sábado, febrero 29, 2020

MONOS





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Entre la fábula, el cine bélico, el drama social y la historia de maduración navega este sorprendente y crudo filme, una coproducción entre Colombia y otros países europeos y sudamericanos rodada en el primer territorio por un cineasta que puede dar cosas muy interesantes, Alejandro Landes. Sin apostar por el tremendismo, el sensacionalismo o por los clichés del cine comercial estadounidense la película es capaz de adentrarse en sórdidos terrenos con convicción y consiguiendo narrar una historia fascinante, sólida y poderosa. La crónica de un grupo de ocho adolescentes miembros de una guerrilla paramilitar en una recóndita e indeterminada jungla latinoamericana (probablemente queriendo representar a Colombia pero en realidad no se específica el marco geográfico de la historia como tampoco el móvil exacto de la guerrilla) que lidian con el fanatismo, la confusión mental de la pubertad y la adolescencia, la obediencia militar y sus propios sentimientos es algo más que un relato sobre la pérdida de la inocencia, es una disección de los sentimientos humanos y la maduración personal en un entorno algo más que extremo, casi mortal e infernal. Unas criaturas que han interiorizado que la violencia es su único modo de vida y su forma de actuar tratan a duras penas de ser niños humanos en un ambiente salvaje y fanático. En ese sentido, los muy jóvenes intérpretes resultan totalmente creíbles en este imponente fresco que entre el naturalismo y el simbolismo con pinceladas equívocas de realismo mágico atrapa al espectador enfrentándole con sentimientos extremos. Con elementos cinematográficos y literarios de Akira Kurosawa, Joseph Conrad, Perez-Reverte, Coppola, el binomio Jodorowsky-Arrabal y sobre todo William Golding a cuyo Lord of the Flies se homenajea, pese a irregularidades varias la película resulta una pequeña gema que puede convertirse en filme de culto.


Los ocho chavales guerrilleros mantienen secuestrada a una ingeniera norteamericana, la doctora (Julianne Nicholson) mientras esperan pacientemente las órdenes de sus superiores, se entrenan militarmente, luchan cainitamente entre ellos, se odian, se enamoran y en definitiva viven un sórdido y forzado crecimiento personal aunque algunos se resisten a perder la inocencia y la bondad. El reparto funciona a las mil maravillas con sus jóvenes intérpretes más que brillantes y muchos enfrentándose a difíciles escenas de drama, muerte y violencia. El más conocido de los Monos del comando es Moisés Arias (que encarna al líder Patagrande), establecido en USA y conocido por sus intervenciones en Disney Chanel, pero el resto del reparto teenager -en total cinco chicos y tres chicas-  hace también interpretaciones memorables, en especial el más pequeño Deiby Rueda como Pitufo, un crío que es el primero en sentir remordimientos sobre sus acciones, Karen Quintero como Leidy, que encarna uno de los dos puntos de vista femeninos y con un papel significativo, y Sofía Buenaventura encarnando magistralmente un papel masculino, Rambo, otro de los chavales más pequeños. Escenas Impactantes, momentos oníricos y ambigüos que muestran lo irreal pero cierto de la situación y secuencias de alta tensión dramática - en especial las relativas a los avatares de la gringa secuestrada, quien llega a ejercer de inesperada catalizadora moral de los chicos- engrandecen una película con muchísimos matices y que ha supuesto una garata sorpresa para nuestras pantallas.

lunes, febrero 24, 2020

VIDA OCULTA (A HIDDEN LIFE)




**** y 1/2

Ha sido toda una bendición para cualquier cinéfilo el regreso de Terrence Malick a la dirección - de eso hace ahora más de 20 años con La Delgada Línea Roja (1998)- y su decisión de convertirse en un realizador con periodicidad de rodajes más regular en comparación con su primera etapa en donde las sublimes Malas Tierras (1973) y Días del Cielo (1978) fueron las dos únicas películas que precedieron a la mencionada al principio. Porque con A Hidden Life, Malik ha demostrado una vez más su completo dominio del medio cinematográfico, su condición de autor con mayúsculas y lo que resulta más llamativo, el hecho de que sigue siendo uno de los mejores directores vivos del mundo. Capaz de saltar en sus películas a cualquier coordenada en el continuo espacio-tiempo y con total credibilidad, en esta ocasión Malick se asoma a Europa y concretamente a la Austria de la II Guerra Mundial (anexionada en aquel entonces a la convulsa Alemania nazi) para contar una historia de conciencia y lucha por las convicciones personales desde el prisma introspectivo e intimista imbuido de cierto halo poético que el cineasta acostumbra a usar en sus filmes del siglo XXI. El resultado es una película muy bella y deslumbrante en donde los sentimientos, explicados o intuidos, son los protagonistas y en donde se sujeta toda la trama, la del conflicto interior del campesino austriaco Franz Jägerstätter (August Diehl) que firme en sus convicciones éticas y religiosas decide no alistarse en el ejército nazi alemán y por ello es encarcelado mientras que su familia sufre el hipócrita rechazo del resto de habitantes de la aldea en la montaña y él se enfrenta a un futuro muy negro por desertor.  


Rodada en Austria en coproducción con Alemania, con un reparto de intérpretes germanohablantes y hablado en inglés y en la lengua de Goethe (en la versión doblada en España sólo se dobla la parte inglesa) A Hidden Life es una película tanto de sentimientos como de ideas y en donde el elemento espiritual y religioso ya explotado por Terrence Malick en otras ocasiones está omnipresente, esta vez en su vertiente cristiana católica y con un tono antropológico que el director aplica con maestría: la aldea y el paisaje montañoso austriaco están retratados con una supina belleza pictórica y un cuidado realismo que hace que nos traslademos allí de cuerpo presente, algo en lo que también colaboran el vestuario y dirección artística.  Los silencios, las secuencias ralentizadas, los peculiares flashbacks, todo está dispuesto con perfección relojera y a disposición de la emotividad y la voluntad de conmover al espectador con un drama más que psicológico. La simbiosis entre un soberbio August Diehl y Valerie Pachner, que interpreta a Fani la mujer de Franz, es total y regala elementos dramáticos deslumbrantes. Puede que su excesiva duración- 3 horas- y su lento desarrollo se hagan incómodos para el espectador, pero como experiencia cinematográfica merece completamente la pena. Que grande es Terrence Malick.