lunes, diciembre 10, 2012

El Aparatito Lumiere CESAR DEBE MORIR (CESARE DEVE MORIRE)



 
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Pequeño gran semi experimento cinematográfico que demuestra como sin grandes alardes técnicos y sin tan siquiera un guión enormemente ambicioso se puede hacer una excelente película. Claro que hace falta tener años y años de experiencia cinematográfica y ser unos viejos zorros como los ya míticos hermanos Paolo y Vittorio Taviani para dotar de niveles supinos a una película que fluctúa entre el documental y la ficción, con actores amateurs (reclusos de un centro penitenciario de máxima seguridad italiano) y que fusiona la adaptación de una obra mítica de William Shakespeare como es Julio Cesar con una crónica deliberadamente esquemática, minimalista y gélida de los sentimientos e inquietudes de unos reclusos con diferentes graves delitos (homicidio, tráfico de drogas, pertenencia a mafias): y todo con una total solidez y coherencia   

El octogenario tandem fraternal cineasta, que en su haber cuenta con auténticos clásicos del cine italiano como Padre Padrone (1977) obtuvo el León de Oro en el Festival de Berlín con una película en donde una situación real vivida en la vida real por los propios reclusos de una prisión de Roma (el proceso de montaje, ensayo y representación del Julio Cesar Shakeasperiano) se torna casi en un relato de ficción por medio de la inserción de inciertas trampas dramáticas en lo concerniente al vivir y sentir de los presos hacia su proyecto teatral, algo que les ocupa durante varios meses y parece influirles de manera decisiva en las difíciles relaciones que mantienen entre ellos y en su propio autoconcepto . Aunque la película lo que hace básicamente es mostrar la mayor parte del contenido de la obra interpretada por el grupo teatral de la prisión como si de otra adaptación de Julio Cesar se tratase, está claro que los directores han querido ir más allá y así, filmando en los ensayos en celdas, patios y pasillos y dejando a los actores noveles una total libertad creativa y dramática para componer sus propios Cesar, Bruto, Marco Antonio o Casio -los Taviani fueron en realidad los promotores de que se representase esta obra en al prisión, junto con el director teatral Fabio Cavalli, que también interviene en la película- logran firmar un experimento que resulta grato y felizmente resuelto con unos actores que respiran convicción y entusiasmo en sus nuevos roles artísticos y que no hacen desmerecer en ningún momento la fuerza dramática de la fuente original. El problema de esta película tal vez sea lo despistante que resulta que la línea entre la realidad y la ficción cuando los reclusos están “interpretándose” a ellos mismos sea tan difusa y no se sepa si en estos momentos estos están actuando o comportándose con su verdadera personalidad. A esto no ayuda que por ejemplo esta película se exhiba doblada por actores de doblaje profesionales: los subtítulos hubiesen sido lo más correcto para un filme de estas características. Todo esto sin embargo no debe impedir el visionado de una película sugerente y arriesgada aunque puede que no sea plato para todos los gustos.