Woman por parte de Warner Bros, estén ya haciendo aguas a la primera de cambio con esta segunda entrega específica sobre el personaje creado en 1941 por William Moulton Marson tras una primera parte estrenada en 2017 bastante aceptable. De nuevo dirigida por Patty Jenkis, aquel esforzado trabajo de hace tres años en donde la acción en la I Guerra Mundial daba lugar casi a una peli de aventuras a la antigua usanza ha dado paso a un producto previsible, malamente comercial y lastrado por un guión infantil y repleto de clichés dentro del mundo de la acción superheroica. Jenkis se limita a imbuir como principal credencial del filme un exceso de acción desbocada y espectáculo visual merced a unos competentes efectos especiales: poco más hay de asidero, salvo quizás la presencia de una actriz que podría lucirse en papeles de mayor enjundia como es Gal Gadot. La bellísima intérprete israelí, que vuelve a ser Wonder Woman/Diana Prince, demuestra buenos recursos interpretativos que no deberían caer en saco roto.  

Por lo demás, poco hay que destacar en una película que ni tan siquiera alcanza con fluidez el propósito de los filmes de este género, que es el de entretener. Los Villanos son más que planos; Pedro Pascal que da vida a un Max Lord en plan empresario megalómano donaldtrumpiano con un poso más esperpéntico e infantil que caricaturesco mientras que Kirsten Wiig es Barbara Minerva/Cheetah, un personaje con una evolución demasiado deja vu de otras historias. Por no hablar del regreso-resurrección de Steve Trevor de nuevo encarnado por Chris Pine, un auténtico despropósito narrativo.  Por si fuera poco, el mensaje de la película, queriendo ser humanista y lleno de ética termina siendo malamente simplón y reaccionario (el climax final del filme es un nuevo despropósito) Si el presente comercial del cine es este tipo de películas, aviados estamos.   

 

viernes, diciembre 25, 2020

MARTIN EDEN

 


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Curioso el experimento narrativo que se ha marcado el cineasta italiano Pietro Marcello con una curiosa adaptación semi libre de la novela de Jack London de 1909 Martin Eden. Su singularidad reside no ya solo en el traslado de la acción de Estados Unidos a Italia sino en su extraño juego con el marco temporal supeditado a lo que se desea enfatizar en la narración reforzando aún más si cabe la condición de historia de ideas del relato original. Nos encontramos en una Italia que al principio parecen los años 60 del siglo XX, para luego pasar a los 80, retroceder a los 30, después al principio de dicho siglo y así con continuos saltos para adelante y atrás concluyendo  en el comienzo de la II Guerra Mundial y todo con los mismos personajes y con una historia lineal. Por muy bizarro que parece dicho procedimiento el resultado es sencillamente magistral en su afán experimental y no consigue ninguna incoherencia de magnitud y si un más que interesante espectáculo cinematográfico aumentado además por sus imágenes deslumbrantes y su cuidado montaje. El León de Oro del festival de Venecia de 2019 avala la excelencia de este filme. 

Aunque la novela original no se desarrollaba en Italia como hemos dicho antes, el país mediterráneo parece el marco ideal y casi único para esta historia (y sin apenas cambar el enfoque), poniendo en relieve de manera crítica ciertas contradicciones históricas y sociales en la Italia del siglo XX que el protagonista del relato cataliza sin desdeñar un claro y universal mensaje social. El marino casi analfabeto Martin Eden, aquí italiano e interpretado con enorme fuerza por Luca Marinelli, desea ascender intelectualmente (y socialmente) por su amor hacia Elena Orsini (Jessica Cressy) una joven de familia pudiente y de tradición intelectual y tras aprender a escribir correctamente decide convertirse en escritor y más tarde y sorpresivamente tornará  en una intelectual significado alcanzando el éxito y la fama pero también generando enemistades por sus ideas sobre el individuo y sobre la moral al tiempo que su relación con Elena parece resentirse. Su ritmo un tanto rápido que casi reduce la narración al cuento simplificado y su querencia por los diálogos, tanto sencillos como intrincados, son recursos que demuestran funcionar y hacen que el espectador siga correctamente una trama que a veces puede resultar algo incoherente y forzada principalmente por su atemporalidad histórica (un elemento que refuerza el carácter de fábula). Siguiendo a su manera la estela del costumbrismo y del neorrealismo italiano, este Martin Eden es un filme original y vistoso y se echaban de menos en las pantallas películas así.        


jueves, diciembre 17, 2020

NIEVA EN BENIDORM

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Isabel Coixet sigue sin hacer ninguna película mala. En su basta y variada filmografía hay obras maestras y filmes más irregulares, pero ninguno mediocre y su último trabajo, Nieva en Benidorm, pese a no ser de los más brillantes de su filmografía es un drama-comedia sólido y bien construido que cumple su función de ofrecer una historia cautivadora y de tocar la fibra sensible del espectador con las vivencias de un personaje principal singular y muy bien construido, algo que es una tónica en la directora catalana. Es cierto que de nuevo el cierto minimalismo narrativo de Coixet resulta no muy oportuno en no pocas ocasiones y en esta película esto se nota más que en otras de la realizadora, pero el filme no deja en ningún momento de ser degustable. La búsqueda de la felicidad de un hombre desorientado y en crisis en un entorno muy extraño para el y (para prácticamente todo el mundo) como es la ciudad de Benidorm, paradigma en la actualidad del turismo ibérico y mediterráneo más decadente, es una curiosa epopeya en donde se mezcla el drama psicológico existencial con una extraña y supuesta historia de amor, la comedia negra y unas gotas de thriller. El genial actor británico Timothy Spall con su excelente composición del recién jubilado británico Peter Riordan llevo el peso de la película: un hombre confuso por los inesperados acontecimientos que casi fortuitamente se encuentra en un entorno extraño e incomprensible en donde su estado de ánimo, sus sentimientos y sus pensamientos van variando por momentos como el tiempo atmosférico en Benidorm, una metáfora que Coixet utiliza acertadamente aunque no siempre el espectador capta las segundas intenciones en ese propósito.   

El recurso de la descontextualización espacial de los personajes es algo que bien tratado suele dar buenos resultados y en ese sentido el buen trabajo interpretativo de Spall ayuda bastante. Peter, un trabajador de banca de Manchester, honesto y honrado del que poco llegamos a saber en lo relativo a su historia de fondo, llega a Benidorm- destino habitual del turismo británico- y al que le han invitado inesperadamente a jubilarse llega en plena crisis personal a Benidorm- destino habitual del turismo británico- de visita a instancias de su hermano Daniel quien reside allí desde hace años llevando varios negocios; pero una vez en la localidad alicantina no encuentra a su hermano, quien ha desparecido misteriosamente. Daniel conoce entonces a Alex (Sarita Choundhury) una misteriosa y atractiva mujer de mediana edad que trabaja en club-cabaret y que casi representa la belleza marchita y decadente de Benidorm, un entorno que en esta película aparece en todo su esplendor bizarro de refugio de maduros de todos lugares dispuestos al más rancio desfase (y ridículo), espectáculos casposos, aberraciones urbanísticas a pie de playa y en definitiva un panorama decadente en el que Peter se siente perdido y en contacto con sentimientos y sensaciones que no sabe si tiene o algún día tuvo. El viraje hacia la intriga en varios momentos del filme (y que va desencadenando su desenlace) es en realidad un recurso más en donde se presentan diálogos humanistas jugosos al estilo Coixet y situaciones fortuitas que en realidad son el eje de la historia. Puede que algunas incursiones en el conjunto como el fervor religioso de alguno de los personajes o el enigmático papel de Ana Torrent resulten un tanto desconcertantes y poco aportantes al conjunto del filme, pero la solidez como película termina imponiéndose. Además de los citados intérpretes intervienen Carmen Machi y Pedro Casablanca con personajes de curiosa simbología que además realizan un homenaje a Sylvia Plath. Isabel Coixet sigue en forma.      

martes, diciembre 08, 2020

EL VERANO QUE VIVIMOS

 


***                                                                                                

Sin resultar excesivamente original en su mixtura de melodrama de amor y thriller con ambos elementos situados en diferentes coordenadas temporales El verano que vivimos, segundo largometraje de Carlos Sedes, es una película con muchos puntos de interés y en ocasiones deslumbrante principalmente por su acabado formal (excelente fotografía con vistosos paisajes de los viñedos jerezanos) y su narrativa apasionante y muy bien estructurada, aunque en ocasiones peque de previsible. Las disputas amorosas en medio de luchas por el éxito personal son siempre una buena materia prima para historias que aspiran al más alto nivel y en este sentido el filme no esconde sus cartas desde el primer momento aunque el tema central sea el del discernimiento de una historia de amor sucedida en el pasado cuyos protagonistas supuestamente ya no están presentes. Una joven periodista gallega Isabel (Guiomar Puerto) que en 1998, fascinada por unas esquelas dedicadas a una misma persona que cada años desde tiempo atrás llegan al periódico al que acaba de entrar a trabajar acompañadas de unas apasionadas cartas de amor, decide investigar sobre el autor de las mismas, un tal Gonzalo Medina, y Lucía, la mujer a las que están dedicadas, el supuesto amor de Gonzalo. Sus pesquisas la llevarán a 40 años atrás, en 1958, a un viñedo jerezano en donde Gonzalo (Javier Rey), un joven y prometedor arquitecto valenciano va a construir una magna bodega para almacenar de los vinos del propietario del viñedo, su amigo Hernán (Pablo Molinero), de cuya prometida Lucía (Blanca Suárez) Javier queda pronto prendado.

Aunque la mayor parte del metraje lo ocupan las escenas ambientadas en la Andalucía de finales de los 50, los saltos temporales y espaciales son frecuentes en esta película sin que se pierda la unidad de la historia en ningún momento (y pese a que alguna escena de transición pueda resultar gratuita). El mundo vinícola de Jerez de la Frontera, el ansia de poder de los señoritos vinateros, la rudeza machista de la época en un entorno en donde para mucho conseguir poder era aspirar precisamente a poseerlo todo, los conflictos familiares y sentimentales dentro del prisma intolerante de la sociedad franquista aparecen muy bien reflejados en al película con el  personaje de Hernán como catalizador de la ambición total frente al idealismo mundano de Javier, un hombre sensible pero también con ambiciones cuyo amor imposible llevará a desagradables desenlaces incluyendo un enfrentamiento con su amigo. Pese a que la historia de amor pueda resultar previsible en cuanto a que reproduce esquemas mil veces vistos esta no resulta en absoluto ni maniquea ni empalagosa sino más bien sugerente, emotiva y excelentemente descrita. No obstante, da la sensación de que la historia de Isabel en los 90 avanza muy deslavazadamente y solamente al final de la película cuando las dos historias confluyen y los círculos se cierran se logra una culminación a la altura de las expectativas. La maravillosa música de Federico Jusid (que incluye una canción con Alejandro Sanz), la poderosa fotografía de Jacobo Martínez  y un eficaz reparto realzan un filme que gustará a un público amplio.

domingo, diciembre 06, 2020

BABY

 

****                                                                                                 

Juanma Bajo Ulloa a principios de los 90 era uno de los directores españoles más prometedores con dos primeros filmes que obtuvieron enorme reconocimiento por la crítica y hoy día son dos obras de culto: Alas de Mariposa (1991) y La Madre Muerta (1993), pero tras un filme muy diferente a los que había hecho hasta entonces y que resulto la película española más taquillera hasta el momento, la un tanto histriónica comedia Airbag (1997) desencuentros con la industria cinematográfica hicieron que su actividad se mermara  y sus largometrajes se espaciaran cada vez más en el tiempo dando la sensación de que el realizador vitoriano había sido un gran bluff. Pero en 2020 su sexto largometraje de ficción en casi 30 años devuelve aquellas grandes expectativas que como director intimista con cierto punto poético oscuro y como excepcional narrador se forjó hace mucho tiempo atrás, pudiéndose considerar su mejor trabajo hasta el momento. Un filme arriesgado y con vocación casi experimental, sin ningún diálogo y con una puesta en escena diferente que bebe del cine fantástico y del de terror sin adscribirse a esos géneros, Baby es cine en estado puro que juega con la  metanarrativa de su guión y nos acerca a escenarios de cuento de hadas siniestro jugando con lo inquietante, el suspense, el surrealismo y sobre todo con el poder de las imágenes con una excepcional fotografía, sin olvidar el papel fundamental que cumple la soberbia banda sonora de Bingen Mendizabal y Koldo Uriarte. No ha conseguido el gasteizarra una obra maestra absoluta a causa de no poco momentos cargantes y un poco gratuitos pero su afán experimental a la hora de conseguir una gran película se puede decir que ha sido más que exitoso.

Rodada en Vitoria-Gasteiz y otras localizaciones de Álava con un no muy extenso reparto internacional, Bajo Ulloa captó durante varios años algunas imágenes de la naturaleza, paisaje y animales que aparecen en este filme a modo de piezas de collage bien insertadas la mayoría de las veces y otras no tanto pero con un efecto final por lo general de enorme poder sugestivo. Esta claro que era harto difícil el combinar las imágenes sin personajes de supuesta intencionalidad simbólica con la importancia de actuación de las actrices (todas mujeres) en un filme de estas características donde la expresión corporal en diferentes acciones  y situaciones es esencial y no pocas veces muchas escenas esconden dobles sentidos y un equívoco trasfondo de los personajes. La historia se plantea con una estructura muy simple (pero al mismo tiempo muy confusa y laberíntica) donde tenemos a una joven toxicómana residente en Vitoria (interpretada por la británica Rosie Day) que da a luz en su cochambroso piso y pocos días después ante la imposibilidad de poder cuidar al bebé y ansiosa por conseguir dinero para droga decide vender al niño. Las compradoras son tres mujeres que aparentemente forman una familia compuesta por una abuela excéntrica e inquietante (la norteamericana Harriet Ransom Harris), una hija de comportamiento y aspecto extraño y desequilibrado (la hispanobritánica Natalia Tena) y una nieta de unos 12 años con una curiosa tendencia a disfrazarse (la española Mafalda Carbonell, pequeña gran actriz); no obstante pronto la protagonista se arrepiente de su decisión y decide acudir al siniestro caserón familiar donde viven las compradoras del bebé (al que han acostado en una cuna hecha con ramas) para tratar de recuperarlo escondida entre las sombras de la residencia. Es perceptible que aquí hay elementos de los cuentos de los hermanos Grimm en cuanto la oscuridad de una historia en donde el mal se percibe entre tangible y onírico-fantasioso y en donde el realismo apenas se disipa en un muestrario de imágenes bizarras, vestuarios extravagantes y un surrealismo a veces fascinante y otras pedante y gratuito. También es notable la presencia de elementos de Tim Burton, el David Lynch más excesivo e incluso algún apunte buñueliano, fuentes que Bajo Ulloa moldea con corrección aunque el personalismo y la originalidad tratan de imponerse en todo momento.

El reparto funciona a la perfección con un estupendo trabajo de las actrices a la hora de transmitir sensaciones y emociones sin diálogos aunque lo confuso de algunos personajes (el de la joven rubia) a veces da una sensación de estrambote que hace que no lleguen al espectador. Destaca sobre todo Rosie Day como la protagonista, una muchacha que no cejará en su objetivo en una misión más kafkianamente imposible de lo que parecía en un principio y en donde se enfrentará a ella misma y su miseria personal y a diferentes juegos de apariencias (los cuales también pueden fatigar al espectador, por cierto). Con el bebé como elemento simbólico de cierto sentido religioso (otro tema que la película toca dentro del tratamiento bizarro del conjunto) y otros símbolos (el chupete de nácar) que resultan más equívocos, puede que esta película -que no será en absoluto plato para todos los gustos- precise de más de una visión para ser correctamente apreciada, pero una vez que se ve se tiene la certeza de estar ante una estupenda y valiente película que pone de manifiesto que el medio cinematográfico aún puede darnos inesperadas sorpresas

jueves, diciembre 03, 2020

ÉRASE UNA VEZ (COME AWAY)

 


**                                                                                                    

Una premisa atractiva y con tirón comercial que hace aguas desde el prácticamente desde el  primer momento. Porque este filme fantástico teóricamente destinado tanto a la chavalería como al público adulto con sensibilidad y amante de la fantasía clásica y los mitos de la literatura infantil termina siento un pequeño desaguisado con un guión mejorable y un deficiente manejo de los elementos que debían de ser centrales en la historia, es decir la magia, la oda al poder de la imaginación y sobre todo el homenaje que se hace a Alicia en el país de las Maravillas y Peter Pan, dos obras inmortales que aunque aquí son tratadas con cierto mimo y cuidado no dejan de presentarse de una manera previsible y más mainstream que otra cosa sin llegar a profundizar en las esencias de ambas, que por otro lado son muy diferentes pero comparten su consabido mensaje escapista y apologista de la imaginación.   

Aunque nada se puede reprochar a la directora Brenda Chapman, que dirige su primer largo en imagen real después de forjarse en el mundo de la animación (Brave) dotándolo de imágenes sugerentes pero algo planas, la concatenación de ambas célebres historias formando una suerte de precuela común se ha hecho de manera tramposa, forzada e impostada y sin respetar los mitos fundacionales de ambos personajes. La acción transcurre a finales del siglo XIX en una Inglaterra malamente de cuento (exceso de recreación digital) en donde los pequeños Peter (Jordan Nash) y Alicia Littlelton (Keira Chansa) son dos hermanos que viven en una casita de la campiña junto a sus padres Rose (Angelina Jolie) y Jack (David Oyelowo) -en un improbable para la época matrimonio interracial- compartiendo fantasías y amor por los cuentos de hadas mientras miran con tristeza el complicado mundo de los adultos representado por unos padres llenos de problemas y viven experiencias traumáticas como la muerte de su hermano mayor David (Reece Yates). La historia se cuenta de una manera vaga y más bien predecible insertando de manera desigual varios elementos de los mundos de Neverland y Wonderland pero sin que llegar a ninguna audacia narrativa ni estilística. La verdad es que sustraer al personaje de Alicia de su inspiración real, la niña Alice Liddel y de su relación con Lewis Carroll resulta algo poco concebible precisamente por el enorme potencial dramático de dicho pasaje histórico, pero la película parece preferir el tono comercial hollywoodiense con licencias de todo tipo. Con unos efectos especiales correctos pero sin relieve y unas interpretaciones del montón en donde solo destacan realmente los actores más jóvenes (también intervienen en brevísimos papeles leyendas como Michael Caine y Derek Jacobi que se encuentran totalmente despistados) Come Away se postula nada más como una oportunidad totalmente perdida.   

viernes, noviembre 27, 2020

ONDINA. UN AMOR PARA SIEMPRE (UNDINE)

 

*** y 1/2                                                                                         

De vez en cuando el cine echa mano a la mitología universal y cuando esto ocurre frecuentemente nos encontramos con agradables sorpresas como esta pequeña pero más que sugerente producción alemana que recurre a un mito germánico, el de las ondinas, para contar bajo los consabidos ropajes de cuento de hadas una curiosa historia de amor enmarcada en el mundo y la época actual en donde, claro está, no puede faltar el elemento trágico y perverso de los cuentos alemanes. Un melodrama realista pero también un filme sutilmente fantástico que juega de manera efectiva con la simbología poética alcanzando pequeños picos de gran belleza en un conjunto no del todo redondo pero si totalmente convincente para espectadores exigentes.     

El director Christian Petzold repite con la pareja protagonista de su anterior En Tránsito (2018), Paula Beer y Franz Rogowski; ella da vida a Ondina, una joven de la que poco sabemos salvo que es licenciada en Historia y que trabaja como conferenciante de desarrollo urbanístico de Berlín para el ayuntamiento además de acabar de romper con su novio Johannes (Jacob Matschenz);  él es Cristoph, un buzo industrial que trabaja en los lagos cerca de Berlín y que comienza con Ondina una relación que se origina de una súbita y alucinante manera. El final del amor con Johannes traerá una especie de extraña responsabilidad para Ondina y una inquietante maldición para ella y su nueva pareja: algo relacionado con el nombre de la mujer, el de las ninfas de agua dulce germánicas (personajes existentes en muchas otras mitologías). Historia narrada con gran número de imágenes simbólicas, diálogos escuetos y sobre todo una genial ambivalencia entre lo real y lo fantástico, esta es una película que en dicha vertiente recuerda mucho a algunos trabajos de Julo Medem y demuestra la versatilidad temática en un mismo filme de muchas películas recientes del cine europeo.       

lunes, noviembre 23, 2020

EL AÑO QUE DEJAMOS DE JUGAR (ALS HITLER DAS ROSA KANINCHEN STAHL)

 


 ***                                                                                                  

Un clásico de la literatura infantil europea como es Cuando Hitler robó el conejo rosa  se asoma a las pantallas en una lujosa y esforzada producción germana que cumple y con nota su función de ser una digna y fiel traslación de esta lectura obligada en la enseñanza primaria alemana escrita por Judith Kerr (19323-2019) y publicada en 1977. Basada en los recuerdos de la infancia de la escritora marcados por la llegada de los nazis al poder y el comienzo del exilio de su familia de origen judío por diversos puntos de Europa, la historia sigue resultando intensa y conmovedora y una de las mejores crónicas de la vivencia cotidiana durante el nazismo con el valor añadido de estar narrada bajo la mirada inocente infantil. Caroline Link (Una mujer en África) dirige con clase una película lógicamente muy adecuada para la infancia y totalmente recomendable al público adulto amante del bien cine. Dicho sea de paso, resulta incompresible el que en la traducción española se haya cambiado el título a una historia ampliamente conocida en nuestro país por el título citado al principio de estas líneas  

Las peripecias de los Kemper, una acomodada familia berlinesa que por su condición judía tiene que abandonar la capital alemana en 1933 para trasladarse primero a una aldea suiza y después a París renunciando a su más o menos lujosa vida es vista por la pequeña de Anna (Ryva Krymalowski), de 10 años y alter ego de la autora como una extraña epopeya de nuevos países, gentes y constumbres extrañas, renuncia a comodidades e inesperados apuros económicos al tiempo que el espectador contempla el proceso de maduración de su joven protagonista en un contexto incómodo que su inocencia infantil lima y pondera y su avanzada inteligencia para su edad consigue hacer extraer concluyentes y hermosas reflexiones. La metáfora del conejo rosa de peluche incautado como al resto de pertenencias de los Kemper por los nazis visto como el robo de la infancia de la protagonista sigue teniendo toda su fuerza evocadora. Una suntuosa fotografía, una ambientación histórica de lujo, unos paisajes y entornos internacionales de postín y unas excelentes interpretaciones, especialmente del nutrido reparto infantil realzan una película más correcta que sin ser nada del otro jueves constituye una buena muestra de cine familiarr inteligente y con mensaje

jueves, noviembre 19, 2020

LA LLORONA

 


****                                                                                                 

El mito de la Llorona, la historia de fantasmas por antonomasia de Latinoamerica, sigue vigente en un mundo globalizado en donde se ha popularizado universalmente gracias a su amplia difusión por diferentes medios en el siglo XXI entre los que se encuentra el cine, el cual ha tocado este relato unas cuantas veces, la última en el filme norteamericano The Curse of La Llorona (2019) olvidable terror comercial al simplista uso actual). La historia del espíritu errante de la mujer que llora cada noche junto a ríos y estanques la muerte por ahogamiento de sus hijos provocado por ella misma es una leyenda de origen remoto e incierto  y con variaciones según el país que en esta nueva revisitación firmada en Guatemala (con participación francesa) toma una forma insólita de alegoría política en una historia más bien de realismo mágico (o más bien fantasmagórico) genuinamente iberoamericano enmarcada en las consecuencias del genocidio guatemalteco de los 80. Estamos pues ante un filme denuncia ambientado en la época actual que bajo los ropajes de filme fantástico y terrorífico expresa su repulsa ante unos hechos execrables y la impunidad que hubo hacia sus responsables, que en este filme encuentran su agente vengador en la inquietante figura de la Llorona, transmutada aquí en una suerte de heroína panamericana que en su condición de mito latinoamericano e indigenista actúa imponiendo justicia contra la maldad de gobernantes corruptos y asesinos por desgracia muy abundantes en toda la historia de Latinoamérica. Una visión original y muy acertada que el joven cineasta guatemalteco Jayro Bustamante borda demostrando un enorme  poder narrativo y una curiosa habilidad en la hibridación de géneros dispares.

Con más características de thriller que de relato terrorífico y con sugerentes insertos de drama psicológico además de los consabidos insertos de denuncia político social y de un crudo realismo, la historia se centra en los avatares de un ficticio viejo general y político de la década de los 80 en Guatemala, Enrique Monteverde (Julio Díaz), que tras ser juzgado 30 años después por genocidio de los indígenas y ser declarado culpable su pena es conmutada al estar gravemente enfermo ante la ira de la ciudadanía. El viejo militar asesino y su servicio, todos de origen indígena, comienzan a captar la presencia de algo extraño por las noches  ante la incredulidad de la familia del general por su demencia senil. La llegada de una joven y misteriosa nueva criada aborigen, Alma (María Mercedes Coroy) vendrá acompañada de extraños fenómenos y situaciones inexplicables mientras la mansión de Monteverde y su familia está rodeada día y noche de una multitud enfurecida que se manifiesta contra su impunidad. Sin utilizar recursos fáciles del género terrorífico la película va in crescendo en su suspense al tiempo que contemplamos la vivencia agobiante de la familia Monteverde ante la desagradable situación y la explicación de situaciones pasadas que clarifican los acontecimientos actuales formando un perfecto puzzle que irremediablemente lleva a un alucinante desenlace final. Se perciben influencias literarias de diversa naturaleza como la del Pedro Páramo de Juan Rulfo o Otra Vuelta de Tuerca de Henry James dentro de un guión inteligente y con mensaje que se sigue con sumo interés. El cine latinoamericana sigue deparándonos encantadores sorpresas con países como Guatemala cuya filmografía a penas nos llega pero que demuestran tener mucho que decir.   

viernes, noviembre 13, 2020

REGRESO A HOPE GAP (HOPE GAP)

 


***                                                                                                

La mezcla de un buen guión de drama con actores de relieve rara vez da malos resultados, tal y como demuestra este filme británico, adaptación de la obra teatral The Retreat of Moscow. Un drama familiar que no se queda en eso y avanza hasta una reflexión de doble vertiente sobre la condición de padres e hijos por un lado y lo que sustenta a la relación de pareja por otro. Puede que tal ambiciosas intenciones no encuentren una plasmación plenamente convincente en este filme, pero el esfuerzo mediante el estupendo trabajo del trío protagonista es más que de recibo y proporciona un melodrama intenso, serio y realista. El propio autor de la obra original, William Nicholson es quien la adapta a la pantalla combinando los consabidos interiores escénicos de este tipo de cine con hermosos paisajes de la costa inglesa en el condado de Sussex: un acierto el no ceñirse a la rigidez  teatral convirtiendo además al landscape en un personaje más, aunque son las conversaciones entre los personajes los que dan sentido y profundidad a la cruda y emotiva historia que se nos cuenta.

La separación de una pareja madura (Annette Beninig y Bill Nighy) se ofrece principalmente bajo la visión del hijo de ambos, un joven de cerca de 30 años (Josh O´Connor, que ya coincidió con Nighy en la reciente Emma) ya independizado que no comprende la decisión de su padre, el principal impulsor de la separación, ni la actitud errática y pésimamente resignada de su madre, quien pese a todo veía indicios del fracaso del matrimonio y al final terminará admitiendo la nueva situación de una manera sui géneris y desesperada. La propia esposa, Grace, se lamenta del poco interés de Su ex marido Edward por arreglar la situación mientras que él trata de vivir su nueva situación como puede en compañía de otra persona. Pero a ambos les preocupa la situación emocional de su hijo Jamie, quien trata de establecerse como un desesperado puente entre ambos quienes a su vez se encuentran también al borde del colapso emocional. Sin momentos de lágrima fácil y si con emoción contenida y cierto aliento poético, el filme convence con creces y conmueve pese a no ser una gran película.  Al final deja buen sabor de boca y a su modo un margen de esperanza, algo que siempre es de agradecer en el drama de ficción.     

lunes, noviembre 09, 2020

SENTIMENTAL

 


 

 ** y 1/2                                                                                           

Intentar adaptar una obra teatral en la gran pantalla siempre ha sido un reto superlativo y apasionante para cualquier cineasta por la dificultad que esto entraña. Si se consigue con solvencia el resultado suele ser una obra maestra, si se fracasa oscilaremos entre la mera insuficiencia y el bodrio. Cesc Gay, realizador catalán con estupendas películas en su filmografía (En la ciudad, Una pistola en cada mano, Truman)  pese a partir de una obra de teatro propia (Los vecinos de arriba) y dominar tanto el medio teatral como el cinematográfico, por desgracia no ha conseguido ninguna obra redonda. Una pena porque el material de partida, una comedia de cuatro personajes en donde las relaciones de pareja y las diferentes maneras de vivir la sexualidad dentro de esta es el tema central era un buen punto de partida para un filme divertido y sobre todo inteligente dada la mordacidad de los diálogos, además de dar la oportunidad de presenciar esforzados tours interpretativos dentro de un reparto limitado y por consiguiente omnipresente. Pero Sentimental no sabe aprovechar la versatilidad de sus intérpretes, su estilo narrativo no resulta muy creíble y en definitiva y pese a contar con muy buenos momentos no termina de ser más profunda de lo que promete ser en varios instantes optando más por la caricatura que por la verosimilitud, aunque el costumbrismo realista, muy bien conseguido, esta presente en todo momento especialmente en los diálogos.

Las obras de teatro con matrimonios como protagonistas (dos a ser posible) han dado mucho de si y el séptimo arte ha tomado siempre buena cuenta de ello tanto en drama como en comedia. En esta ocasión nos escoramos hacia lo último sin desdeñar ciertos elementos dramáticos aunque sin la intensidad necesaria para lograr algo más que una comedia leve y simpática. Diversión no le va a faltar al espectador, pero si busca algo más una vez haya captado las premisas mas serias que la película plantea se sentirá decepcionado. El cuarteto de actores esta soberbio, eso si, demostrando la habilidad de Gay para dirigir intérpretes: Un matrimonio en plena crisis, el formado por Julio (Javier Cámara, actor fetiche de Cesc Gay) y Ana (Grisela Siciliani, actriz argentina que resulta todo un descubrimiento) ha invitado a cenar la no hace mucho instalada pareja de vecinos del piso de arriba Laura (Belén Cuesta) y Salva (Alberto Sanjuán) cuya única referencia para ellos es su frenética actividad sexual audible desde el domicilio de Julio y Ana. La invitación, idea de ana, es recibida con fastidio y resignación por Julio en un momento en que dicha pareja no pasa por el mejor momento en su relación. Ambos matrimonios, tratando de conocerse mutuamente en un ambiente entre hostil, hipócrita y cargado de cortesías impostadas descubren que tienen poco en común, pero la peculiar visión del sexo de Salva y Laura empieza a convertir la reunión en una bizarra bomba a punto de explotar.

La intensidad cómico-dramática del filme va subiendo conforme la trama avanza pero el climax final resulta flojo y sin chicha. Es perceptible que el reparto ha disfrutado de su trabajo pero la falta de verosimilitud de algunos momentos hace caer a la historia en el tópico y a veces en el estrambote. Con todo, la película entretiene bastante y se disfruta con su mala uva y su costumbrismo urbano fácilmente proyectable en la vida cotidiana de muchos. Una pena que resulte tan floja su faceta de exploración de las miserias de la vida conyugal, pero sólo por los motivos expuestos antes y por el trabajo actoral merece verse este filme aunque sea solo para pasar un buen rato.

 

viernes, noviembre 06, 2020

EMMA

 

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A pesar de que los clásicos literarios siempre son bienvenidos a las pantallas de cine (incluso cuando de la adaptación en si sea la enésima de una obra concreta) es una pena que esto se haga principalmente por falta de ideas originales más que por un merecido homenaje. Este parece ser el lastre que lleva esta nueva revisitación del clásico de Jane Austen de 1818 -cuya última versión en la gran pantalla data de 1996, dirigida por Douglas McGrath y protagonizada por Gwyneth Paltrow- una apuesta con un engañoso riesgo formal y una estupenda dirección de actores pero que en realidad adolece de un enfoque novedoso. No se puede negar que el debut como directora de la reputada fotógrafa Autumn de Wilde se esfuerza en atraer a un público amplio y joven (no hay que olvidar la juventud de sus protagonistas y claro está del propio reparto, que cumple excelentemente) y de que trata de aplicar con éxito una estética entre pictórica y atemporal repleta de colores pastel en un marco de la Inglaterra de principios del XIX ambientado hasta el más mínimo detalle (magistral fotografía de Cristopher Blauvet), pero todo se queda flojo y desdibujado tal vez por centrar la trama demasiado en los diálogos y las interacciones dialécticas entre los personajes. La trama avanza, si, pero si una profusión de diálogos no logra profundizar en las motivaciones y psicología de sus personajes (incluido el de la propia Emma) es que algo va mal. Ni tan siquiera el atrevido para la época enfoque feminista de Jane Austen parece reforzarse ene esta adaptación, un punto negativo para conseguir una pretendida modernización de la historia.

Anya Taylor-Joy da vida a Emma, la inteligente joven de provincias dispuesta a ejercer de casamentera entre amistades y conocidos mientras trata de situar sus propios sentimientos y su situación amorosa. El trabajo de la joven actriz es encomiable, pero por desgracia da la sensación de que falta algo que realmente haga carismático al inmortal personaje. El cantante y actor Johnny Flynn da vida a Knightley, el esquivo interés amoroso de la protagonista y comodín en sus maquinaciones emparejatorias con bastante credibilidad dentro de un reparto competente en el que se  encuentran Mia Goth, encanatdora como Harriet Smith la inocente amiga de Emma y a la que esta trata de buscar marido con inciertos resultado, otros jóvenes interpretes como Josh O´Connor o Callum Turner y más veteranos como Rupert Graves o Bill Nighy como el padre de Emma. Se ha perdido una oportunidad como Dios manda de ofrecer un clásico a un nuevo público y mira que había materia prima para ello.     

jueves, octubre 29, 2020

NO MATARÁS

 

 

 

*** y 1/2                                                                                        

El cine de género sigue evolucionando positivamente en España. Ya se puede decir que se hacen buenas películas de thriller, acción o fantasía con personalidad propia y recurriendo mínimamente a clichés anglosajones aunque persistan algunos tics que parece difícil prescindir de ellos; en este sentido No Matarás es una película de suspense envolvente y apasionante, tal vez sin un ritmo constante pero con un guión sencillo aunque lo suficientemente sólido para atrapar al espectador. David Victori se estrena como director de largometrajes después de dirigir cortos y televisión (Pulsaciones) y demuestra talento con este relato cuya acción se centra en unas pocas horas y que apuesta por el drama la angustia psicológica rehuyendo de golpes de efecto y de violencia barata aunque a decir verdad esta última abunda sobre todo en la parte final del filme, sin bien su magistral tratamiento y rodaje (coreografía y escenificación al más milimétrico detalle y realismo) la convierten en todo un espectáculo para los ojos. Pero la efectividad del film no hubiese sido el mismo sin la genial interpretación de Mario Casas, que poco a poco va subiendo sus enteros como actor y nos regala su mejor actuación hasta la fecha como un joven normal que se ve súbitamente metido en un desagradable embolado con un asesinato por medio del que él es culpable casi sin quererlo.

El desquiciado retrato psicológico momentáneo del Dani, el protagonista, y su descenso a los infiernos morales e internos al verse inesperadamente como un asesino es la base del filme, al tiempo que plantea cuestiones éticas y morales por medio del personaje principal que prácticamente deja sin respuesta en lo que a él atañe, pero es precisamente esa angustia vivida por él lo que el espectador capta gracias a la interpretación de Casas y en ese sentido la película no puede resultar más brillantemente desasosegante. El thriller, que en la película es puro y duro,  en realidad es una excusa estilística para mostrarnos una inquietante narración interior que no deja indiferente. Junto con Mario Casa brilla la joven Milena Smit  como Mila, una inquietante muchacha aparentemente al borde del colapso emocional que será la provocante y catalizadora de la acción: un papel difícil que Smit sencillamente borda. Por otro lado se encuentra Laura (Elisabeth Larena), la hermana abogada de Dani que intenta socorrer a su desbordado hermano con una ingeniería legal que parece chocar con la realidad y con las consecuencias de todo lo que sucede. Rodada principalmente de noche (y con ciertas reminiscencias e algunos momentos a Blade Runner) y con un montaje a veces frenético y otras contenido, No Matarás sin ser una absoluta obra maestra muestra la madurez del cine español a la hora de conseguir productos competentes y de vocación internacional que aúnan calidad y comercialidad.

domingo, octubre 25, 2020

FALLING

 


 ****                                                                                              

El debut detrás de las cámaras de Vigo Mortensen ha resultado ser un muy grata sorpresa y el intérprete americano-argentino-danés se postula como un director competente pese a lo tardío de su estreno como realizador. La vejez, las relaciones familiares, el peso del pasado, el amor paternofilial y la pesedumbre de la decrepitud física y mental son los ejes temáticos de este competente drama que no rehúye a la crudeza y se muestra poderosamente atrayente para el espectador. Un padre octogenario con demencia senil, Willis Peterson (Lance Hendricksen) complica cada vez más la vida y los sentimientos de su hijo a su cuidado, John (Mortensen), un piloto de avión cincuentón que además de con su padre convive con su marido Eric (Terry Chen) y su hija. Willis mantiene continuas pelas con su hijo que él y su familia intentan capear con estoicismo, pero las alusiones a eventos del pasado de la familia a la situación actual de John y sobre todo a las propias dudas y remordimientos del propio Willis hacen que su hijo sienta un profundo malestar y que al relación con su padre, difícil desde su infancia, continúe agrietándose más si cabe. Por medio de flashbacks conocemos las circunstancias vitales de un joven Willis (Sverrir Gudadson) con John: un hombre estricto, machista, déspota con su mujer (de la que terminó divorciándose) y sobre todo egoísta y orgulloso. John jamás toleró las actitudes y la trayectoria vital de su padre (que apenas aceptó la homosexualidad de su hijo) pero en el ocaso de su vida siente el deber de ayudarle.

El filme refleja excelentemente los sentimientos encontrados y las dudas del personaje del hijo, un hombre condicionado por la imperfecta figura paterna; para ello los abundantes saltos atrás en el tiempo cumplen una función narrativa fundamental que la película explota con maestría yuxtaponiendo de manera casi de espejo con la línea temporal en la que se narran los hechos de la historia. La interpretación de Lance Hendricksen es impresionante y conmovedora con un Vigo Mortensen que también echa el resto en una de las mejores interpretaciones que se le recuerdan. Hay mucha tensión dramática en las escenas entre los dos personajes principales y en las de las reuniones familiares (muchas familias en situación similar probablemente se verán reflejadas) con el momento culminante de la tensa discusión final entre John y Willis. Filmada con delicadeza pero de manera firme y sin edulcorantes este es un drama auténtico muy recomendable para cualquier amante del cine como reflejo de al realidad.

viernes, octubre 16, 2020

NACIÓN CAUTIVA (CAPTIVE STATE)

 

***                                                                                                  

Intento de hacer ciencia ficción inteligente y con mensaje que se queda a medio camino de una obra redonda por culpa de un desarrollo de guión un tanto gélido y con interesantes premisas de las que no llega a explotar casi ninguna. Utilizando el recurso de la invasión extraterrestre y bajo el ropaje de política-ficción la película podría ser más interesante si estuviese disfrazada de trampantojo de serie b y lo cierto es que estamos ante una película de presupuesto limitado pero se toma demasiado en serio y para colmo ese tono no es constante ya que con facilidad se salta de la distopía política con tintes dramáticos al cine de acción (aunque aquí acción en realidad haya la justa) o al thriller bélico más tópico. Eso si, la película se esfuerza en tener su moraleja y en mostrar su parábola de lucha contra un poder dictatorial además extraño al entorno cercano (en este caso seres extraterrestres que invaden la tierra y la someten con al colaboración de un amplio sector terrícola) aunque al final no sea más que un pretexto para centrarse en una historia de los vaivenes de un movimiento de resistencia y todas sus cuitas y avatares internos tomando como referencia el personaje central del joven Gabriel Drummond  (Ashton Sanders), un muchacho de Chicago que quiere continuar el legado de su hermano mayor, el miembro de la resistencia desaparecido Rafe (Jonathan Majors) al tiempo que es tutelado y vigilado por un antiguo conocido ahora colaborador de los alienígenas, el comandante William Mulligan (John Goodman)

Las referencias históricas a la invasión nazi en Europa (especialmente en Francia) y la lucha entre colaboradores y resistentes es más que evidente, aunque en ese sentido la fuente de la analogía es tan manida que hace que todo sea más o menos previsible en el desarrollo de ciertos aspectos de la historia. Los extraterrestres, que son llamados “legisladores” y son idolatrados por los colaboracionistas viviendo un hábitat oculto subterráneo que los humanos tienen que construirles, tienen la apariencia de insectos gigantes y sus intenciones no son claramente especificadas: otro recurso tomado del lore de la ciencia ficción que no lleva a ninguna parte. Pero sería injusto no reconocer en Nación cautiva su efectivo manejo e los tiempos y el montaje, su sugerente estilo visual realista y callejero, el buen hacer de sus intérpretes, su maestría a la hora de elaborar la inquietud ante la distopía y lo efectivo de ciertos momentos, aunque se eche en falta emoción y credibilidad. El cómic y la literatura de ciencia ficción (aquí habría que citar a autores como Alan Moore o Philip K. Dick) son referencias correctamente manejadas que harán las delicias de los amantes de la ficción científica, el público que más disfrutara con este filme. El resto tendrá opiniones encontradas