sábado, enero 01, 2022

EL CONTADOR DE CARTAS (THE CARD COUNTER)

 



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Al veterano Paul Schrader, guionista que fue de Taxi Driver y director de pequeños clásicos como Amercan Gigoló (1980) o Mishima (1985), se le daba artísticamente por muerto después de un puñado de filmes mediocres en los 2000 y 2010 pero con esta nueva cinta ha protagonizado una inesperada resurrección que nos recupera aquel cine oscuro y con mensaje (casi siempre desolador) con el que se convirtió, tanto en su faceta de guionista como en la director o compatibilizando ambas, en uno de los cineastas de culto de los 70 y 80. Este thriller-drama excelentemente construido posee muchos ingredientes de gran película: planteamiento fuera del aparente punto de partida del filme que termina adueñándose de la trama, personajes al límite que actúan de manera inesperada, un entorno más bien poco reconfortante, y ciertos giros de guión que van más allá del mero efectismo que por desgracia abunda en muchos filmes actuales. Y la verdad es que es una gran película que demuestra que Schrader sigue siendo un maestro cuya filmografía aunque irregular sobre todo en los últimos años merece mayor reconocimiento del que se le suele otorgar.

 En The Card Counter nos reencontramos con el modelo de personaje favorito del cineasta, el solitario perdedor de enigmático comportamiento y motivación que inevitablemente remite al Travis Bickle de Taxi Driver (que no se nos olvide que Scorsese produce también este filme de su amigo) y que en esta ocasión es un ex convicto militar reconvertido en tahúr profesional, Will Tell, interpretado con fuerza por ese excelente y versátil actor que es Oscar Isaac. Tell, que ha hecho del juego de cartas, el cual domina con maestría, su medio de vida recorriendo diferentes casinos se reencuentra inesperadamente con su oscuro pasado a través del joven Cirk (Ty Sheridan) quien le propone ayudarle a vengarse de un coronel retirado (Willem Dafoe) que arruinó la vida de su padre y la de su familia. El juego de moralidad entre los personajes principales incluyendo la ambigua Lalinda (Tifffany Haddish) es el nudo gordiano del filme: personas que acceden a vivir fiera de la ética sin preocuparse por sus consecuencias ya que albergan la convicción de que todo saldrá bien a no ser que otras persona haciendo lo mismo den al traste con todo. El aspecto psicológico es pues el motor de una historia de violencia, venganzas y grito desesperado contra la injusticia que también alberga denuncia politicosocial y antibélica plasmada en el sórdido mundo de los interrogatorios militares estadounidenses. Escenas impactantes y una fotografía realista con momentos plásticamente deslumbrantes ilustran una historia muy bien trazada y sorprendente. Un reencuentro con un cine crudo y comprometido que creíamos haber perdido.