sábado, noviembre 24, 2018

ALEGRIA TRISTEZA


 
*** y 1/2                                                                                             
         
Lo que hace bueno a un drama muchas veces es la sencillez con que se plantea y se resuelve, y en ese sentido este filme español realizado con pulso y sensibilidad por Ibon Cormenzana triunfa no solamente por llevar a buen puerta la premisa anteriormente mencionada sino por conseguir una historia sólida y conmovedora a partir de un difícil material de partida. Ayudado por un reparto espléndido, el realizador (y también productor de otros filmes) vizcaino realiza un trabajo esplendido con los ropajes de película modesta, un drama de sentimientos surcado por la inestabilidad psicológica y el amor por los seres queridos. Un enorme actor como Roberto Álamo fascina con su composición de Marcos, un bombero que tras el shock postraumático de la pérdida de su mujer Sandra (Maggie Civantos) es incapaz de reconocer sus propios sentimientos y los de los demás llegando a poner en serio peligro no sólo su propia estabilidad mental sino su relación con su hija Lola (Claudia Placer), al convivencia con sus amigos y su trabajo. Precisamente un desdichado suceso cumpliendo su cometido como bombero llevará a la decisión judicial de internarla en un psiquiátrico, donde una joven psicóloga (Manuela Vellés) intentará reconducir su situación con cariño y dedicación mientras que el director del hospital (Pedro Casablanc) parece tener una especial inquina con Marcos, quien no se explica ni que hace allí ni parece encontrar la mejor manera de volver a ser el que era.   
 
Este es un dramón puro y duro, sin cortapisas ni concesiones, centrado en la vivencia del sufrimiento personal a bastantes niveles. La película no cae en ningún momento ni en lo fácilmente lacrimógeno ni en momentos impostados pero deja sin aliento al espectador. El mundo de los sentimientos y lo difícil que es realmente canalizarlos y que sean útiles es lo que desgrana una película inteligente y muy sólida en donde se demuestra lo desvíos que son los buenos intérpretes para empresas cinemtográficas complicadas.