martes, julio 07, 2009

El aparatito de Lumiere - LA CAJA DE PANDORA (PANDORANIN KUTUSU)


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Brillante drama turco centrado en un tema tan complicado como son las relaciones familiares (complicadas), con el trasfondo de un conflicto omnipresente y el de la enfermedad de Alzheimer. Esta claro que con esta premisa la película no es precisamente la alegría de la huerta, pero su visionado bien merece la pena. La Caja de Pandora, Concha de Oro en el festival de Donostia, 2008, pone de manifiesto una vez más que el cine turco es capaz de competir en cuanto a calidad con otras cinematografías europeas, ya que no faltan temas interesantes, medios técnicos y cineastas competentes, como es el caso de la directora de esta película, Yesim Ustaoglu. La historia comienza cuando tres hermanos entre 40 y 50 años, dos mujeres y un hombre, viajan desde Estambul hasta una aldea perdida en las montañas para buscar a su madre de 90 años, al cual ha desaparecido del pueblo sin dejar rastro. Tras encontrarla, se le diagnóstica Alzheimer y sus tres hijos deciden llevarla a al ciudad, aunque no tienen muy claro con quien vivirá y como cuidarla. La estancia de la viejilla con sus vástagos será difícil y hará que salgan a la luz en toda su crudeza todos los problemas de los tres hijos: la delicada situación matrimonial de la hija mayor y sus problemas con su único hijo, un joven universitario metido en mil problemas, la soledad sentimental de la mediana, una profesional de éxito sin tiempo para nada, y la falta de rumbo del pequeño, un cuarentón desempleado y contracultural. También saldrá a la luz el pasado de la anciana, clave para entender toda la situación familiar.


La película cuenta un problema que es extensible a cualquier país o cultura y que va más allá de los percances de la vejez para mostrarnos situaciones desesperadas de gente de diferentes generaciones. Al final, la curiosa complicidad que se establece entre abuela y nieto es señal de que no hay mucha diferencia en determinadas situaciones. Tsilla Chelton, la actriz francesa que da vida a la madre del clan, ganó la Concha de Plata a la mejor actriz en el Festival de San Sebastián, premio muy merecido. Emocionante drama hecho con inteligencia, sensibilidad y buen hacer que en este momento es de lo mejor que se puede ver en al cartelera.

domingo, julio 05, 2009

LAS ASOMBROSAS AVENTURAS DE VICENTE BLANCO, EL METALÚRGICO QUE CORRIÓ EL TOUR


¿Quién fue Vicente Blanco “El Cojo”?, el primer ciclista nacido en el Estado Español que corrió el Tour de Francia, en 1910? Su curiosa leyenda, moralizante fábula del triunfo de la voluntad de un sencillo muchachote bilbaíno, currela en varios empleos y aquejado de una discapacidad en los dos pies, que llegó a ganarse la vida en varios deportes destacando especialmente en el ciclismo, es una incompleta y un tanto desordenada miscelánea de anécdotas, donde falta bastante información, hecho que ha dado lugar muchas veces a la fabulación sobre el personaje. Este era Vicente Blanco, “El Cojo” (1884-1957)



Un superhéroe en Deusto


El barrio bilbaíno de Deusto vio nacer a Vicente Blanco (se desconoce su segundo apellido). Como un personaje de Charles Dickens comenzó a trabajar en su adolescencia para huir de la pobreza. El sector naval fue el primero que conoció cuando con 13 o 14 años comenzó a trabajar de pinche de cocina en un Barco. Más tarde ejercería de palero en embarcaciones, cometido que le proporcionó un físico fornido al tiempo que, cual marino nacido de la pluma de Joseph Conrad, conocía mundo y se quedaba prendado de las bicicletas que veía en los puertos, vehículo que tiene oportunidad de probar cada vez que pisa tierra firme. Eran los primeros años del siglo XX, Vicente aún no era El Cojo y aún no tenía 20 años.


Fue precisamente en 1904, cuando nuestro protagonista tenía 20 años, cuando el destino le brindó a Vicente una oportunidad al principio con máscara de desgracia, y que le permitió entre otras cosas utilizar la bicicleta como una auténtica prolongación de si mismo, ni más ni menos. Vicente entró a trabajar aquel año en la siderúrgica, La Basconia, en Basauri, Bizkaia, ya que se había cansado de la errante vida en la mar. Tras una aparatosa caída desde el último piso de una construcción al poco tiempo de comenzar a trabajar como metalúrgico, de la que salió ileso, sufrió un escalofriante accidente laboral al seccionarse literalmente el pie izquierdo desde el talón hasta los dedos, al entrarle una barra de metal incandescente en el pie. Los músculos quedaron seccionados, con su pie agujereado, pero él siguió trabajando pasado un tiempo de recuperación. Unos dos años más tarde, Vicente Blanco se encuentra en otra empresa vizcaína del metal, la Euskalduna, donde sufre otro desagradable accidente en el pie derecho, el cual perdería todos los dedos de dicho pié. A partir de ese momento, fue conocido como El Cojo y tuvo que abandonar Euskalduna por incapacidad para aquel trabajo. Con dos pies prácticamente inútiles, el muchacho tenía dificultades obvias para desplazarse o pasear, por lo que empezó a usar el vehículo con el alcanzaría la gloria, la bicicleta. Estos acontecimientos que cambiaron para bien y para mal la condición física de Vicente, parecen sacados del origen de algún superhéroe del cómic.



El sportman cojo del muelle


Vicente “El Cojo”, con 22 años era pese a su desgracia un chaval animoso que decidió practicar deporte para superar su discapacidad. Bilbao, a finales de la década de 1900, era una de las localidades de España más avanzadas en esta cosa que habían traído los ingleses hacía unos años y que era el Sport. Ya tenía el mejor equipo de Football de la península del momento, el Athletic Club, y en la capital vizcaína y alrededores se practicaba con fruición -además de deportes autóctonos como pelota, remo, o juegos rurales- cosas como el golf, boxeo, la gimnasia, la natación, el atletismo y las carreras de bicicletas, el ciclismo. Este último sport, era más de franceses que de ingleses, pero una sociedad anglófila como era la bilbaína a principios del XX no hacía ningún asco a un deporte que comenzaba atraer a numerosos jóvenes, entre ellos a Vicente. Sobre su primera bicicleta en propiedad, la cual comenzó a usar una vez abandonase el sector siderúrgico, hay diferentes versiones: se dice que la halló en un basurero, abandonada y desvencijada, y que la reparó él mismo con mimo y esmero, como un Gepetto convirtiendo un pedazo de madera en Pinocho; pero también se cuenta que la compró de segunda mano (también desvencijada y oxidada) a una trapera y que estuvo varios meses intentándola reparar. Sea como fuere, ambas versiones coinciden en que la destartalada bici carecía de neumáticos, y que a falta de medios económicos para comprarlos, Vicente colocó unas cuerdas gruesas de amarrar barcos.


En aquella época, la minusvalía no impidió a nuestro protagonista abandonar la actividad laboral y se empleó como pescador de angulas y como botero transbordador de personas, en el bilbaíno muelle de Olaveaga. Se dice que Vicente montó en aquel bote un minigaraje donde reparó su bicicleta, que se había convertido en la sustituta de sus maltrechos pies. No obstante, aquellos empleos no daban económicamente para mucho. Vicente se entrenaba a diario en su bicicleta y se había convertido en un sportman contumaz, capos incluso de correr a pata a gran velocidad a pesar de su cojera de dos piernas, y de nadar a gran velocidad. Por entonces ya había deportistas “profesionales”, que vivían de las ganancias en apuestas, aunque fuese esta actividad deportiva profesional poco más que una loca aventura propia de jóvenes tarambanas, puesto que para la mayor parte de los deportistas de principios del S. XX el deporte debía de ser Amateur. El Cojo, pese a todo, quiso ser deportista profesional, el era un aventurero, un joven y humilde obrero que buscaba ganarse la vida como fuese, y si era realizando su actividad favorita, el deporte, mejor que mejor.


Sea como fuere, antes de decantarse definitivamente por las carreras ciclistas, Vicente probó suerte con la natación y fue campeón de alguna que otra competición. Siguiendo su vocación marina bogó en regatas de bateles y según las crónicas también quedó campeón. Nos e sabe si es del todo cierto, pero pese a su brutal cojera compitió en carreras pedestres, quedando una vez subcampeón y ya con al condición de federado, gracias a la Federación Atlética Vizcaína, el organismo que en la década 1900 agrupaba prácticamente a todos los deportes existentes, sin distinción. Al parecer, incluso hizo pinitos boxísticos, aunque no se sabe si esto fue cierto o no. En todo caso, su triunfo con la bicicleta aún no había llegado.



El ciclista que “volvió de la muerte”


Los triunfos de El Cojo en las carreras pedestres debieron dejar boquiabiertos a los mandatarios de la Federación Atlética Vizcaína (FAV), que no se explicaban como aquel “semi inválido” podía correr tanto, ser tan resistente y pedalear con tanto ahínco aquel simulacro de bicicleta que se había agenciado. Posiblemente fuese hacia 1906, con 22 años, cuando solicitó a la FAV federarse y participar en carreras “a pie” y ciclistas que al Federación organizaba. Al principio, no se tomaban en serio a aquel joven que aparentemente se movía con dificultad, pero cuentan que era capaz de ejecutar acrobáticos bailes con los que quiso demostrar a los directivos de la FAV que no era ningún inútil. A estos les cayó simpático aquel muchacho extrovertido y muy “echao p´alante” (al mas puro estilo bilbaíno), y tras federarle le propusieron apuntarse a las carreras pedestres (que abandonaría pronto) y ciclistas que se celebraban en Bilbao. Compitió en ciclismo por vez primera en una prueba en el viejo velódromo improvisado de la bilbaína Plaza Elíptica, pero con su cabra con neumáticos de cuerda no fue muy lejos que digamos, como fácil es suponerse. Tampoco disponía de equitación adecuada y al no tener pantalón corto, quiso competir en calzoncillos. Al año siguiente, la FVA le procuró una bicicleta de verdad y corrió por primera vez el Campeonato de España de ciclismo que se celebró en Bilbao, quedando décimo. El Cojo empezaba a mostrar sus aptitudes. Con 125 pesetas que ganó por quedar tercero en una carrera en Vitoria, Vicente organizó una boda por todo lo alto con su novia y se retiró del ciclismo durante un breve periodo de tiempo durante aquel 1907. No se dejaba ver y corrieron todo tipo de rumores sobre su estado de salud, hasta el punto de decirse que había muerto, fruto de sus excesos juerguistas y alcohólicos (no se sabe a ciencia cierto si fueron en realidad de tanta magnitud). Hasta la FAV se tragó durante unos días dicha Urban Legend, hasta que en la concentración anual de la Federación, que en 1907 se celebró en el Castillo de Butrón, Vicente resucitó para mayúscula sorpresa de los asistentes cuando apareció sorpresivamente en su bicicleta tocando la flauta al mismo tiempo, cual dios Pan.


Vicente (con la bici) en una prueba ciclista

Vicente fue cuarto en el campeonato de Bizkaia de 1907 y segundo en el de 1908. Aquel año ganó su primera prueba, una carrera en pista en Bilbao de un día. La FAV le envía al campeonato de España en pista en Gijón y se proclama campeón, pese a que un día antes le atacó una diarrea fruto de una pantagruélica jamada de chuletas. Ya por entonces Vicente contaba con una bici de la marca Armor, una de las mejores de la época. Varios triunfos en 1909 consolidan a Vicente Blanco como el mejor ciclista español de la época (también fue campeón de España en pista). El cojo, torpe para andar, volaba sobre su Armor y dejaba a todo el mundo con al boca abierta. Ese mismo año vuelve a ser campeón de España, esta vez en Valencia. El periodista Manuel Aranaz Castellanos dedica elogios al joven ciclista vizcaíno y se convierte en su principal valedor. Vicente comienza 1910 con triunfos (la Irún-Pamplona_Irún, el más sonado) y comienza a plantearse un reto que ningún otro ciclista de la península ibérica había llevado a cabo: correr el Tour de Francia.



Operación Tour


En aquel tiempo, el Tour era ya la principal competición ciclista del mundo, pero aún a años luz de su actual status popular, mediático y comercial. Creada en 1903, la Grande Bouclé era la carrera soñada por todos los ciclistas del mundo, con sus más de 4.000 km. y su condición de competición poco más que extrema, repleta de caminos sin asfaltar, baches, calor, sed, lipotimias, alimentación insuficiente. Era prácticamente el Paris-Dakar de la Belle Epoque, aún más bestia. A nuestro protagonista, las dantescas leyendas sobre el Tour le llenaron de coraje y decidió participar en aquel 1910 en al ronda gala. Blanco era ya una celebridad en Bizkaia, el deportista no futbolista más popular, y sus recibimientos tras los campeonatos de España no tenían nada que envidiar a los que por aquel tiempo recibía el Athletic. Es por ello que la aún pequeña familia ciclista vizcaína recibiera con entusiasmo y orgullo el anuncio de Vicente Blanco de correr el Tour, otra cosa era ya que el apoyase económicamente, ya que no había tanto dinero en la institución como para apadrinar la participación de su mejor ciclista en la mejor competición del mundo. Aranaz Castellanos, que había accedido a la presidencia de la FAV solo pudo facilitarle una carta de presentación para Monsieur Desgrange, el organizador del Tour. No hubo ni tan siquiera medio de transporte para viajar a Francia, y Vicente no podía costeárselo. Por ello, decidió llegar París, donde comenzaba la carrera, en su bicicleta, con escasas provisiones y muy poco dinero. El Tour había empezado antes para Vicente Blanco.


El tour en 1910


Por aquel entonces, no existía el sistema de equipos en el Tour tal y como lo conocemos ahora, aunque ya en 1910 los ciclistas que utilizaban una determinada marca de neumáticos eran agrupados en un mismo equipo, apoyado por dicha marca. Los que no tenían esa suerte iban sin equipo; años después ya empezarán a hacerse equipos por países. Vicente en el Tour 1910 pretendía integrase en algún equipo una vez llegase a parís desde Bilbao, si bien la empresa madrileña Continental le había proveído de neumáticos y finalmente le prometiese seis reales por cada kilómetro que corriese en la competición. No solo no era suficiente para todos los gastos del viaje hasta el inicio de al carrera sino que tampoco facilitaba la integración en ningún equipo, ya que Vicente iba a ser el único corredor financiado por la empresa española. Vicente llegó el 2 de julio a París, exhausto, casi sin comer y medio enfermo, aunque con tiempo sobrado para inscribirse, dotarse de una mejor bicicleta (la suya tenía las gomas destrozadas) y conseguir mejores financiadores. Se fue a al fábrica de bicicletas Alcyon, que había proveído a François Faber, el último campeón del Tour. No le ayudaron nada pero allí conoció a Joaquín Rubio, un mecánico español que le proporcionó una bicicleta y el acompañó a inscribirse en la sede del periódico organizador de la ronda, L´Auto. Finalmente, Vicente se inscribió como corredor sin equipo.


Vicente Blanco comenzó la carrera en bastante malas condiciones físicas fruto del penoso viaje hasta Francia. No era de extrañar que no durase nada, concretamente solo tres etapas. Quedó noveno en la primera, que discurría entre París y Roubaix y que ganó el holandés Vanhowaert. Nada mal, si tenemos en cuenta que nuestro protagonista pocos días antes estaba que no se tenía. Disputó la siguiente, que llegó a Metz, pero en el transcurso de la tercera, que concluía en Belfort, completamente exhausto, abandonaría. Años mas tarde declararía: “Me retiré porque la aventura más peligrosa era marchar en solitario. Las carreteras eran estrechas, y no solamente había que ir sorteando los baches, salvando las piedras que se cruzaban, sino que había que guardarse mucho del polvo que levantaba el corredor de delante, impidiendo ver las cunetas”. Así terminaba la aventura en Francia del dorsal 55 del Tour 1910, el mejor ciclista de España en un país que aún estaba lejísimos en cuanto a apoyo social al deporte del ciclismo, en comparación con lugares como Francia o los Países Bajos.



Las últimas pedaladas del Cojo


Vicente no volvió a correr el Tour, pero siguió como ciclista hasta 1916, con 32 años. Siguió cosechando triunfos hasta 1912, como campeonatos vasconavarros o pruebas de un día, además de ser tercero en la primera Volta a Catalunya en 1912. Seguía siendo juerguista y glotón, pero siempre un ser humanamente excepcional. Tras su retirada se dedicó al transporte de mercancías. No se sabe muy bien, pero después se metió en otros negocios los cuales resultaron ruinosos y le terminaron por llevar a al pobreza. Su fecha de fallecimiento esta datada el 24 de mayo de 1957 en Bilbao, aunque esto se ha podido cerificar hasta hace relativamente poco. Muy poco se sabe de la actividad de Vicente Blanco en los últimos años de su vida. Un juguete roto más, que murió olvidado y en la miseria.


Vicente Blanco, “El Cojo”, atleta legendario, personaje extraño y contradictorio, el primer gran deportista de la historia que hoy daríamos en llamar paralímpico. Ejemplo de lucha y de voluntad cuya crónica de modo alguno debe olvidarse