jueves, noviembre 04, 2021

ÉRASE UNA VEZ EN EUSKADI

 

 

** y 1/2

El fin de ETA ha propiciado la irrupción en el mundo de la ficción de multitud de obras que se aproximan a aquel doloroso pasado vivido en Euskadi y en España y el cine, como hemos visto últimamente con varios ejemplos, obviamente no se ha quedado al margen. Esta nueva incursión en las vivencias de la Euskadi que convivió con el terror de ETA a priori resulta atractiva en cuanto presenta la visión infantil sobre los años más convulsos de la actividad de la banda (mediados de los 80) y por su enfoque costumbrista despojado de intencionalidad meramente política y sin tremendismos. Y como añadidura dotadora de aún mayor interés está el centrarse en el fenómeno de la inmigración a tierras vascas de trabajadores de otros puntos de España que llegaron con sus familias, los conocidos despectiva y xenófobamente como “maketos”. El director guipuzcoano Manu Gómez -que debuta en el largo- sabe de que habla, es hijo de inmigrantes y nacido en 1973 tuvo 12 años en 1985 como los chavales protagonistas de este filme, un peli honesta y esforzada pero que se queda corta por la no demasiada hondura con la que muestra diferentes temas característicos del espacio-tiempo tratado y por demasiados clichés recurrentes del cine-nostalgia que a veces convierten a Érase una vez en Euskadi  una especie de Cuéntame como pasó vasco cuando su intencionalidad en realidad es muy otra. Eso si, no se puede reprochar el esfuerzo en llevar a buen puerto una película que sabe jugar muy bien sus cartas sustentada en un buen trabajo actoral.

Hay que poner en un lugar prominente a sus cuatro pequeños grandes protagonistas los cuales dotan al relato de espontaneidad y credibilidad y regalan los mejores momentos del filme en una historia que está sustentada en la camaradería infantil debiendo mucho a clásicos como Cuenta conmigo (1986): a los amigos Paquito (Miguel Rivera), José Antonio (Hugo García), Marcos (Asier Flores) y Toni (Aitor Calderón) les une ser hijos de “gente de fuera” (procedente de Andalucía en su mayoría) que reside en un pueblo guipuzcoano y vivir su amistad y su preadolescencia con la mayor naturalidad posible pese al enrarecido entorno circundante con manifestaciones a favor de ETA, yonkis pinchándose en la calle, precariedad económica y laboral de sus familias y cierta falta de integración de sus sufridos mayores en una Euskadi de los 80 kafkiana y politizada. Los cuatro presentan además diferentes problemas que van de la frustración de Marcos por no conseguir ser un buen ciclista, el enamoramiento de Paquito de una peluquera cubana, la influencia del hermano militante abertzale (y algo más) de José Antonio y los problemas del hermano punki y drogata de Toni, un chaval en un hogar monoparental. Los actores adultos (Luis Callejo, Vicente Romero, Marian Álvarez, María Isasi, Yon González, Ruth Díaz, Pilar Gómez, Vicente Vergara) están también más correctos pese a que da al sensación de que varios personajes no están todo lo trabajados que debieran en el guión y a veces caigan en tópicos. Resulta meritoria la fusión por una parte de temas como la violencia de ETA y su impacto social en el País Vasco, el consumo de droga, el SIDA  o los problemas económicos familiares con otros como la pérdida de la inocencia infantil, los primeros amores (platónicos), el descubrimiento de la sexualidad o en definitiva las vivencias infantiles en una época en la que los críos pasaban la mayor parte del verano en la calle, y en ese sentido el logro de esta película es bastante notable. Con altibajos y deficiencias Érase una vez en Euskadi  resulta sin embargo una película agradable y amable pese a lo a veces tremebundo del tema y sobre todo con su valor sociológico