miércoles, octubre 25, 2017

HANDIA





 *** y 1/2

Excelente y esforzada la reválida de Jon Garañano y Jose Maria Goenaga tras la aclamada Loreak (2014) cambiando de tercio temático pero sin abandonar el trasfondo poético de aquella película en esta ocasión tal vez con mayor justificación ya que el hecho de contar una historial real utilizando recursos simbolistas y un trabajado esteticismo visual al servicio de la sugerencia y del lirismo es algo que siempre es muy grato y enormemente efectivo si se aprovecha bien. Y esto precisamente es lo que ha conseguido este habilidoso tandem de directores con Handia, una película muy agradable de ver gracias a su pulcritud narrativa no exenta de poderío y su curiosa temática, no muy habitual en el cine hispano. El filme nos cuenta la poco conocida historia de un personaje singular como fue Joaquín Eleizegui (1818-1861), el Gigante de Altzo, un campesino vasco que a mediados del siglo XIX fue considerado como el hombre mas grande de Europa llegando a medir 2,42, fruto de una enfermedad que hacía que siguiese creciendo continuamente durante su edad adulta. Enfocada como un drama biográfico, la película muestra principalmente la lucha de un hombre por ser aceptado en una sociedad tan cambiante como la del siglo XIX y que su por entonces casi monstruosa condición (tal estatura era todo un prodigio en aquella época) le obligó casi contra su voluntad a convertirse en un fenómeno de feria que fue exhibido en diversos países de Europa en la época 1840-1855 ganando la sorpresa, la admiración y la fama de las gentes. Un muchacho que no había salido apenas de su pueblo natal guipuzcoano, Altzo y que comenzó casi a descubrir el mundo exterior bajo su condición de atracción circense- una práctica la de la exhibición de personas “extraordinarias” bastante común y popular en el XIX y principios del XX- de la mano de un sabidillo promotor de espectáculos vasco y de su hermano mayor, Martín, un hombre que encontró en las giras de exhibición con su hermano un modo no solo de enriquecerse sino de dejar atrás una vida rural en el caserío que se le hacía gris e insuficiente.
 


La relación entre los dos hermanos, de profundo cariño y respeto pero al mismo tiempo de una extraña interdependencia emocional y material no exenta de contradicciones y altibajos, es lo que mueve el devenir de esta bonita historia que como tal no tenga aparentemente mucha cosa que contar pero en realidad es un juego de emociones y sentimientos entre los personajes - los hermanos Eleizegui principalmente- que cautiva al espectador. Rodada en euskera y castellano principalmente con algunos diálogos en inglés y francés, con una excelente ambientación decimonónica que plasma diferentes ambientes sociales (el rural vasco durante y después de la I Guerra Carlista, el del Madrid isabelino, la Inglaterra victoriana “interpretada” por lugares con solera de la Gran Via bilbaína) y realzada con una puesta en escena austera pero enormemente atractiva gracias a la bella fotografía de Javier Agirre y momentos de cierta poesía visual, Handia es una película que logra simpatía sin trucos melodramáticos baratos ni lugares recurrentes en este tipo de historias, como puede ser el rechazo a los monstruos. Eneko Sagardoy (Joaquín) y Joseba Usabiaga (Martín) logran dos emotivas interpretaciones como dos casuales viajeros buscavidas cada uno con objetivos diferentes pero finalmente unidos el uno con el otro en mitad de un extraño y forzado tránsito de lo tradicional de su modo de vida a la modernidad del XIX. El personaje del gigante resulta conmovedor y con enorme encanto, con referencias bien aprovechadas del John Merrick de El Hombre Elefante pero con originales anotaciones como las que añaden “rareza” al personaje en su época al hablar una lengua extraña como era entonces el euskera (muy curioso el momento en el que Joaquín es presentado a una adolescente reina Isabel II mostrando sus conocidas aficiones eróticas). Momentos emotivos, a veces traicionados por alguna forzada situación, y una marcada simbología en muchas escenas, realzan una película que sin ser del todo redonda, resulta de muy recomendable visión.               


domingo, octubre 22, 2017

UNA MUJER FANTÁSTICA




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Nos siguen llegando muestras del cine chileno, una industria aún no muy conocida en España pero que se va abriendo camino internacionalmente gracias a una nueva generación de directores que demuestran talento y proyección más allá de los circuitos latinoamericanos. Ese es el caso de Sebastián Lelio, un realizador con sentido crítico y carga social- como ya demostró en su más que interesante Gloria (2013)- que también sabe dar a sus historias una grata dimensión humana desde su vertiente realista. Esta Una Mujer Fantástica  es una intensa fábula sobre la intolerancia, la hipocresía y la lucha por los derechos individuales, dura y descarnada en muchos momentos pero tratando de dar un poso de esperanza. La singularidad de esta historia es que su protagonista, Marina (Daniela Vega) es una mujer joven transexual- que al parecer aún no ha culminado ni legal ni biológicamente su proceso- que vive un momento de su vida realmente crítico. Daniela Vega, actriz y cantante lírica transexual (su personaje también se dedica a los mismos cometidos musicales) es un descubrimiento que no hace suya la película y aporta toda la complejidad que el personaje y la historia requerían. En definitiva, la crónica de una heroína que lucha por su propia aceptación contra viento y marea en una sociedad aún demasiado conservadora como es la chilena y a la que todo y todos parecen querer ponerle las cosas muy, muy difíciles. Al final triunfará la cordura, la autoestima y la sensatez en medio de un contexto que llega incluso a cotas de violencia.

La repentina muerte del novio de Marina, Orlando (Francisco Reyes), un empresario maduro muy enamorado de ella será el descenso a los infiernos para la joven. La familia de Orlando, recelosa por la condición transexual de la pareja de este- salvo su hermano Gabo (Luis Gnecco)- no solo no está dispuesta a que Marina toma parte en el funeral y la despedida del fallecido sino que sospecha que esta tiene relación con su muerte. Así, la joven pronto se ve envuelta en humillantes interrogatorios policiales, exámenes médicos e infundadas acusaciones de violencia doméstica. Y todo por su propia condición. La lucha que Marina empieza tiene que ver tanto con la reafirmación de su propia persona como con la proclamación de su amor por Orlando, algo que los demás están empeñados en negarle. Con diálogos certeros, momentos de tensión bien medida y una excelente puesta en escena urbana, la película sabe como seducir al espectador sin artificios ni concesiones al melodrama comercial, algo que premisas como esta podrán dar a lugar. Aunque su desarrollo puede parecer algo gélido y su factura en definitiva parece más europea que latinoamericana (es un acierto que directores sudamericanos de la última hornada dirijan su mirada cinematográfica al viejo mundo), Una Mujer Fantástica triunfa como drama social e intimista y satisface al espectador que desee ver una historia diferente pero perfectamente creíble.