miércoles, abril 24, 2024

ROSALIE


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Freaks y fenómenos. Han dado mucho a la historia del cine y sus historias, reales o imaginadas, siguen siendo enormemente sugerentes y esta película francesa dirigida con bastante habilidad por Stéphanie Di Giusto lo confirma. Basada ligeramente en la historia real de la mujer barbuda de finales del siglo XIX Clémentine Delait, Rosalie es un canto a la reivindicación de la diferencia y también un drama bastante melancólico e intimista con la historia vista casi siempre a ojos de su atribulada protagonista, una joven cuyo hirsutismo galopante, que le hace crecer pelo por todo su cuerpo, le ha convertido en un ser inseguro y temeroso -su futuro nunca será nada claro para ella- pero al mismo tiempo su enorme sensibilidad le obligará a mantener su templanza y compostura y también su feminidad. Nadiçia Tereskiewicz, uno de los rostros más prometedores de la escena francesa, da vida a Rosalie, un muchacha entregada por su padre para un matrimonio de conveniencia a un tabernero rural en una situación económica apurada, Abel (Benôit Magimel) sin que este sepa nada de su condición, que al conocerla (él y todo el pueblo) se debatirá entre el rechazo, el afecto y la utilidad, ya que incluso la propia Rosalie termina por pretender sacar rédito económico de su físico y así mejorar la situación de la forzada pareja. Pero nada será sencillo.

Una excelente fotografía de regusto pictórico (muy adecuada a la hora de captar una atmósfera decimonónica) hace resaltar el acabado formal de la película cuyo guion se muestra trabajado y con interesantes aristas emocionales aunque tal vez también algo tópico. La dualidad de este filme entre romanticismo/realismo cuando funciona lo hace muy bien pero otras veces no aporta mucho. Es muy interesante el tono de cuento de hadas en que la película se imbuye muy inteligentemente y sin caer en el empalago, las interpretaciones ayudan mucho en este sentido y tanto Tereskiewicz como Magimel componen muy buenos papeles en una extraña relación amorosa imposible, inesperada, extraña. Hay cierta reminiscencia de El Hombre Elefante (1981) de David Lynch, pero la película tiene su propio tono. El cine francés sigue regalándonos buenos momentos.