sábado, noviembre 13, 2010

MERCADER DEL TIEMPO (y III): EL DESVÍO. Relato de ficción


Él había nacido en aquel mismo pueblo, aquel año, solamente hacía unos cinco meses. Rafael, el hijo pequeño de Eutiquio y Amalia, el séptimo hijo, había visto la luz accidentalmente en la torre de la iglesia, junto a los mecanismos del reloj que se construyó a principios del siglo XX con el dinero de un vecino indiano y que desde entonces nadie se había ocupado en demasía por mantener. Amalia estaba sola en casa aquella tarde en compañía de sus hijos pequeños, ya que Eutiquio había salido al campo, se puso parturienta y cuando salió de la casa sujetándose el vientre y entre gritos solo fue vista por el sacristán, al que no se le ocurrió mejor cosa que llevarla a la iglesia. Pero Don Cesáreo estaba dando la misa de las siete, y entonces Servando, que era así como se llamaba el sacristán, avisó a una niña que estaba oyendo la misa para que avisase a la comadrona mientras trataba de llevar a Amalia a la sacristía, pero con el nerviosismo se equivocó de puerta y entraron en la torre de la iglesia. Una vez allí, no había marcha atrás, el niño estaba a punto de salir, y Servando se llevó a Amalia a lo alto de la torre, junto al reloj. La comadrona no tardó en llegar, y el pequeño Rafael tampoco. Ahora, meses después la misma persona estaba aquella madrugada en el pueblo duplicada, durmiendo como bebe en una cuna y también hablando con las autoridades del lugar como adulto.
     
En sus viajes en el tiempo, en el tiempo futuro a su “muerte”, Rafael había visto como su nombre se había borrado: nadie le recordaba, nadie sabía del habilidoso y genial español que diseñaba relojes para una firma suiza y ni tan siquiera había noticia alguna de que sus relojes hubiesen existido nunca. Ni él había existido. Sí en cambio su familia, la mayor parte de ella muerta en la guerra civil a causa de un pelotón de fusilamiento que entró en la aldea como simple represalia para ajustar las cuentas con un joven alcalde socialista que procedente de otra aldea había llegado a  la alcaldía en 1933, después de una sucesión de fugaces alcaldes que comenzó cuando el que fuera durante 5 años alcalde de la localidad, un hombre más bien conservador, dimitiese de su cargo y se trasladase a otra aldea tras la desgraciada muerte por tuberculosis de su esposa a finales de 1930. Rafael, el relojero mercader del tiempo, sabía que con un alcalde escorado a ideas no muy progresistas, el ejercito nacional nunca hubiese entrado en el pueblo en 1937 buscando a ningún alcalde rojo que, sin ellos saberlo, había huido días antes, y que ante su ausencia, los soldados decidiesen dar muerte en el paredón a varios vecinos como si de una vulgar pataleta se tratase. Aquel día, el pequeño  Rafael, con siete años de edad, perdió a su casi toda su familia salvo, entre otros, a su hermano mayor Tomás, que se encontraba de aprendiz de bolsero en la capital.   


Eran ya las cinco de la mañana, y el médico Don Marcial Núñez había administrado la extraña inyección de aquel supuesto medicamento prodigioso a la mujer enferma del alcalde, siguiendo las indicaciones del mercader del tiempo. Según Rafael, la mujer mejoraría en unos días y se libraría de una muerte segura que ocurrió en su pasado y ocurriría en el futuro de no ser por su intervención.  Cuando el médico se trasladó a casa del alcalde, le acompañaban todos los que estaban reunidos en la sacristía unos instantes antes. El alcalde estaba sumamente agradecido a aquel ser que ahora volvía a tener su cabello y barba blancos y que al principio todos pensaban que se trataba de un loco. La comitiva volvió a la sacristía de la iglesia. Estaban todos menos Tomás, que se había quedado a ayudar a los hijos del alcalde a restablecer el orden en la casa.   
- Ahora me imagino que ya con esto se ha solucionado el asunto- dijo el doctor Núñez-  ¿Así nuestro pueblos e encuentra ya a salvo?   
Rafael, que se encontraba sentado sobre un taburete, con el rostro serio e impasible y sin mediar palabra, se levantó y se dirigió hacia un gran espejo que se encontraba al fondo de la estancia. Se puso frente a el, se quitó el gorro y se levantó la parte de la melena que le caía por su hombro izquierdo y que ahora tenía un tono grisáceo, descubriendo una mutilada en la parte superior de su pabellón. Rafael no pudo contener una expresión de sorpresa e incredulidad que convirtió su rostro en una grotesca máscara de desesperación que no atinaba a articular palabra. El resto de concurrentes se asustó al ver como aquel hombre que se había mostrado sereno, fuerte, decidido e impasible durante todo el día ahora parecía un ser asustado e indefenso, tocándose tembloroso su deformada oreja ante el espejo. Se volvió encolerizado ante el resto 
- Esta herida la he tenido durante años y años- dijo con una mezcla de ira y tristeza- me la hicieron unos compañeros cuando yo tenía 10 años en un hospicio de Auxilio Social, en 1940. Con el pasado cambiado, yo no debería haber estado incluso y nunca me hubieran hecho esa herida - el resto de asistentes miraba sin saber que decir- no se ha alterado el pasado, por lo que veo… y el futuro seguirá igual ¿que ha pasado?
Unas voces se oyeron en la calle. Asemejaban gritos, pero al oírlos mejor era evidente que se trataba de una mezcla de gritos, lamentos y llanto. Todos salieron de la iglesia y se encaminaron a donde venían los gritos, observando como a medida que se aproximaban a donde los lamentos eran más audibles las calles tenían más y más gente que habían salido súbitamente de sus casas para averiguar que era lo pasaba.  Un nutrido corro se encontraba a las puertas de la casa del alcalde, rodeando a una de sus hijas, sentada, llorando en el suelo, sujetando el cuerpo inerte y con la camisa cubierta de sangre de un niño de unos nueve años, el hijo pequeño del alcalde. Otro  adolescente y una niña lloraban desconsolados ante la escena, los cuerpos contra la fachada de la casa. Todos los que les observaban tenían expresiones de asombro y de tristeza, llorando, cuchicheando, dirigiendo a ratos su mirada a una figura que se encontraba unos pasos atrás, en una esquina envuelta en penumbra, llorando sentada  con la cabeza metida entre las piernas. Era Tomás.


- ¡Lo ha matado, lo ha disparado!- la hija mayor del alcalde, de unos quince años, gemía ante el cadáver de su hermanito- ¡con esa pistola rara!
  Tomás, entre sollozos, se levantó y se dirigió ante la escena. Llevaba algo en la mano.  Los lugareños miraban al joven, rabiosos y compungidos. El alcalde se había precipitado ante su hijo muerto, sobre el cual comenzó a llorar. Rafael introdujo su mano en la bolsa, como tratando de buscar algo. Su rostro no tardó en palidecer.
- ¡Ha sido sin querer!- gritó Tomás- ¡yo solo les estaba enseñando la pistola de este señor, que es mi hermano pequeño, y se me disparó!
- Es cierto lo que dice. Ha debido de coger la pistola cuando estábamos atendiendo a la esposa del alcalde. Por favor, no le hagan nada…puede que haya sido una irresponsabilidad de su parte coger el arma, pero en realidad  todo es culpa mía.
Eran más de las seis de la mañana y todo el pueblo estaba ahora en la calle. Dentro de menos de dos horas, la iglesia volvería a reanudar las campanadas.  El cura y el médico se miraron entre sí, ya sabían lo que iba a ocurrir. La desolación solo se había alejado de la familia del alcalde durante unas horas, ahora había vuelto y el futuro la había traído. El alcalde se iría desolado del pueblo y entonces el transcurso del tiempo seguiría el camino trazado. Ya no había salvación, Rafael, el hijo menor de Eutiquio nacido hacía apenas unos meses, había fracasado. El mercader del tiempo, el viajero de los años, no había conseguido salvar a nadie, ni a si mismo, y su propio hermano, el hombre que le había fabricado una herramienta que le iba a ser  muy útil, tenía parte de culpa.   
- La única esperanza es una alteración caótica. - los aldeanos no entendieron las para ellos extrañas palabras de Rafael- Por favor, maten al bebé. Al hijo pequeño de Eutiquio. Mátenme


El susto, el miedo y la sorpresa impidieron a los lugareños articular palabra alguna durante un tiempo. Amalia, la esposa de Eutiquio se había llevado las manos a la boca al oír esto.
- No podemos hacer eso- dijo Don Cesáreo- No podemos matar a un niño indefenso. Lo mejor que puede hacer usted ahora es marcharse, abandonarnos.
- Eso no arreglará nada. Vayan a donde el niño y ahóguenle con una almohada. Así yo no existiré nunca. Esto puede que no sirva para nada y no altere un ápice del futuro, pero quien sabe. Es el caos, y es imprevisible. Por lo menos, así terminará mi sufrimiento, de lo contrario tendré que seguir vagando por el tiempo hasta encontrar una solución que cada vez es más difícil.  
Tomás se acercó a su hermano y le entregó la pistola. 
- No te vamos a matar, tú y yo vamos a sobrevivir, pero te prometo que yo voy a hacer todo lo posible por salvar a padre, a madre, a los hermanos y a este pueblo.
Un hijo del alcalde intervino:
- No vamos a decir nada a nadie, no vamos a decir que usted estuvo aquí y que Tomás mató a mi hermano por accidente.
Los lugareños asintieron al oír esto. Rafael negó con la cabeza.
- No va a ser suficiente. Si no lo hace ninguno de vosotros, entonces lo haré yo. A mí como mercader del tiempo no se me puede matar. 
- Ni se te ocurra…- Eutiquio miró desafiadamente a su hijo
Rafael, el mercader del tiempo, miró con tristeza a su familia, a l resto de habientes del pueblo, a las casas de la aldea, a la iglesia con su reloj.
-  Puede que yo cometiese un error. O que el tiempo no se pueda controlar en ningún caso. Puede que sea imposible burlar y  controlar el tiempo, incluso para aquellos que ya no vivimos conforme a sus normas. Las manecillas vuelven a moverse a descontroladas, el viaje continúa
Dicho esto, la figura de Rafael se volatilizó

 

Eran ya las seis y media de la tarde, cuando por fin encontraron una gasolinera tras muchos kilómetros recorridos. El GPS estaba desactualizado e hizo perderse durante un buen rato a los tres ocupantes del coche, bastante perdidos ya de por si en unas carreteras que no conocían prácticamente nada. En la gasolinera, preguntaron donde se encontraba aquel pueblo sumergido por un pantano, y les respondieron que estaría a unos 10 km, aunque tendrían que coger un desvío por una carretera comarcal. La obsesión de Raquel era ver de nuevo el pueblo natal de su abuelo Tomás, o mejor dicho, lo que quedaba de él. Ella lo había visto de niña un par de veces, pero ahora quería enseñárselo a su marido y a su hija de cuatro años. Raquel nunca conoció a su abuelo, que falleció cuando su padre era aún muy joven, y tenía de él una imagen muy mitificada, ya que sabía que fue el único superviviente de una familia fusilada en la guerra y que se hizo a si mismo como fabricante de bolsas, carteras y otros objetos de cuero.
- Mira, Manu, esa es la comarcal, el pantano estará ya cerca. Ya me parece que estoy viendo el campanario de la iglesia. ¡Mira, Joana, una iglesia en el agua! ¡Qué guay!, ¿verdad?   

Se iban aproximando al pantano en medio de un paraje agreste y silencioso. Avanzaron por la descuidada carretera en donde no transitaba ningún otro vehículo. Tampoco se veía a ninguna persona cerca, hasta que vieron caminando por la carretera a alguien.

El caminante iba vestido con una larga chaqueta de tono pardo que llevaba prácticamente abrochada pese al calor que hacía. Sobre la cabeza llevaba un sombrero pequeño y extraño de color ocre, casi como una capucha, aunque no formaba parte del abrigo. Aquel hombre parecía un anciano ya que su barba era blanca y su pelo también lo era. Caminaba ayudado por un bastón y cuando lel coche pasó delante de él Raquel y Manu contemplaron como su mirada permanecía perdida mirando a algún punto indeterminado con el rostro serio y preocupado. Pararon el coche y se dirigieron al caminante.
- ¡Oiga!, ¿A dónde se dirige?


FIN

martes, noviembre 09, 2010

El aparatito de Lumiere- HÉROES



****

La sorpresa agradable del año en lo que al cine español se refiere. Porque esta modesta y pequeña producción catalana, que en la primavera de este año tenía problemas para encontrar distribuidora, es un filme sentido, entrañable y hecho con sumo cariño y entusiasmo. Un filme que trata de recuperar el espíritu del cine infantil y preadolescente de los años ochenta con una historia precisamente enmarcada en esa década y un claro componente nostálgico y revivalista que trata de lanzar un guiño a la generación de nacidos y nacidas en la década de los 70 y que en los 80 fueron niños o adolescentes, una generación que creció con películas como E.T, Los Goonies, La Historia Interminable, Indiana Jones o Cazafantasmas, con series de televisión como El Coche Fantástico, El Equipo A o V y con las bicicletas BMX, los videojuegos digitales de bolsillo, las zapatillas nike o las calcamonías. El director Pau Freixas, de la quinta del 73, se marca un esplendido y muy personal melodrama-comedia teóricamente dirigido al público infantil pero que será más apreciado en toda su intensidad por los treintañeros, que seguro que verán reflejada alguna parte de su infancia o pubertad en este bonito filme. Tomando como sujeto central de la historia un grupo de chavales de entre 11 y 13 años y con la referencia engañosa de filmes ochentenos de pandillas de críos como Los Goonies o Cuenta Conmigo  (y por que no, la serie Verano Azul) la película se estructura a través de una sencilla historia transtemporal que termina por enganchar y entusiasmar al espectador más exigente hasta llegar en los minutos finales a un torrente de emociones sencillamente espectacular.

Héroes comienza en la época actual con el casual encuentro en la carretera entre un ejecutivo (Alex Brendemühl)  que se dirige con su coche a una importante reunión y una mochilera extrovertida y buenrrollista (Eva Santolaria) que esta haciendo un trayecto a pata, ambos de treintaitantos años y a los que la cara del otro les recuerda a alguien que conocieron tiempo atrás. Comienzan los recuerdos y estos nos llevan a 1986 en una pequeña localidad de veraneo en la costa catalana en donde se encuentran cuatro chavales y una chavala, conocidos la mayoría desde veranos atrás (casi todos visitantes estivales en el pueblo) y que se disponen a participar en una carrera de vehículos caseros  entre cuadrillas de chavales, cuyo premio es quedarse durante un tiempo con una vieja cabaña en lo alto de un árbol, que según dicen en el pueblo, tiene la propiedad de hacer los deseos realidad. Las ilusiones de los niños para ganar la cabaña y asuntos como los primeros amoríos contrastarán con la cruda realidad circundante, ejemplificada en el drama de Javi, que desea que su padre recién divorciado vuelva junto a él, su madre y su hermano, al tiempo que no sabe que actitud tomar ante el novio de su madre, que por vez primera acompaña a la familia en sus vacaciones y que para él es todo un extraño. Presente y pasado, recuerdos y lecciones aprendidas se entrecruzarán en las dos historias que nos presenta este filme, en donde si bien se hecha de menos un componente dramático más trabajado y menos edulcorado, la unión de todas piezas se antoja efectiva.

Es cierto que se podían eludir ciertos tópicos manidos (primeros amores, el siempre recurrente personaje del chaval rechazado) y que sobra cierto tono de homenaje un tanto evidente y simplón (el cine del primer Spielberg, algunos clásicos generacionales del cine y la tele), pero la película es algo más que un filme nostálgico, es un canto a la amistad y dentro de esta, a aquella que se forja en la inocencia, en la infancia y que a la postre crea algunas de las amistades más duraderas y eternas. “No os deis prisa por crecer” se dice al principio de la película: no puede ser más claro el mensaje que Freixas lanza, que su generación (la mia también), siempre tendrá una deuda con su infancia feliz y todos sus tótems (pelis, cómics, música, objetos de consumo) que de alguna manera han forjado su carácter en la edad adulta. Todo es creíble en Héroes  gracias a una perfecta ambientación de los ochenta en donde no faltan los donuts, ni los tigretones, los chicles Cheiw, las BMX, las cintas de Cassette y la música tecno (se pueden oír dos entrañables temas de Alphaville, uno de ellos en un momento crucial de la película). Los intérpretes infantiles Ferrán Rull, Alex Monner, Mireia Vilapuig, Marc Balaguer, Nerea Camacho y Joan Sorribes (este último afectado por el síndrome de Down) están que se salen, aunque sus voces en la versión castellana - la peli esta rodada en catalán- en la mayor parte de los casos no sean las suyas.  Los adultos (Lluis Homar, Alex Brendemühl, Eva Santolaria y una excelente Emma Suarez) hacen también un estupendo trabajo, y el director, Pau Freixas, demuestra ser un nombre a tener en cuenta en el futuro. Una película muy agradable, emocionante y conmovedora como pocas se pueden ver últimamente.  

domingo, noviembre 07, 2010

Mis 50 discos que te cagas (11): THE BEATLES – THE BEATLES (THE WHITE ALBUM) (1968)


Un año más, The Beatles seguían en la cima del mundo. Eran los últimos compases de los sesenta, y libres de las ataduras de las giras, se permitían estirar su creatividad al máximo, como habían demostrado en 1967 en Sgt. Pepper y Magical Mistery Tour su proyecto de telefilme y disco. A principios de 1968, el cuarteto estuvo en su famoso retiro espiritual en la India periodo en el cual comenzaron a escribir algunas de las canciones que conformaron este álbum. La época más psicodélica parecía haber pasado y ahora los Fab Four deseaban hacer canciones instrumentalmente no muy complejas pero experimentando con toda clase de ritmos (muchas veces novedosos) y estilos, siempre siguiendo un patrón de inmediatez sonora y en ocasiones de timón  acústico. De vuelta al Reino Unido, los chicos fundaron su compañía de comunicación Apple Corps y entre mayo y octubre anduvieron yendo y viniendo de Abbey Road tratando de dar cuerpo a un LP que al fin resultó largo, larguísimo: 30 canciones en total que serían divididas en dos discos en lo que iba a ser uno de los primeros álbumes dobles de la historia del rock, tras el Blonde on Blonde (1966) de Bob Dylan, el primer gran LP doble de la historia. Las sesiones de grabación fueron eternas además de tensas y accidentadas, principalmente por la presencia de la novia del ya divorciado  John, la artista multidisciplinar japonesa Yoko Ono. Los malos rollos comienzan a aparecer entre John, Paul, George y Ringo, de hecho Ringo de abandonó brevemente la banda (sin la opinión pública enterarse de ello) en mitad de la grabación del álbum debido a que no se sentía a la misma altura creativa de sus compañeros.

En prácticamente todas las canciones del disco el formato cuarteto no existe, casi todas fueron grabadas por los miembros por separado y muchas veces con solo un  Beatle en la versión final de la canción –en otras ocasiones se mezclaron las aportaciones grabadas por separado- o con dos o tres, pero muy pocas veces los cuatro juntos.  Además, por vez primera, músicos ajenos a la banda hicieron contribuciones instrumentales significativas en algunas canciones. El disco no tuvo título por deseo de la banda, ya que el resultado final fue tan espectacularmente variado, completo y al fin y al cabo grandioso, que ponerlo un título que condensase su esencia era harto difícil. El inusual color blanco de su voluminosa carpeta doble bautizará oficiosamente al disco como “El álbum blanco” o El Doble Blanco”

Los Beatles pese a sus emergentes problemas internos, se encontraban en un momento creativo realmente dulce y ya por separado cada uno de ellos (con Ringo en una bastante menor medida) eran compositores e intérpretes con marcada personalidad. Parieron para el álbum canciones como churros que además eran grandes canciones y todas ellas siguiendo todos los estilos del rock existentes hasta el momento. A fin de cuentas un álbum ambicioso y que mostraba la grandeza de un grupo en la cumbre de su madurez artística. El White Album es un fanta´stico cajón de sastre beatleliano en que se puede encontrar de todo, desde rock and roll semiclásico (Birthday) hasta hard rock pre metálico mucho más avanzado que lo que podían hacer grupos como The Who (Helter Skelter) y que se anticipaban a Black Sabbath o Led Zeppelin, pasando por momentos folk, bluesisticos, cabareteros, infantiles o incluso experimentales. Al haber compuesto y grabado el disco de manera casi individual y fragmentada, los cuatro Beatles fueron más multinstrumentistas que nunca y en ese sentido se lucieron como músicos más que en ningún LP anterior. John mostró  preferencia por temas instrospectivos y medios tiempos (apuntes de su futura carrera en solitario) y Paul enseñó su enorme eclecticismo y versatilidad, desde la balada acústica al pop naïf pasando por el Pop- Rock californano hippie, como en Back in the USSR, el pegadizo tema rockista con armonías vocales a lo Beach Boys que abre el disco. Los dos líderes de la banda se repartieron la tarta prácticamente a partes iguales y por separado, con alguna confluencia ocasional (la divertida Birthday), mientras que George aportó cuatro composiciones de alto calibre ye incluso Ringo Starr se estrenó en solitario como compositor con la semi country Don´t Pass Me By y no lo hizo nada mal.       
 
En The Beatles predomina el tono rockista, crudo y eléctrico en favor del popero, resultando igual de rockeramente evocadores temas ejecutados de manera acústica como Revolution 1- que tuvo un previa versión single eléctrica-  como los marasmos de guitarra y batería de Helter Skelter, con Paul gritando cual chillador negroide.  El poso Blues Rock (ritmo muy en boga en la época) esta casi omnipresente ya bien sea en Paul (Why Don´t We Do It in The Road? ) como en John (Yer Blues, Happiness is a Warm Gun). Hay baladas y medios tiempos para todos los gustos, desde el intimismo minimalista lennoniano (Julia, Dear Prudence, Cry Baby Cry) hasta la vertiente folkie acústica (Mother Nature Sun, la primera canción ecologista de la historia o Blackbird, ambas con un sentido e inspiradísimo Paul McCartney), pasando por aciertos de George Harrison como la delicada Long, Long, Long o la ya clásica While my Guitar Gently Weeps con el mismísimo Eric Clapton haciendo el solo de guitarra. Y no se vayan todavía aún hay más: proto funk (Savoy Truffle), pop naïf infantil (Ob-La-Di, Ob-La-Da), folk imitando a Bob Dylan (Rocky Racoon, con Paul en el papel de un trasunto del de Minnesotta), pop-rock enérgico (Glass Onion), pop melodramático (Sexy Sadie) o las cada vez más habituales conexiones de Paul con el music hall y las músicas populares antiguas (que tan poco gustaban a John) en piezas inspiradas como Martha My Dear o la gramolística Honey Pie.   

La presencia de Yoko Ono en el estudio (intervino en las sesiones) y el creciente interés de John Lennon en las vanguardias musicales del momento (minimalismo, John Cage) por influencia de la nipona hicieron que como penúltimo corte del LP se grabase Revolution 9 , una extravagante pieza de música concreta construida a través de un collage de diferentes sonidos. Y cerrando el álbum, la entrañable Good Night, un tema a lo crooner de los 40 coros y orquestaciones incluidos compuesto por John como nana para su retoño Julian y estupendamente cantado por Ringo.

El White Album es toda una pasada. Los Beatles parecían no tener límite, pero estaba claro que algo estaba pasando entre ellos. Aunque en su relación comenzó la cuesta abajo, aún les quedó tiempo para seguir haciendo obras maestras en el año siguiente y para seguir siendo el mejor grupo del mundo. Si a alguien tiene alguna duda de la grandeza de los Beatles, que escuche este disco.


FICHA TÉCNICA

Géneros: Pop Rock, Blues Rock, Folk Rock, Pop, Rock and Roll, Hard Rock, Cabaret, Música Concreta, Crooner
Publicación: noviembre 1968
Sello original: Apple
Producción: George Martin
Duración: 93:35 (dos álbumes)
Músicos:
John Lennon: voz, coros, guitarras, bajos, piano eléctrico, piano acústico, Hammond, harmonium, melotrón, batería, percusión, harmónica, saxo, cintas, loops de cinta, efectos de sonido, efectos electrónicos
Paul McCartney: voz, coros, guitarras, bajos, piano eléctrico, piano acústico, Hammond, cascabeles, pandereta, palmas, batería, percusión vocal, flautín, cuerno, efectos de sonido.
George Harrison: voz, coros, guitarras, bajos, Hammond, batería, percusión, efectos de sonido
Ringo Starr: batería, percusión, piano eléctrico, cascabeles, voz, coros.
George Martin: arreglos de orquesta, cuerda, metal y clarinete, dirección de orquesta
Eric Clapton: guitarra principal en While my Guitar Gently Weeps
Mal Evans: coros y palmas en Dear Prudence, palmas en Birthday, trompeta en Helter Skelter
Yoko Ono: coros y palmas en The Continuing Story of Bungalow Bill, voz hablada, cintas y efectos de sonido en Revolution 9, coros en Birthday
Ted Barker, Leon Calvert, Bernard Miller, Alf Reece, Stanley Reynolds y Tony Tunstall: metales en Martha My Dear
Leo Birnbaun y Henry Mierscough: viola en Martha My Dear
Fred Alexander: violoncello en Martha My Dear
Bernard Miller, Dennis McConell, Lou Surfier y Les Madox: violines en Martha My Dear
Jack Fallon: violín en Don´t Pass me By
Reginald Kilby: violoncello
Henry Datyner, Eric Bowie, Norman Lederman y Ronald Thomas: violines en Glass Onion
Eldon Fox: violoncello en Glass Onion
Jon Underwood y Keih Cummings: violas en Glass Onion
Harry Klein: saxo
Dennis Walton, Ron Chamberlain, Jim Chest y Rex Morris: saxos en Honey Pie
Raymond Newman y Morris Smith: clarinete en Honey Pie
Art Elefson, Danny Moss, Derek Collins, Ronnie Ross y Bernard George: saxos en Savoy Truffle
Pattie Harrison, Jackie Lomax, Maureen Starkey: coros
The Mike Sammes Singers: coro en Goodnight
Chris Thomas: melotrón, clavicordio, piano


Track listing

1- Back in the USSR
2- Dear Prudence
3- Glass Onion
4- Ob-La-Di, Ob-La-Da
5- Wild Honey Pie
6- The Continuing Story of Bungalow Bill
7- While My Guitar Gently Weeps
8- Happinnes is a Warm Gun
9- Martha My Dear
10- I´m So Tired
11- Blackbird
12- Piggies
13- Rocky Racoon
14- Don´t Pass Me By
15- Why Don´t We Do It In The Road?
16- I Will
17- Julia
18- Birthday
19- Yer Blues
20- Mother Nature´s Son
21- Everybody´s Got Something to Hide except Me and My Monkey  
22- Sexy Sadie
23- Helter Skelter
24- Long, Long, Long
25- Revolution 1
26- Honey Pie
27- Savoy Truffle
28- Cry Baby Cry
29- Revolution 9
30- Good Night