lunes, abril 08, 2019

DOLOR Y GLORIA



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Es extraño como un director como al que se le supone perspicacia y eficiencia fruto de años y años de experiencia como es Pedro Almodóvar desaprovecha- una vez más- una oportunidad de oro para hacer una obra magna a partir de un planteamiento de argumento con a priori muchos elementos interesantes. Parece que el director manchego no se encuentra especialmente cómodo cuando trata de abordar una historia con tintes autobiográficos a pesar de que el filme ha tratado de venderse como un testimonio del ajuste de cuentas de un Almodóvar veterano con su pasado; en realidad Dolor y Gloria sólo traspone la figura del propio director de una manera superficial para contar un correctamente llevada historia de reconciliación con acontecimientos pretéritos y de reflexión sobre lo que pudo ser y no fue con el trasfondo del sufrimiento interior de la conciencia. Sin embargo, en ningún momento se llega a cotas de gran cine y todo el elemento dramático de una historia que pretende ser trascendente y cruda se queda siempre a medio gas. El recital interpretativo que da Antonio Banderas en el papel de Salvador Mallo, un director de cine en decadencia profesional, física, personal y emocional y que se supone que está inspirado en la figura del propio Almodóvar, no es suficiente y la película no deja de ser un buen trabajo cinematográfico pero sin ningún aliciente verdaderamente especial.      

Si en algún aspecto la película triunfa es en la conceptualización del personaje de Salvador, un hombre que conoció momentos profesionales y personales mucho mejores y que con casi 60 años y con un cúmulo de enfermedades y dolencias físicas que le hacen temer por su propia vida decide encarar su pasado- algo que se le presenta de forma fortuita pero que él no duda en aprovechar- tratándose de reencontrar físicamente o mediante recuerdos con los que marcaron su vida. El miedo a encarar el presente sin embrago será grande pero no menos será el vértigo que sentirá al rememorar hachos claves de su vida. La utilización del flashback es bastante acertada- algo ya muy habitual en el director- siendo las imágenes de la infancia de Salvador en una aldea extremeña de lo más atractivo del filme si bien se cae de nuevo tontamente en manidos tics del director que impiden que estas escenas sean delicatessen: es de mencionar el buen trabajo que hace el joven Asier Flores como el pequeño Salvador mientras que una previsible Penélope Cruz interpreta a la madre del niño. De nuevo, las interpretaciones vuelven a ser el fuerte en un film de Almodóvar con unos estupendos Nora Navas, Pedro Casablanc, Raúl Arévalo, Leonardo Sbaraglia en una breve pero intensa intervención como un antiguo amor de Salvador, el descubrimiento de César Vicente en un papel de las secuencias extremeñas cansinamente almodovariano,  y sobre todo una excelente Julieta Serrano como la anciana madre del protagonista (otro personaje clave) y un Asier Etxeandia que realiza su mejor interpretación hasta la fecha como Alberto Crespo, un actor amigo de Salvador, aún mas derrotado que él, que será su inesperado guía y cómplice en su remeomorandum vital. Pero en definitiva, más de lo mismo dentro de la brillantez (e irregularidad) sostenida de Almodóvar en donde cada vez sobran mas recursos reiterados como el trampantojo metacinematográfico (que ya vimos en otra película suya) y alguna supuesta innovación como las escenas de animación médicas, aunque como siempre brille la fotografía de José Luis Alcaine y la música de Alberto Iglesias. Porque para bien o para mal, Pedro Almodóvar siempre será demasiado previsible.