lunes, octubre 08, 2018

THE RIDER



 ****

Curiosa, inusual y emocionante, así es esta pequeña película independiente norteamericana rodada con un minúsculo presupuesto y con un reparto entero de actores no profesionales que recrean un episodio real de sus vidas interpretándose a si mismos aunque con algún cambio de apellidos en sus personajes. Estamos pues ante una especie de docudrama- género no extraño en el cine aunque si muy poco explotado- que además de apostar lógicamente por el realismo se entrega a una historia enmarcada dentro del drama cotidiano que muestra con total credibilidad aspectos como la precariedad económica, las (malas) relaciones familiares y sobre todo la lucha desesperada por uno mismo y por lo que uno cree aunque las condiciones no sean las más óptimas. Todo ello con enmarcado en la América profunda de las canciones de Bruce Springsteen, en pleno Oeste en Dakota del Sur: The Rider toma indudablemente los ropajes estéticos (que no temáticos) del western contemporáneo para contarnos una historia perfectamente trasladable a otros contextos. Chloé Zhao, una joven directora que firma con esta su segunda película, se postula como un nombre a tener en cuenta en lo sucesivo.         

Lo que se nos cuenta en este filme es la historia real del joven Brady Jandreau (llamado Brady Blackburn en la película e interpretado como el resto del cast por él mismo recreando su peripecia vital), un jinete de rodeos profesional veinteañero que está retirado de dicha actividad al haber sufrido un aparatoso accidente que le provocó lesiones cerebrales y disfunciones en su mano derecha. El ambiente familiar con un padre viudo que se gasta las pocos ganancias en alcohol y una hermana adolescente autista no le ayuda mucho y Brady sueña con volver a cabalgar potros o bisontes cueste lo que cueste. Mediante trabajos modestos intenta sacar adelante a su familia mientras ve como las cosas en las que el confiaba- materiales o inmateriales- se van desmoronando poco a poco. Su amigo Lane, al que otro accidente en el rodeo le dejó totalmente incapacitado, es al mismo tiempo otra oportunidad para demostrar amor y una señal de que las cosas le podrían haber ido mucho peor pese a todo. Que nadie espere grandes momentos de melodrama ni emotividad fácil, el verdadero mérito de The Rider está en su sencillez y en su verismo además de en una prodigiosa habilidad para convertir en ficción cinematográficamente estilizada lo que no es más que una reconstrucción de hechos reales con sus propios protagonistas que, dicho sea de paso, están impecables pese a ser intérpretes amateurs que por primera vez se encuentran delante de una cámara. Un drama desgarrador como Dios manda que merece la pena ser visto teniendo en cuenta además lo fugazmente que pasará por las salas.