viernes, octubre 16, 2009

El aparatito de Lumiere- AGORA


Alejandro Amenabar se ha convertido, con permiso de Almodovar (hasta el parecido en el apellido es revelador) en el director español más reconocido internacionalmente. Tras la aventurilla americana de Los Otros (2002) y el Oscar de Mar Adentro (2004), el director madrileño nacido en Chile parecía lanzado en cohete hasta el estrellato, aunque se ha hecho esperar bastante tiempo, concretamente cinco largos años desde su último filme. Sorprendió anunciando si intención de rodar una superproducción ambientada en la Alejandría (¿algo que ver con su nombre?) de los últimos días del Imperio Romano, es decir, un péplum en toda regla que hasta el momento es la película más cara de la historia del cine español, aunque gran parte (más o menos la mitad) de su equipo técnico sea extranjero y en el reparto no haya un solo rostro hispánico. Ágora se había presentado como una película contra la intolerancia, el fanatismo, y el triunfo de la razón frente a superstición, encarnada por el fundamentalismo religioso. El marco espacial, Alejandría en el siglo IV d.c, ciudad egipcia bajo el yugo de Roma convertida en aquel tiempo en el epicentro del saber universal gracias a la mítica Biblioteca, en donde se reunían todas las principales obras del saber de la antigüedad. La figura central, Hipatia, astrónoma y filósofa de importante renombre en su ciudad, una de las escasísimas sabias de la antigüedad o al menos de las únicas cuyo nombre ha perdurado, y cuya obra se perdió. El elemento catalizador de la historia, la lucha encarnizada en aquella ciudad entre los paganos, los cristianos (recientemente “legalizados” en el imperio) y los judíos, cada uno luchando en realidad por sus parcelas de poder, más que por extender sus creencias. Una materia prima de primera para una gran película ¿verdad? Pues bien, Amenabar no ha sabido aprovechar al máximo todos esos elementos y el resultado es una película sosa, sin relieve, y que cuidadando más al forma que el fondo, decepciona a todos aquellos que esperaban un buen trabajo cinematográfico.

Amenabar, ¿genio?, ¿farsante?, ¿sobrevalorado? Si uno analiza fríamente su filmografía vera que “no es para tanto”, teniendo en cuenta además que Mar Adentro era una película tramposa y efectista. No se le puede reprochar al director el no saber dirigir bien una gran producción (resulta mejor y más creíble que muchos directores americanos del ramo), ni tener buen tino para rodar buenas escenas (batallas, planos realmente conseguidos en secuencias antológicas) y captar bellas imágenes, pero como narrador es torpe, limitado y convencional. Junto con su colaborador habitual y compañero sentimental Mateo Gil ha firmado un guión íque podía dar mucho más de s, pero se pierde en un acople imposible de temas (la lucha religiosa, los descubrimientos científicos de Hipatia, y los conflictos políticos de poder) y deja al espectador con una sensación total de “¿aquí no falta algo?”. Por otra parte, en su oportuna crítica al fanatismo religioso y político (equiparable a nuestros días, por increíble que parezca) se le va la mano con los cristianos y al final terminan caracterizados como villanos de opereta. Habrá críticas desde la jerarquía eclesial, seguramente, que la tacharán (exageradamente) de anticristiana. La verdad es que esta es la típica película que irá a ver todo el mundo creyendo que se va a encontrar con otra cosa, y al final decepcionará a todos por una u otra razón: un sector del público creerá que se trata de una peli de acción al estilo Gladiator (y no lo es en absoluto), las feministas irán a hacer al ola creyendo que va a ensalzar la figura de Hipatia como mujer condenada por ser sabia en un mundo de hombres (y esto lo hace de manera testimonial), y los aficionados a la Historia clásica y la filosofía antigua creerán que es una película intelectual (y muy poco de ciencia aparece, aunque a más de uno en el público puede que le parezca indigesta). Por si fuera poco, anacronismos de juzgado de guardia terminan de dar la puntilla de mediocridad: obsérvese el plano donde aparece una reproducción de la Loba Capitolina con las figuras renacentistas de Rómulo y Remo

La interpretación de Rachel Weisz como Hipatia, es de recibo, cosa que no se puede decir del resto del reparto, conformado por en su mayoría desconocidos intérpretes internacionales. Despliegue técnico de primer orden y buena escenografía pero poca chicha. Esta haciendo unas taquillas impresionantes, el cine español puede que cuadre las cuentas en este 2009.

domingo, octubre 11, 2009

THE GREAT VIDEOCLIP LIBRARY (3). DAVID BOWIE : LET´S DANCE (1983). LAS ZAPATILLAS ROJAS DEL DUQUE BLANCO

Aunque Mr. David Bowie tiene en su currículum una buena terna de videoclips memorables, además de haber sido pionero como imagen de este “arte” a principios de los 70, son de especial referencia sus vídeos de primeros de la década de los 80, dirigidos la mayoría por él mismo en colaboración con David Mallet. Un ejemplo, su maravilloso, Ashes to Ashes (1980), el vídeo más avanzado durante muchos años y que incluso hoy en día resulta una experiencia visual inolvidable. No obstante, ahora nos ocupa el vídeo de Let´s Dance, la canción estrella del LP del mismo nombre, el disco de Bowie más vendido.

El pequeño filme en cuestión es uno de los más célebres de Bowie, aparte de corresponder a su tema más popular de los últimos 30 años: Sin grandes alardes técnicos, el vídeo nos narra una historia, una moderna adaptación del mito de las Zapatillas Rojas rodado en Australia (en Sidney, mayormente), y con una tierna pareja de adolescentes aborígenes como protagonistas. Una crítica al poder corruptivo del progreso y la civilización que hipotéticamente destruye la inocencia de la vida aborigen en las Antípodas. David, teñido de rubísimo y cultivando el Funk Pop y la Dance Music en el disco más comercial de su carrera, hace varias intervenciones a lo largo de la filmación interpretando el tema y brevemente como actor en las secuencias dramáticas. Uno de los vídeos más célebres y recordados de los 80, y con un David Bowie que si bien ya había entrado en una decadencia creativa, seguía siendo uno de los músicos de referencia de la música popular.