martes, noviembre 21, 2017

ORO



 
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No es una aproximación definitiva al mito de la búsqueda de El Dorado ni tampoco una ambiciosa visión cinematográfica sobre las conquistas de la Américas en el siglo XVI, pero Oro ha conseguido ser un filme histórico más que sugerente gracias principalmente a no quedarse sólo en la mera crónica e ir más allá mostrando una pequeña pero clara metáfora sobre la ambición humana, el idealismo y los aspectos más oscuros de la personalidad española (envidias, venganzas, prejuicios, rencillas…) Si tenemos en cuenta que en guión se encuentra el ínclito y siempre controvertido Arturo Pérez-Reverte - esta vez a partir de un texto hecho directamente para el filme-  nos podemos hacer una idea de todo lo que se toca en esta película dirigida con el oficio y buen hacer habitual de su alter ego en el arte fílmico Agustín Díaz Yanes (Alatriste): una visión intrahistórica descarnada, oscura y cruel, abundancia de personajes todos ellos con marcada personalidad y un cierto pesimismo en todo lo tocante al devenir de la historia española. La conquista y colonización de América es siempre un filón inagotable que Yanes y Perez-Reverte explotan esta vez de lúcida y  esforzada manera consiguiendo una película tan interesante como a veces irregular y con algunos claroscuros.

La conquista de la mítica (e inexistente) ciudad de El Dorado por parte de los españoles en el Nuevo Mundo ya ha sido tratada  en el cine en otras ocasiones con desiguales resultados y siempre centrándose en la figura de Lope de Aguirre (Aguirre o la Cólera de Dios (1972) de Werner Herzog; El Dorado (1988) de Carlos Saura) pero en esta ocasión la historia se centra en unos personajes ficticios, una expedición de treinta hombres y dos mujeres listos a encontrar la ciudad con edificios hechos de oros en la selva amazónica. Un reparto competente con lo más granado de la interpretación española -y de diferentes generaciones- consigue que lo que debía ser una crónica épica con sus momentos de intriga, violencia y por que no de acción se convierta también en un drama de personajes situados todos en un entorno y contexto peculiar y desconcertante. Porque, como ya se sabe, lo salvaje (físico y moral) fuerza a mostrar al ser humano lo peor de si mismo, y en ese sentido si a ello unimos la ambición desmedida e irracional por encontrar a toda costa algo tan preciado como el oro, tenemos un panorama de destrucción, crueldad, envidias y traiciones que en esta película se plasma sin ambages ni remilgos. Una lucha que al final se torna encarnizada y que trata de demostrar además que el odio y la intolerancia es algo bastante intrínseco en la esencia española. Un honrado e intrépido pero ambigúo capitán, Martín Dávila (Raúl Arévalo), un veterano sargento, Bastarrués (José Coronado) que desconfía tanto de sus superiores como de los soldados, un despiadado mercenario y cazador de esclavos capaz de cualquier cosa para  conseguir sus propósitos, el Alférez Gorriamendi (Oscar Jaenada); un viejo capitán, Don Gonzalo (José Manuel Cervino,) más preocupado por el bienestar y la virtud de su joven esposa Doña Ana (Barbara Lennie) que les acompaña en la expedición que de sus hombres; un pendenciero y materialista soldado andaluz, Barbate (Antonio Dechent); el Pater Vargas (Luis Callejo) un clérigo que sigue a rajatabla su propósito evangelizador o Ulzama (Andrés Genrtrúdix) el escribano de la expedición que aporta un oasis de instrucción y sensatez son algunos de los personajes principales en un cast que incluye también a Juan José Ballesta, Juan Diego, Anna Castillo, Juan Carlos Aduviri o Diego París. Interesante el trabajo del reparto pese a que Ballesta o Castillo no están muy creíbles como personajes de época por su dicción. Es muy curioso, pero el personaje de Juan Diego, el militar desertor Manuel Requena recuerda mucho al de Dennis Hopper en Apocalipse Now en lo que parece un oportuno homenaje a El Corazón de las Tinieblas de Joseph Conrad y la mítica película de Coppola que en ella se basó. Puede que el (nada gratuito) exceso de violencia y sangre no sea del gusto de todos los espectadores y que el ritmo de la película decaiga en no pocas ocasiones, además de algunos recursos de guión claramente discutibles, pero Oro  no defraudará a pesar de no ser  tampoco nada del otro jueves.