domingo, diciembre 28, 2008

El aparatito de Lumiere (programa doble navideño) - EL INTERCAMBIO / THE SPIRIT

EL INTERCAMBIO (CHANGELING)


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El nuevo filme de Clint Eastwood como director, sin estar a la altura de sus últimas obras maestras (Mystic River, Million Dollar Baby, el díptico americano-japonés sobre la II Guerra Mundial), cumple las expectativas de buena película. Puede que a alguien, comparando este filme con los inmediatamente anteriores del director, le parezca poca cosa o insuficiente, pero nada de eso: El Intercambio, basada en acontecimientos reales sucedidos en la ciudad de Los Angeles a finales de los 20 y principios de los 30, es una película sutil, inteligente y que demuestra que Eastwood es un narrador de dramas fuera excepcional, dotado de una especial y exquisita profesionalidad a la hora de la puesta en escena. Con Angelina Jolie como protagonista, la película es una fusión de géneros en donde hay sitio para el thriller, el melodrama, el film judicial y la denuncia. Porque, efectivamente, la película narar un turbio asunto ocasionado por al corrupción policial y la injusticia política, que tuvo como consecuencia la total desgracia para una mujer llamada Christine Collins, una telefonista divorciada a la que secuestraron a su hijo de nueve años, y que tras unas supuesta búsqueda por parte del violento y corrupto cuerpo policial angelino de entonces, le devolvieron a otro niño asegurando que era el suyo. La lucha de Collins por que se supiese el grave engaño del que había sido objeto fue apoyada por el reverendo Briegleb (John Malkovich), pastor presbiterano conocido en la ciudad por sus airadas denuncias de las salvajes prácticas policiales, las cuales rozaban el delito.


La película es la crónica de una lucha, la de una madre por conseguir que le sea devuelto su auténtico hijo y por acabar, con la ayuda de otras personas, con la injusticia de ciertas leyes y con al impunidad de la autoridad policial. Los radicales giros argumentales que da el film - que confirman su carácter de historia real más allá de artificios forzados de guión para reforzar elementos dramáticos- resultan mas que estimulantes aunque resulten algo despistantes, sobre todo cuando al película entra en al crónica negra y en el thriller más escabroso. Allí es donde mas se nota el Eastwood más grave, árido y dramático, aunque lo visto recuerde demasiado a otras cosas ya contadas y en líneas generales, el ex muso de Sergio Leone no este tan atinado como otras veces. Mención especial merece la cuidad ambientación de los años 30 y las buenas interpretaciones de un reparo eficaz, en donde se incluye un buen puñado de actores infantiles.




THE SPIRIT




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Sigue la avalancha de películas, preferentemente superproducciones, basadas en comics. En esta ocasión no se adapta un tebeo cualquiera, ya que la fuente original se trata de The Spirit, de Will Eisner uno de los mejores comics norteamericanos de todos los tiempos, aunque poco en países como España. The Spirit vino al mundo como personaje de ficción en 1940 y sus aventuras continuaron publicándose puntualmente en la década de los 50. Ya en décadas posteriores lo que se editó del personaje eran fundamentalmente reediciones y alguna historia nueva aislada, viviéndose en los 90 un revival del personaje en EEUU con huevas historias firmadas por otros autores, una vez que Will Eisner (fallecido en 2005) se jubilase: The Spirit es el típico héroe justiciero enmascarado, cuyo verdadero nombre es Denny Colt, un policía que sobrevive milagrosamente de una muerte segura y mientras todo el mundo le da por muerto el decide seguir en la lucha contre el crimen de Central City desde su anonimato, cubriendo su rostro con un antifaz y utilizando todos los métodos a su alcance aunque sin arma ninguna. Considerada una obra maestra del noveno arte, los comics de The Spirit eran insólitamente dinámicos, expresivos y cinematográficos para la época (años 40-50), combinando la aventura, la acción y la trama policiaca con el humor absurdo y surrealista, todo plasmando en un magistral dibujo entre realista y caricaturesco. Este carácter un tanto atrevido e innovador de este cómic lo hizo menoa popular fuera de USA que otras viñetas coetáneas de aquella edad de oro, como Superman, Flash Gordon, El Príncipe Valiente o Batman, aunque es tan genial y antológico como aquellas.


Esta esperada adaptación al celuloide del personaje lleva la firma del cineasta pero ante todo autor de comics Frank Miller, que ya debuto como director en 2005 adaptando uno de sus comics más conocidos, Sin City aunque en aquella ocasiones compartía responsabilidad con Robert Rodríguez, por lo que esta es su primera película en solitario. Miller aporta pues el haber sido cocinero antes que fraile, y tal y como hizo en Sin City , se ha esforzado por dar al filme un manierista look de tebeo tanto en imágenes, escenografía, encuadres y una muy retocada y digitalizada fotografía en donde todo se plasma en tonalidades grisáceas, oscuras y de vez en cuando algún color primario chillón. Esta audacia artística es el punto fuerte de una película bastante endeble y que poca justicia le hace al personaje. Un guión muy poco elaborado y una historia sin ninguna emoción épica y con escaso atractivo no sirven en absoluto para firmar un blockbuster navideño como dios manda, y por si fuera poco unas interpretaciones con exceso de verborrea lo único que consiguen es aburrir al espectador. Algún momento aislado de trepidante acción y un curioso tratamiento del surrealista humor de la historieta original son pequeños oasis en un conjunto soporifero. El reparto es muy nutrido y parece una competición de a ver quien tiene mayor protagonismo, con un sosísimo Spirit encarnado por el semidesconocido Gabriel Match y un villano demasiado cargante como es el Octopuss (que en el cómic solo se le veían las manos) interpretado por Samuel L. Jackson. Unas féminas malvadas despampanantes, como son Eva Mendes, Scarlett Johansson y la española Paz Vega en una nueva aventura hollywoodiense, tampoco consiguen aportar mucho. Buenos efectos especiales, so si, en un filme en donde casi todos los escenarios han sido generados por ordenador. Como cosa curiosa, decir que se ha eliminado un personaje central del cómic original, Ebony White, el ayudante negrito zumbón de Spirit (estereotipo años 40), cuya acertada no presencia en este film se debe claro está a razones de corrección política

martes, diciembre 23, 2008

El aparatito de Lumiere - ULTIMÁTUM A LA TIERRA (THE DAY THE EARTH STOOD STILL)


* y 1/2


A estas Alturas es por todo el mundo conocida la alarmante falta de ideas y de originalidad que preside desde hace bastantes años la industria hollywoodiense. Remakes y más remakes hacen su aparición en las pantallas cada vez con mayor frecuencia; y lo peor de todo es que les esta empezando a dar por hacer nuevas versiones de auténticos clásicos del séptimo arte, como el caso que nos ocupa, con los consabidos riesgos que esto implica y la amplia probabilidad de que el resultado final, guiado por criterios estrictamente comerciales, sea un pestiño. Todo esto ha ocurrido con el clásico de 1951 Ultimátum a la tierra (The day the earth stood still) de Robert Wise, una leyenda del cine de ciencia-ficción que fue además la primera gran producción norteamericana de aquel por entonces incipiente género en el cine y del que hasta entonces solo se habían hecho filmes de bajo presupuesto destinados a las matineés. Considerada actualmente algo más una película de culto, The day the earth stood still tuvo un importante éxito de taquilla propiciado principalmente por su insólita temática, al tratar en aquellos primeros 50 el tema de la amenaza nuclear y de la tendencia al ser humano a al destrucción (en plena época de la guerra fría). Por primera vez los extraterrestres no eran invasores malvados sino seres más o menos bondadosos, con apariencia humana que pese a desconfiar inicialmente de la raza humana terminan finalmente perdonando su innata imperfección. Michael Rennie interpretó al legendario alienígena Klaatu, quien llegó a al tierra acompañado del no menos mítico robot Gort, el primer androide carismático de la historia del cine, cuya hoy en día un tanto naïf imagen sigue imponiendo, a su modo.


La versión original de Rober Wise, rodada en blanco y negro, era una gran película, y con el encanto de sus risibles efectos especiales artesanales de hace más de medio siglo. Este remake, perpetrado por el mediocre Scott Derrickson, en un pequeño despropósito que no hace ninguna justicia a la peli original. En esta ocasión, el temor ante el holocausto nuclear (del que Klaatu trataba de advertir en el film original), se sustituye por un vago mensaje ecologista, centrado en la destrucción humana del medio ambiente. Cambio argumental oportuno pero pésimamente explotado. Los nada desdeñables efectos especiales de esta peli tratan de aportar calculadas dosis de cine espectáculo no del todo necesarias y que finalmente dan al filme un tono más bien estrambótico y previsible. Lo de Keanu Reeves, el nuevo Klaatu, es de juzgado de guardia: esta fatal. Jennifer Connelly, que interpreta a la científica Helen Benson, la aliada terrestre de Klaatu, trata de aportar saber estar a una película de poco fuste. Y luego tenemos al repelente niño Jaden Smith (hijo de Will Smith) y la nada ocurrencia de reducir el plantel de autoridades de EEUU a un solo personaje, la Secretaria de Estado interpretada por una forzadísima Kathy Bates. En cuanto al nuevo diseño del robot Gort (aún más grande que en el filme de Wise) la verdad es que no esta anda mal y resulta imponente, pero su papel en esta película es bastante menos importante que en la peli original. Y para colmo, se ha eliminado (a parte de otras cosas) la mítica frase en idioma alienígena que Helen tenía que decir a Gort para que no destruyese la tierra: Klaatu barada nikto. Imperdonable. Una película para pasar el rato, exclusivamente. Mierda de remakes.

lunes, diciembre 22, 2008

NAVIDADES Y GASTOS


UN AÑO MÁS NOS DISPONEMOS A VIVIR UNAS FIESTAS ENTRAÑABLES... Y CARAS.

PORQUE EL DISPENDIO ECONÓMICO DE ESTAS FECHAS ES NOTABLE, A MUCHOS NOS DA QUE PENSAR SI TODO ESTE EXCESO CONSUMISTA (CANTIDAD DE REGALOS, CENAS Y COMIDAS A MANSALVA, OTRO TIPO DE GASTOS...) ES REALMENTE NECESARIO. UN POCO MAS DE AUSTERIDAD, PENSANDO EN AQUELLOS QUE EN ESTAS FIESTAS NO PUEDEN DISFRUTAR DE MUCHOD E LO QUE OTROS DISFRUTAMOS (Y EN LA SITUACIÓN ECONÓMICA QUE VIVIMOS), NO NOS VENDRÍA NADA MAL.

PERO COMO LO QUE SE TRATA ES DE DISFRUTAR DE ESTA IRREPETIBLE ÉPOCA DEL AÑO, PUES...

LOS RAYOS C OS DESEAN FELIZ NAVIDAD!

domingo, diciembre 21, 2008

SIEMPRE LLEGAN POR NAVIDAD


En fechas navideñas la costumbre de hacer regalos se ha extendido en todos los países que la celebran, como símbolo de generosidad, gratitud y voluntad de hacer feliz al prójimo, algunos de los valores que se promueven en estas fiestas. Las figuras que mitológicamente se encargan de la tarea de obsequiar al personal y que otorgan un halo mágico a esta acción, “ocultando” a las personas que verdaderamente hacen tal empresa, son figuras semilegendarias cuya incursión en la vida real cotidiana en estas fechas esta justificada para mantener la ilusión infantil. Los Reyes Magos en el mundo de habla hispana, Santa Claus en el mundo anglosajón primero y después prácticamente en todo el orbe occidental, y otras figuras similares “regaladoras navideñas” en otros países, pretenden dejar de ser personajes de ficción (o históricos) en navidad para convertirse en criaturas de carne y hueso, aunque, eso sí, mágicas. Repasemos como se han configurado estos diferentes mitos navideños.



El regalo de los magos de Oriente


La costumbre de hacer regalos por navidad es antigua e incierta, anterior incluso a la popularización de figuras como Santa Claus (Papá Noel) o los Reyes Magos. Se cree que en Europa, en la época inmediatamente posterior a la edad media, niños y niñas pobres o campesinos recibían presentes de señores benefactores o de instancias eclesiales. Pero claro está, al final eran los retoños de los ricos los que acababan recibiendo más. A partir de los siglos XVII, XVIIII en algunos países de Europa, del centro y el este, principalmente, comienza a crearse el mito del “Niño Jesús”, que trae presentes a los niños el día de nochebuena, inaugurándose el concepto del personaje sin existencia física (al menos en ese momento de la historia) que trae con “alevosía y nocturnidad” regalos que reflejan el espíritu de la felicidad navideña.


Si en cualquier parte del mundo se pregunta por una figura que trae regalos a las gentes en fechas navideñas, enseguida surge el viejo gordo de barba blanca vestido de rojo, conocido en el Reino Unido como Father Christmas, en USA como Santa Claus, y en Francia (y en algunos países hispanohablantes) como Papá Noél. Pero este personaje, popularizado en todo el mundo gracias al imperialismo cultural norteamericano, no es el único dado a estas tareas en nuestro planeta, aunque la “supremacía” cultural yanki que nos toca vivir en este mundo occidental este arrinconando a mitos propios de varios países o territorios. Sin ir más lejos, el mundo de habla hispana adoptó desde hace tiempo a unos personajes históricos de la tradición cristiana como personificación de la ilusión y la magia de las fiestas navideñas de cara al público infantil: los magos de oriente.


La figura de estos personajes, a penas mentados en los evangelios, es de las mas sugerentes y apasionantes que se pueden encontrar en la mitología contemporánea en todo el mundo, como también lo es el proceso de cómo se han mitificado y deificado estos personajes, que históricamente resultan enigmáticos e incluso inquietantes. La única noticia que se tiene de los magos de oriente es la que refiere Mateo: en los 13 primeros versículos del cap. 2 se menciona la historia de los magos que llegan a Jerusalén a la corte del rey Herodes, guiados por una estrella (la Estrella de Belén), preguntando por el nacimiento de un hipotético rey de los judíos recién nacido. El propósito de la visita causa sorpresa en la corte, ya que el hecho de que no existiera allí ningún nacimiento significaba que esos sabios habían conocido del nacimiento de un nuevo Mesías al que había que adorar. Herodes, enojado con el surgimiento de un competidor de su poder, encarga a los magos que averigüen donde ha nacido tal niño. De nuevo guiados por la estrella, llegan a Belén donde descubren a Jesús recién nacido en una gruta. Le adoran como a un rey y le entregan sus regalos: oro, incienso, y mirra. Herodes pretendía que los magos le comunicasen el lugar donde se encontraba el niño para darle muerte, pero estos, prevenidos por un ángel de las intenciones del monarca, se vuelven a su hogar sin decirle nada. El rey ordena ejecutar a los niños menores de 2 años, aunque José, María y Jesús ya habían emprendido una huida a Egipto.


El hecho de que los magos fueran establecidos en número de tres por la tradición cristiana se debe a que las Escrituras citan tres regalos. Dicha creencia data de tiempo inmemorial, lo mismo que los nombres de los tres magos. No obstante, no faltaron tradiciones y leyendas en los primeros siglos del cristianismo que citaron dos, cuatro, siete o doce magos. Hacia el siglo VI se aceptó comúnmente que los magos de oriente eran tres. Una de las primeras representaciones iconográficas de los personajes pertenece al mosaico del friso de la iglesia San Apolinar en Rávena, en donde tocados con gorro frigio aparecen tres hombres de vestimenta persa portando los consabidos regalos. Sobre ellos aparecen escritos sus nombres, Melchor (un sujeto anciano de barba blanca), Gaspar (un joven imberbe) y Baltasar (un hombre de mediana edad de cabello y barba negros con ciertos rasgos negroides). Parece probable que en el siglo VI se diese por sentado que los magos de oriente eran de etnia persa, pero en siglos posteriores se consideró a todos o alguno de ellos procedente de otras latitudes. Los magos aparecerán siempre en pinturas o grabados que representasen el nacimiento de Cristo, en número de tres salvo algunas excepciones primigenias y a partir del XVI siempre con un mago de raza negra, que la tradición identificó con Baltasar.


Lo que es cierto es que los magos que cita Mateo, de existir (hay teorías que afirman que la historia de la Epifanía fue una invención del evangelista), pertenecían a la religión zoroástrica, común en el actual próximo oriente en el tiempo del advenimiento de Jesucristo. Estos magos zoroástricos (tres, cuatro o el número que sea) no eran hechiceros, siguiendo la acepción actual de la palabra mago, sino sabios o científicos. Todo indica que eran astrónomos o astrólogos (interés propio del zoroastrismo), solo así pudieron avistar y estudiar la estrella. También es casi seguro que fueron persas, aunque los nombres por los que se les conoce desde el siglo VI no parecen de origen persa y tal vez sean derivaciones grecolatinas de nombres de tal origen.

Una tradición narra como tras la resurrección de Jesús en Saba (Persia) el apóstol Tomás redescubrió a los magos, los bautizó y los nombró obispos. Se dice que hacia el año 70 fueron martirizados y enterrados en un mismo sarcófago de existencia real, que hasta el siglo XII se encontró en Constantinopla. Federico I Barbarroja trasladó los supuestos restos de los magos a Colonia, donde actualmente se encuentran en la catedral. Aunque la tradición cristiana señala que en la ciudad alemana se encuentran los restos auténticos de los magos, otros templos aseguran poseer las auténticas reliquias de Melchor, Gaspar y Baltasar.



La “conversión”, de los tres magos en reyes magos se comenzó a extender a principios de la época medieval, aunque hasta el siglo XVIII no se instauró completamente en la creencia popular que Melchor, Gaspar y Baltasar eran reyes de exóticos parajes orientales. La condición real de los personajes ha sido sugerida por la rica naturaleza de los regalos que le ofrecieron a Jesús, más dignos de ser obsequiados a un rey (y por ende, solo disponibles por linajes reales) que a una humilde familia. Se ha afirmado también que esos regalos reflejaban la profecía sobre el destino de Jesucristo, o que sencillamente, dichos elementos (oro, incienso y mirra) eran presentes habituales en la cultura zoroástrica a la que al parecer pertenecían los magos. Por cierto, ¿qué ocurrió después con aquellos regalos? No lo sabemos. Lo cierto es que los tres Reyes Magos desde la baja edad media siempre irán asociados iconográficamente a los motivos navideños.


En varios países católicos, el 6 de Enero, día de la Epifanía se celebra también como la festividad de los Reyes Magos. La costumbre de que los niños (que han sido buenos) comenzasen a recibir regalos la víspera de ese día (la noche del 5 de enero) en España y otros países de habla castellana data de principios del siglo XIX, como herencia de la costumbre europea de los obsequios navideños a la infancia. En otras latitudes europeas ya existían otros personajes ficticios a los que se les atribuían los ilusionantes y esperados presentes navideños, pero mientras otros se colaban por las chimeneas, los reyes magos se especializaron en dejar regalos en los hispánicos patios y balcones.



De San Nicolás...


La globalización cultural que desde mediados del siglo XX ha vivido nuestro planeta ha universalizado la figura de Santa Claus (tal y como se ha conceptualizado desde el siglo XIX desde EEUU) como el símbolo (comercial) navideño por excelencia. Este personaje, en realidad una mixtura de tradiciones procedentes de los Países Bajos y de Escandinavia, ha terminado por imponerse en todo el mundo como el dispensador de regalos navideños por excelencia (en la noche del 24 de diciembre), provocando muchas veces el ostracismo de otros personajes de similar función de otros países, incluidas figuras en las que el propio Santa Claus esta inspirado. Lo cierto es que pese a la avasalladora presencia del gordo de traje rojo en fechas navideñas, aún se conserva la “existencia” de aquellos mitos navideños en los que SC se inspiró o incluso algunos sucedáneos locales, además de otros personajes en otros lugares que ni física ni legendariamente guardan relación alguno con el susodicho, aunque a fin de cuentas su función sea la misma. De todos ellos, San Nicolás (persona de existencia histórica real), es el personaje navideño que mayor personalidad propia posee.


Santa Claus es el nombre que se acuñó en Estados Unidos al invernal repartidor de para los niños, inspirándose en la figura de San Nicolás, principalmente, aunque también tomando elementos del Father Christmas británico y del Joulupukki nórdico. La tradición del San Nicolás regalador nació en Holanda, proveniente de la figura histórica de San Nicolás de Mira o San Nicolás de Bari (270-346), obispo de Mira, en Licia, territorio de la actual Turquía. Este obispo solía dar numerosos regalos a los pobres, niños especialmente. Sus restos se encuentran en Italia, en la catedral de Bari. Normalmente se el representa como un venerable anciano de barba blanca con ropas rojas de obispo. En Holanda, la tradición de recibir los regalos de San Nicolás data del siglo XVI y siempre en la fecha en la que se celebra la festividad del santo, el 6 de diciembre, aunque la proximidad de esa fecha con la navidad pronto acercaría a San Nicolás a dicha época del año. No obstante la tradición holandesa de San Nicolás tiene al parecer orígenes en la mitología germánica, concretamente en el personaje del dios Odín


En épocas precristianas, en los territorios de origen germánico se celebraba en invierno la fiesta de Yule, en donde se conmemoraba una legendaria cabalgata de Odín a través del cielo en un caballo de 8 patas. Incluso en la edad media, ya en época cristiana, se seguía conmemorando el Yule en diciembre en Holanda, Bélgica, Alemania y los países nórdicos, en el cual durante una noche los niños dejaban sus botas llenas de paja y azúcar para el caballo volador de Odín. Odín recompensaba la amabilidad de los niños con regalos, generalmente alimentos dulces. Nótese como esta tradición pagana guarda relación con la más cristiana y posterior de los regalos del Niño Jesús (y de la que derivan las tradiciones navideñas de los Reyes Magos y en cierto modo, del propio San Nicolás y de Santa Claus), de modo que se confirman ciertos orígenes no cristianos de estas tradiciones de recibir presentes. Los regalos de Odín pervivieron durante bastante tiempo en Holanda, Bélgica y Alemania en fechas invernales (en los países nórdicos la tradición tomó otros derroteros que luego comentaremos). En el siglo XVI los presentes de Odín son absorvidos en Holanda por el mito de San Nicolás, el santo que hacía regalos a los niños, como manera de conmemorar su festividad el 6 de diciembre. Desde entonces, los niños holandeses recibirán en sus calcetines puestos en la chimenea regalos y dulces, tal y como hacía el legendario Odín, cuyo Yule había dejado de celebrarse en los países de influencia germánica.


La tradición “moderna” de San Nicolás (Sinterklaas en holandés), celebrada en Holanda, en Bélgica y en Alemania, es en la que se inspirarán tanto Santa Claus como los Reyes Magos y otras figuras míticas navideñas. El mito de San Nicolás, aún conserva no pocos elementos paganos pese a su origen cristiano, como es el propio parecido de la representación navideña del santo con el dios germánico, y la existencia de personajes como sus ayudantes, los Zwarte Piet, provenientes de la mitología germana, a parte de hechos como los de atribuir a San Nicolás la virtud de viajar a lomos de un caballo volador, tal y como hacía Odín. A lo largo del siglo XX, en Bélgica y Alemania los regalos de San Nicolás pasaron a recibirse el del 6 de diciembre al 25 de diciembre (tal y como hacía su primo Yanki Santa Claus), mientras que en Holanda este cambio de fechas obtuvo mas resistencias hasta cambiarse finalmente por motivos comerciales. En Holanda en la actualidad, San Nicolás y SC (conocido allí como Kerstman, el hombre de navidad) son dos personajes considerados diferentes pese a tener una relación más que evidente en otros países. Por regla general, SN es el que trae regalos el 6 de diciembre y el Kerstman el 25 de diciembre



...a Santa Claus (vía nórdico-británica)


El Santa Claus originario de USA e internacionalizado en diferentes países es claramente una variación de San Nicolás, pero a la construcción de su figura se han sumado otros mitos. El más notable, el de el personaje británico de Father Christmas (Padre Navidad), una figura alegórica creada en Inglaterra en el siglo XVII que trataba de personificar la alegría de la navidad, a través de un hombre gigantesco, con barba negra, túnica verde y una guirnalda de acebo en su cabeza a modo de corona. Posteriormente, como veremos luego, el nombre de Padre Navidad se atribuirá a Santa Claus en algunos países, entre ellos el Reino Unido una vez el Father Christmas original – que nunca se utilizó como figura regaladora- cayese en el olvido. Aunque la figura principal de inspiraciónd e SC fue San Nicolás, la vestimenta actual del personaje norteamericano le debe bastante al Father Christmas británico.


Por el contrario, parece bastante farragosa la relación entre SC y su homólogo finlandés, Joulupukki, ya que no se sabe a ciencia cierta quien inspiró a quien. Es cierto, no obstante, que en los países nórdicos, antes del siglo XIX, existía una tradición de regalos navideños heredada del Yule de Odín y personificada en el personaje de la Cabra de Yule, una criatura mitad humana mitad animal se encargaba de traer obsequios en fechas navideñas. Aunque este personaje era inicialmente un ser maléfico que atemorizaba a los niños y les exigía regalos en lugar de entregárselos, la influencia del mito de Odín le convirtió en una figura amable. En Finlandia, a mediados del siglo XIX, la figura monstruosa se transformó en una figura humana: un anciano de barba blanca y prominente gordura que recordaba al SC norteamericano, ya existente, pero que también guardaba semejanzas con el gnomo danés (Tomte o Nisse) que los habitantes de Dinamarca habían adoptado hacia 1840 como sustituto de la cabra de Yule. El nuevo personaje finlandés conservaría no obstante el nombre de Joulupukki (cabra de Yule). A finales del XIX, el Tomte, figura con parecido con SC pero que también seguía los cánones de la imagen de los gnomos escandinavos, se extendió a Noruega y Suecia reemplazando la cabra de Yule. Mientras que en casi todos los de países de la Europa nórdica SC se ha terminado imponiendo, en Finlandia aún se conserva a Joulupukki, aunque su vestimenta y atribuciones son ya prácticamente las mismas que SC. No obstante, existen algunas diferencias, como el hecho de que el personaje finlandés entrega en persona los regalos (interpretado tradicionalmente por padres o familiares y actualmente por terceras personas contratadas al efecto). El hecho de que Joulupukki viaje en un trineo tirado por renos, al igual que SC, ha sido al parecer adoptado por el personaje norteamericano, aunque también se dice que la influencia ha sido inversa.


Por su parte, Santa Claus, tiene su origen comúnmente aceptado en el mito de San Nicolás, importado por los inmigrantes holandeses de EEUU que desde el siglo XVIII llegaron a lo que actualmente es Nueva York, llamado inicialmente Nuevo Ámsterdam y poblado por colonos holandeses. De hecho, el nombre de Santa Claus es una un tanto burda derivación fonética inglesa de Sinterklaas (San Nicolás). Parece ser que fue el escritor Washington Irving el creador de la americanización del nombre, quien inicialmente lo atribuyó a un personaje de origen holandés de su humorística Historia de Nueva York (1809), en la que hacía burla de los neoyorquinos de origen en los Países Bajos. La costumbre de San Nicolás (ya llamado Santa Claus en bastantes círculos), se extendió en la primera mitad del XIX de los oriundos holandeses a toda la población neoyorquina, y pronto se convirtió en un atradición genuina de al ciudad. En 1823 el mito de Santa Claus-San Nicolás comienza a extenderse por todos los EEUU gracias a un poema que apareció en el periódico Sentinel, The night Befote Christmas (la noche antes de navidad). Aquí el personaje ya se aleja de la Iconografía de Nicolás y se le representa como un viejo de barba blanca que vieja en un trineo volador llevado por ocho renos, a semejanza de Joulupukki. Ya no viste sus ropas de obispo y en su lugar lleva un traje invernal de pieles (cuyo color no se estandarizará hasta el siglo XX). Esta representación iconográfica de un personaje que ya era muy diferente al de San Nicolás de Lira, debía mucho a la del Father Christmas inglés, de sobra conocido en la cultura anglosajona. En 1863 el dibujante Thomas Nast contribuyó decisivamente a al popularización del personaje por todo el país como símbolo navideño gracias a una ilustración aparecida en el Harper´s Weekly, con una imagen bastante parecida a la actual.


A finales del XIX los regalos de Santa Claus (recibidos el 25 de diciembre) se estandarizan en al cultura norteamericana y comienza a difundirse su mito, incluída su residencia en el Polo Norte (influencia de los mitos navideños escandinavos) y su taller de juguetes. El escritor L. Frank Baum, autor de El Mago de Oz escribió en 1902 La vida y Aventuras de Santa Claus, en donde narró todos los mitos conocidos actualmente sobre el personaje, incluida su inmortalidad. La imagen actual de SC, con su traje invernal rojo y blanco, tuvo una curiosa génesis, bastante significativa: el dibujante Haddon Sundbon realizó en los años 30 un dibujo del personaje para una campaña publicitaria navideña de Coca-Cola en donde SC vestía con los colores corporativos de al empresa. Debido a al utilización del personaje en sucesivas campañas de al multinacional, SC terminará adoptando “oficialmente” dicho color en su vestimenta.



El SC norteamericano llegó a Europa a principios del siglo XX, siendo el RU el primer país que lo adaptó. Allí se fusionó con uno de sus inspiradores, el Father Christmas, y desde entonces los niños británicos reciben regalos del personaje, con todas su atribuciones nortemericanas pero conservando el nombre británico, una vez desaparecido el concepto inglés sobre el personaje alegórico de la navidad. En la época de la II Guerra Mundial, SC llega a otros países como Francia, en donde adoptará el nombre de Papá Noel (traducción francesa del nombre británico, ya que también se introdujo previamente la figura alegórica inglesa en el país galo). Papá Noel será también el nombre con el que se conozca al personaje años después en España y en otros países de habla hispana. En los países nórdicos, como hemos visto, SC desplazará a mitos locales, mientras que en los países del Este de Europa, el globalizador personaje se las verá con una (ciertamente similar) leyenda invernal eslava: Ded Moroz (el Abuelo Escarcha)



El invierno eslavo de Ded Moroz


El mito del Abuelo Escarcha es de origen ruso, aunque terminó introduciéndose en prácticamente todos los países de Europa Oriental. El Ded Moroz es un venerable anciano de barba blanca, suntuosas ropas invernales de pieles y sombrero a la manera eslava, báculo y resistentes botas. La tradición dice que su residencia se halla en el norte de Rusia y que su ayudante es Snegurochka (la Doncella de la Nieve), una joven rubia. Al igual que Joulupukki, el Abuelo Escarcha entrega los regalos en persona (interpretado por un actor o persona contratada) en actos organizados por las localidades o municipios, aunque cuando los niños son pequeños reciben los obsequios “clandestinamente”. La recepción de regalos del Ded Moroz es el día de año nuevo. Aunque el parecido con Santa Claus o San Nicolás es evidente, en realidad este personaje tiene un origen distinto, procedente de leyendas paganas eslavas. Snegurochka, un personaje tradicional de cuentos rusos, fue popularizada en Rusia en el siglo XIX por la obra de teatro Snegurochka (posteriormente convertida en ópera por Rimsky-Kosakov), aunque hasta finales de dicho siglo no se adoptó dicha figura junto con Ded Moroz como regaladoras del día de año nuevo. Este último fue prácticamente creado a finales del XIX a partir de ciertos personajes legendarios y tradiciones preexistentes, aunque puede que se utilizasen elementos de San Nicolás o Santa Claus para componer su figura.


Durante la época soviética, la celebración del Ded Moroz se extendió al resto de países del bloque comunista. De 1928 a 1935, habiéndose prohibido las celebraciones de Navidad y Año Nuevo en la URSS el Ded Moroz desapareció pero en 1935 una carta al Pravda de Pavel Postyshev terminó por reestablerlas celebraciones navideñas y al personaje. Desde entonces “gozó” incluso de recepciones oficiales en Moscú todos los primeros de año. En los países del antiguo bloque comunista la tradición se introdujo con éxito, aunque en algunos lugares con ligeras variaciones generalmente en cuanto a su vestimenta o el día que se reciben los regalos. En no pocas ocasiones el Ded Moroz tuvo que competir a cara de perro con personajes de estos países inspirados en San Nicolás o Santa Claus (introducidos poco después de la II Guerra Mundial); de hecho, durante la Guerra Fría,en países como Polonia se llegó a prohibir el Swiety Mikolaj (San Nicolás) a favor del Dziadek Mróz (Abuelo Escarcha polaco), sin que este último consiguiese popularidad. Mientras que en gran parte de la antigua Yugoslavia, en Rumania o en Chequia el Abuelo escarcha tuvo una acogida aceptable, en Croacia o Bulgaria, al igual que en Polonia siempre se prefirió la variante eslava de Santa Claus. En Croacia, en la actualidad coexisten Djed Bozicnjak (Santa Claus) y Sveti Nikola (San Nicolás), trayendo regalos en Navidad y el 6 de diciembre, respectivamente. En Rumania, donde a partir de 1949 se prohibió la anidiad, se cambió la fecha de entrega de regalos de la víspera navideña al 31 de diciembre, para luego recuperarse a finales de los 80. En la antigua RDA se creó el personaje de Väterche Frost, variante alemana del Ded Moroz con atribuciones folklóricas teutonas, que en cayó en desuso tras la caída del muro, a favor se San Nicolás y Santa Claus, celebrados en la Alemania Occidental.




La resistencia europea a la globalización: Olentzero y la Befana


Aunque en casi toda Europa el mito de Santa Claus ha terminado por imponerse, aún existen dos personajes ficticios regaladores navideños que no guardan relación con dicho personaje, a parte claro está, de los Reyes Magos. Nos referimos a Olentzero en Euskadi, y la Befana en Italia.


Olentzero es el personaje mítico que trae regalos a los niños en los territorios vascos (Euskadi, Navarra en la península ibérica y las provincias vascas del Estado Francés llamadas Iparralde) la víspera de navidad a la manera de SC y derivados, mediante el tradicional procedimiento clandestino nocturno. Olentzero, es un personaje mitológico vasco del que en al actualidad se dice que es un humilde carbonero que vive aislado de al humanidad en el monte y que cada víspera navideña viaja a las ciudades y pueblos a dejar regalos. La imagen del personaje es la de un personaje de mediana edad vestido con ropa tradicional vasca (txapela incluida), pipa y permanentemente sucio a causa del carbón. La costumbre de celebrar Olentzero de manera general en toda Euskal Herria es relativamente reciente, ya que la costumbre de dejar presentes a los niños era exclusiva de los ámbitos rurales desde el siglo XVIII hasta finales del XX. Es evidente pues que la popularización de Olentzero en el País Vasco ha sido una respuesta a la mercantilista costumbre importada en el resto de España de los regalos navideños en la persona de Papá Noél.


La leyenda de Olentzero data aproximadamente del siglo XVI y narraba vagamente la existencia de un carbonero cascarrabias que detestaba a los niños y que cuando bajaba al pueblo a vender carbón, secuestraba unos cuantos. Esta especia de coco vasco de apariencia más bien atroz y al que las madres aludían para meter miedo a sus pequeños, hacia principios del siglo XX devino en un personaje bondadoso que utilizaba la alevosía par penetrar en las chimeneas de las casas no para causar ningún mal sino para dejar regalos y comida a sus habitantes. La conexión de esta leyenda con el ancestral mito navideño de los regalos sorpresa (y con otros bien conocidos en la península como el de los Reyes Magos) convirtió a Olentzero en un mito de la ilusión navideña. El origen del nombre, presumiblemente cambiado del original en algún momento de principios del siglo XX, viene según algunas fuentes de “Onentzat aro” en euskera (época de lo bueno). Los orígenes del personaje al parecer se encuentran en Lesaka, Navarra, y existe una teoría que le emparenta con la leyenda de los jentiles, una estirpe de gigantes de los que se narra que primeros habitantes de las tierras vascas y que se autoexterminaron una vez el nacimiento de Cristo acabó con su paganismo. Olentzero sería considerado el último jentil y el único converso al cristianismo. Olentzero conserva una apariencia algo estrambótica fruto de que en un tiempo (principios del XX) se consideró un personaje risible. Existe la costumbre de que un grupo de personas pasee la noche del 24 un muñeco del personaje, que es finalmente quemado.


En Italia el personaje que trae regalos en navidad es La Befana, el único femenino dedicado a esta función. Se trata de una vieja, muchas veces representada como un bruja, la cual deja regalos a los niños la víspera del 6 de enero, festividad de la Epifanía (de hecho, su nombre viene de esa palabra. Esta tradición, que se remonta a una fecha inmemorial, en épocas antiguas consistía en que el ficticio personaje dejaba dulces a los niños que se portaban bien y carbón a los que no, aunque hoy hace regalos más estandarizados. Se dice que cada vez que llega volando en una escoba y que se cuela por las chimeneas las noches del día 5 de enero, barriendo el suelo de hogar en todos los hogares a los que accede.

La leyenda cuenta que La Befana recibió la visita de los tres magos de oriente, quienes le preguntaron por el camino hacia el lugar del nacimiento de Jesús. La Befana no lo conocía, pero invito a los magos a pasar la noche en su casa. A la mañana siguiente estos le propusieron hacer el viaje con ellos, pero ella les contestó que estaba demasiado ocupada en sus tareas domésticas. Posteriormente, La Befana se arrepintió y trato de buscar en vano a los magos y el camino hacia Belén. Desde entonces, La Befana busca al niño Jesús por todas las casas a través de la eternidad. El origen de esta leyenda (aunque hay otras versiones) y del personaje aunque data de la era cristiana tiene no pocos elementos paganos y simbólicos. Muchos sostienen que una de las raíces de esta tradición italiana proviene de una costumbre de laa ntigua Roma que tenía lugar a primeros de un nuevo año, en la cual se intercambiaban regalos. Lo que parece evidente es que l tradición de entregar carbón a los niños malos llevada a cabo en la festividad de los reyes magos y en otras tradiciones proviene del mito de La Befana.

miércoles, diciembre 10, 2008

El aparatito de Lumiere - LA OLA (DIE WELLE)


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Continúa el desfile de excelentes películas europeas en nuestras pantallas, con turno en esta ocasión para un excelente film alemán que partiendo de un inquietante interrogante ha conseguido originar un encendido debate en el país teutón (y cuyo efecto colateral ha sido convertirse en uno de los filmes alemanes mas taquilleros en los últimos tiempos): ¿es posible un nuevo régimen nazi en Alemania? ¿Pueden volver a darse las causas de la ascensión del III Reich en la sociedad alemana actual? ¿Qué es lo que origina el fanatismo y la firme obediencia en algo o alguien? Vaya por delante que Die Welle no es una película que trate de crear polémica, eso se ve desde el primer fotograma, pero está claro que su inteligente planteamiento es de los que no dejan indiferentes a nadie. El director Dennis Gassel, curiosamente se inspira a una experiencia real ocurrida en EEUU en 1967, en donde un profesor de secundaria, Ron Jones, quiso explicar a sus alumnos los regímenes fascistas mediante un experimento de varios días en donde “instauró” en el aula un movimiento totalitario para que el alumnado conociese la disciplina totalitaria y sus mecanismos, pero el experimento (bautizado como La Tercera Ola) se le fue de las manos y los adolescentes llegaron a comportarse como auténticos fanáticos paramilitares fascistas, tendiéndolo que interrumpir apresuradamente. La Ola se convirtió en debatida novela firmada por Morton Rhue a principios de los 80 y en ese texto, trasladado a al Alemania de finales de los 2000, se basa este soberbio, inteligente e inquietante filme.


En esta película, Rainer (Jürgen Vogel), un profesor de unos 40 años, izquierdista y con pasado punk y ocupa decide recurrir al mencionado experimento para explicar a los chavales del instituto donde imparte clase lo que es la autocracia. Así durante una casi semana asistimos a la gestación, desarrollo y explosión final de la Ola, el movimiento que los propios alumnos van creando siguiendo las sugerencias del profe. Uniforme (camisa blanca) para sentir la pertenencia a un grupo, saludos y símbolos exclusivos, disciplina férrea y obediencia al profesor para conocer lo que es secundar a la tiranía…La Ola consigue ser un grupo hermanado y de innegable camaradería, pero al mismo tiempo será un colectivo déspota con los que no quieren pertenecer a el y poco a poco la unidad grupal llevará a borrar las individualidades y esto a su vez llevará al fanatismo, y esto último a la irracionalidad y así hasta llegar a la violencia y el odio. Todo se cuenta de una manera muy concisa y con un pulso narrativo muy matizado que hace que el espectador nos e pierda ni un solo detalle de cómo evoluciona la historia. El tono realista viene muy bien a un filme que trata de reflejar fielmente aspectos del comportamiento adolescente y de la subcultura teen, pero al mismo tiempo no deja de ser un poco reconfortante estudio antropológico con devastadores resultados, y se lleva a su máxima expresión en los desasosegantes minutos finales, capaces de poner el pelo como escarpias.


La película huye del sensacionalismo y se escuda en cierta intención didáctica que puede resultar un poco forzada, pero no pedante en ningún modo. El muestrario de situaciones límite es antológico y la reflexión (o mejor dicho, diferentes reflexiones) no deja de aparecer en ningún momento. El espectador no deja de hacerse preguntas sobre el como está sucediendo esto, y a veces las mismas respuestas que la peli ofrece son sencillamente devastadoras. El plantel de jovencísimos actores esta genial y es perfectamente creible, con diferentes tipologías del panorama del alumnado secundaria reconocibles en cualquier país europeo…pero al final, casi todos terminarán sucumbidos ante el arrebatador “encanto” de La Ola. Una película, cruda, amarga e incómoda a veces, pero que debe verse. Una advertencia a muchos movimientos de cualquier signo ideológico que tratan de hacer piña mediante el fanatismo, la lucha contra fantasmas, el borrado de al individualidad y la inculcación del odio. Una película tan poco confortante como genial.