viernes, octubre 16, 2020

NACIÓN CAUTIVA (CAPTIVE STATE)

 

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Intento de hacer ciencia ficción inteligente y con mensaje que se queda a medio camino de una obra redonda por culpa de un desarrollo de guión un tanto gélido y con interesantes premisas de las que no llega a explotar casi ninguna. Utilizando el recurso de la invasión extraterrestre y bajo el ropaje de política-ficción la película podría ser más interesante si estuviese disfrazada de trampantojo de serie b y lo cierto es que estamos ante una película de presupuesto limitado pero se toma demasiado en serio y para colmo ese tono no es constante ya que con facilidad se salta de la distopía política con tintes dramáticos al cine de acción (aunque aquí acción en realidad haya la justa) o al thriller bélico más tópico. Eso si, la película se esfuerza en tener su moraleja y en mostrar su parábola de lucha contra un poder dictatorial además extraño al entorno cercano (en este caso seres extraterrestres que invaden la tierra y la someten con al colaboración de un amplio sector terrícola) aunque al final no sea más que un pretexto para centrarse en una historia de los vaivenes de un movimiento de resistencia y todas sus cuitas y avatares internos tomando como referencia el personaje central del joven Gabriel Drummond  (Ashton Sanders), un muchacho de Chicago que quiere continuar el legado de su hermano mayor, el miembro de la resistencia desaparecido Rafe (Jonathan Majors) al tiempo que es tutelado y vigilado por un antiguo conocido ahora colaborador de los alienígenas, el comandante William Mulligan (John Goodman)

Las referencias históricas a la invasión nazi en Europa (especialmente en Francia) y la lucha entre colaboradores y resistentes es más que evidente, aunque en ese sentido la fuente de la analogía es tan manida que hace que todo sea más o menos previsible en el desarrollo de ciertos aspectos de la historia. Los extraterrestres, que son llamados “legisladores” y son idolatrados por los colaboracionistas viviendo un hábitat oculto subterráneo que los humanos tienen que construirles, tienen la apariencia de insectos gigantes y sus intenciones no son claramente especificadas: otro recurso tomado del lore de la ciencia ficción que no lleva a ninguna parte. Pero sería injusto no reconocer en Nación cautiva su efectivo manejo e los tiempos y el montaje, su sugerente estilo visual realista y callejero, el buen hacer de sus intérpretes, su maestría a la hora de elaborar la inquietud ante la distopía y lo efectivo de ciertos momentos, aunque se eche en falta emoción y credibilidad. El cómic y la literatura de ciencia ficción (aquí habría que citar a autores como Alan Moore o Philip K. Dick) son referencias correctamente manejadas que harán las delicias de los amantes de la ficción científica, el público que más disfrutara con este filme. El resto tendrá opiniones encontradas

 

lunes, octubre 12, 2020

RIFKIN´S FESTIVAL

 

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Woody Allen sigue en la brecha a sus 85 años y, al menos de momento, nada parece interponerse en su propósito de seguir dirigiendo una película anual, ni tan siquiera una extratemporánea campaña contra su persona. De nuevo dirigiendo en Europa en régimen de coproducción internacional (esta vez junto con productoras españolas e italianas) el Woody Allen turístico regresa sin ofrecer esta vez nada nuevo ni estimulante, más bien más de lo mismo dentro de sus coordenadas de comedia-drama. Aunque en esta ocasión no protagoniza el filme su personaje si aparece: como  en otras de sus  películas, el hombre culto, neurótico e inseguro está encarnado por otro actor, en este caso su buen amigo Wallace Shawn, personaje polifacético y genial intérprete que en una de sus escasas oportunidades de acometer un papel protagonista brilla por su carisma y buen hacer. Sin embargo la historia, una poco original crónica de enredos amorosos y encuentros-desencuentros bastante vista en la interminable filmografía del neoyorquino, no ayuda a la hora de configurar una obra de verdadero relieve aunque al fin de cuentas sea una buena película de agradable visión.

Tal vez el elemento más interesante de Rifkin´s Festival sea que Allen muestra su vertiente más cinéfila adentrándose tanto en la industria y parafernalia comercial del mundo fílmico como de su elemento artístico. Rodada en Donostia-San Sebastián en una edición del Zinemaldia Donostiarra la película es un pequeño homenaje a los festivales de Cine a todo lo que se mueve alrededor de ellos de paso haciendo el folleto turístico visual de rigor que Allen ya hizo en Vicky Cristina Barcelona o a Roma con Amor. Más allá de lo curioso que resulta ver captado por la cámara woodyallenesca el paseo de la Concha o el Peine de los Vientos, el director demuestra una vez más que sabe convertir a al ciudad escenario en un protagonista más aunque sea de la manera más tópica posible. Un reparto internacional con una nutrida presencia española responde con creces y sin muchas estridencias. Mort Rifkin, interpretado por Shawn, es un maduro escritor y antiguo profesor de cine estadounidense que  acompaña a su esposa Sue (Gina Gershon) al Festival de san Sebastián en el que ella acompaña a uno de sus representados, el joven y exitoso cineasta francés Phillipe (Louis Garrel) del que Mort siente celos por ver reflejado en él aquello que el quiso ser y no fue, además de sospechar que tiene un affair con su mujer. La relación con una doctora cuarentañera local, Joana Rojas (Elena Anaya) parece levantar el ánimo de un desorientado Rifkin, pero las cosas no le resultarán fáciles. El amor de Rifkin por el gran cine de autor de todos los tiempos (especialmente el europeo) le sirve a Allen para homenajear a algunas de sus películas favoritas en las ensoñaciones del protagonista: entonadas recreaciones paródicas de Ciudadano Kane, El Ángel Exterminador, Persona, o El Séptimo Sello entre otras se suceden y suponen de lo mejor del filme en su declaración de amor por el séptimo arte y por gente como Buñuel, Fellini o Truffaut. Pero aunque deja un buen sabor de boca, a esta película le falta más solidez y le sobran manierismos del propio Allen.