lunes, octubre 18, 2010

El aparatito de Lumiere- AMADOR




  
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Hay directores que empiezan a vivir de las rentas, como es el  caso del madrileño Fernando león de Aranoa, realizador que en su día entusiasmó a público y crítica con Barrio (1998) y sobre todo con Los lunes al sol (2002), y que tras la aún estimable pero un tanto irregular Princesas (2005) ofrece ahora Amador, un filme esforzado pero bastante poco convincente. León de Aranoa parecía tras Los lunes al sol haberse ganado el título del Ken Loach español, por aquello de llevar a cabo un tipo de cine social, pero no solo las distancias estilísticas con el gran cineasta inglés son más que evidentes, sino que el cine de León de Aranoa, en contraposición al de Loach, en realidad poco tiene de denuncia, aunque eso no sea necesario para hacer buenas películas de las miserias de la sociedad española de hoy en su vertiente más realista como las que ha hecho hasta el momento. Con esta nueva película, Aranoa vuelve a    demostrar un indudable dominio técnico del medio cinematográfico además de sus credenciales como buen narrador y dialoguista, pero si en Princesas se  echaba en falta algo más de credibilidad en el asunto, en Amador directamente la credibilidad brilla casi por su ausencia.           

El punto de partida, una historia centrada en el personaje de una joven inmigrante de un país latinoamericano indeterminado, puede tener su interés en tanto que la película, que no es en absoluto una crónica sobre la inmigración pese a lo que pueda parecer, plantea un juego narrativo centrado en el serio conflicto  que vive Marcela en un momento de su vida al tener que elegir entre la ética y la necesidad económica. El caso es que la muchacha, que vende junto con su novio y otros compatriotas flores muertas rescatadas de vertederos a las que hacen pasar por vivas, accede ante la poca rentabilidad de su negocio y ante el hecho que va a ser madre, a cuidar a de un anciano enfermo llamado Amador. Toda parece ir bien, pero la cosa se complica cuando Amador fallece inesperadamente antes de cumplirse el mes preceptivo para cobrar. Aquí entonces comienza un tanto siniestro juego de artificio y simulacro que la joven lleva como puede. Este planteamiento, que bien pudiera ser de comedia, en esta película termina por hacer aguas e írsele de las manos al director a la hora de hacer un drama sólido. Aunque la interpretación de la actriz peruana Magaly Solier es espléndida y otro tanto puede decirse del gallego Celso Bugallo en un papel más bien breve (¿Por qué habrán puesto a este personaje el mismo nombre del que él propio Bugallo interpretaba en Los lunes?), los momentos en los que los personajes pueden aportar cierto empaque son contados. Sobra verborrea pseudopoética (aportada por el personaje de Amador), simbolismo metafórico fácil (el de las flores y Amador) y algún que otro momento de relleno. Por si fuera poco, el muy deficiente desenlace del filme termina por borrar los bastantes momentos de lucidez (servidos principalmente por el personaje de Marcela) que encontramos en esta película. En resumidas cuentas, una pequeña decepción que sin embargo puede que convenza a algún público.