jueves, marzo 21, 2019

MAYA






*** 



Mia Hansen-Love es una joven directora francesa de origen nórdico que pese a ser aún no muy conocida fiera de su país ha firmado ya unas cuantas películas interesantes (se estrenó como directora en 2007 con 26 años tras estar inicialmente dedicada a la interpretación) en donde destaca El padre de mis hijos (2009) y tiene una pequeña legión de seguidores en Francia. Su último filme Maya sin embargo no ha supuesto su consagración definitiva ya que este esforzado drama intercultural localizado en su mayor parte en la región de Goa en la India pese a su interesante premisa y su acierto a la hora de plasmar el choque emocional del regreso al pasado con encuentro inesperado de un elemento de esperanza no consigue dar forma a una historia memorable dejándose por el camino intentos de progresión dramática solamente esbozados que desarrollados hubiesen dado más empaque al relato.

Gabriel (Roman Kolinka) un joven periodista francés regresa a Francia tras ser liberado del secuestro que sufrió por parte un grupo terrorista en Siria. Sin conseguir adaptarse en sus primeros meses de libertad y viendo como todo lo de su vida anterior se derrumba (algo que estaba a punto de ocurrir antes de su cautiverio), decide viajar a la India, país donde pasó gran parte de su infancia, en donde se reencuentra con amigos de su pasado en un nuevo entorno radicalmente diferente al París que le estaba provocando tanta ansiedad. Con varios propósitos fallidos y una nueva sensación de desarraigo, la estancia en Goa encontrará una dimensión para Gabriel cuando entabla amistad con Maya (Aarshi Banerje) la hija veinteañera de unos conocidos que también desea mejorar su existencia. Pese a lo sugerente de la historia, el plano psicológico de los personajes flojea y es muy difícil encontrar empatía en un personaje tan complejo y a priori goloso como el de Gabriel pese al buen trabajo interpretativo de Roman Kolinka, del mismo modo que el personaje de Maya, interpretado con madurez y aplomo por la joven Aarshi Banerje, consigue transmitir toda la humanidad deseada. Sin embargo, la química entre los dos protagonistas funciona muy bien y su dialéctica en muchos momentos es brillante, aunque la resolución de al historia, bastante desmañada, no consiga culminarla. Se nota que la directora también pasó parte de su vida en la India por el tratamiento nada turístico que hace de Goa- bonitas imágenes de la zona- y su sensibilidad para captar el curioso exotismo de algunas imágenes, pero se hecha en falta un enfoque más verista y testimonial. Pero si nos quedamos con el esfuerzo que se hace por contar una historia de relaciones humanas en situación límite, la película funciona perfectamente.     

domingo, marzo 17, 2019

EL GORDO Y EL FLACO (STAN & OLLIE)






 ***

Aunque no arriesga mucho, hace justicia a la figura de los irrepetibles cómicos cinematográficos Stan Laurel y Oliver Hardy este biopic centrado en sus últimos años como pareja artística, ya que el propósito de la película no era otro que el de mostrar el fin de los días gloriosos de el Gordo y el Flaco tratando de reflejar como (esquemáticamente) después del éxito es muy difícil gestionar el legado que se deja y por otro lado el deterioro de una exitosa relación profesional y personal que pese a todo logró mantenerse con el paso del tiempo y hasta que la muerte separó a la entrañable pareja. Y es que este filme partía con una enorme responsabilidad al versar sobre un tándem que lo ha sido todo en el mundo de la comedia y que no ha dejado de inspirar a humoristas de todas las generaciones, un dúo casi mitológico en el mundo del cine que era preciso tratar con reverencia, con honestidad y también con honestidad y que resucita en esta película de la mano de dos actores que se han esforzado en ser unos auténticos clones de Laurel y Hardy en todos los aspectos: Steve Coogan (Stan) y John C. Reilly (Oliver) no solamente están clavados física y gestualmente sino que realizan unas soberbias interpretaciones en donde tratan de imbuir a unos personajes que siempre han aparecido como bufos y risibles toda una ristra de matices comportamentales- los que tenían en su vida real- que tocan la admiración mutua, los celos, la sensación de fracaso, el cansancio, el peso de la edad, la ternura, la desconfianza y en definitiva todo sentimiento y experiencia tanto individual y sobre todo de relación derivada de largo tiempo de convivencias y aventuras conjuntas.  

La focalización de la historia en la gira que en 1953 realizó el ya maduro dúo -ya casi inactivo desde el fin de la II Guerra Mundial y lejos de su estrellato en los años 30- en el Reino Unido e Irlanda es el mejor escenario para mostrar un momento clave como es el de la valoración de toda una vida profesional, algo que Laurel y Hardy  hicieron en una tourné que pese a un comienzo titubeante se convirtió en un gran éxito pero que al mismo tiempo hizo salir a la superficie las rencillas entre ambos actores. Especialmente en la segunda parte del filme vemos como los dos luchan por la reivindicación de su propio papel en una larga carrera artística tratando de resaltar su individualidad pero al mismo tiempo llegan a la conclusión de que cada uno sin el otro no hubiesen conseguido llegar a ser lo que fueron y en ese sentido los mejores momentos dramáticos son en esa parte de la película, culminando todo con una contenida emotividad aunque a lo largo de al película se caiga a veces en el sentimentalismo. Mención especial para la recreación del ambiente teatral de la época (el Gordo y el Flaco actuaron en todo tipo de teatros en aquel 1953) así como de los gags de la pareja, magistralmente interpretados por Coogan y Reilly. De todas formas, la mejor sensación que uno se queda con la película es captar el verdadero propósito de la misma, que no es otro que hacer un canto a la amistad.