miércoles, octubre 18, 2023

CHINAS

 


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En su aún breve pero más que interesante filmografía Arantxa Etxebarria no tiene reparos en tocar temas candentes de la sociedad española actual los cuales atesoran ciertas derivaciones dramáticas y un tanto polémicas, haciéndolo desde una perspectiva amable, esperanzada y constructiva. La situación de la cada vez más numerosa comunidad china en España era una temática que aún no había sido bastante explotada por el cine español y que con este filme encuentra una vía de expresión y testimonio honesto, interesante y con edificante mensaje. La realizadora vasca además ha querido tocar dos realidades de los habitantes del gigante del lejano oriente en España y en otros países occidentales: por un lado la situación de los emigrantes chinos y su descendencia de primera generación nacida fuera de China con los choques culturales y sociales vividos por ambas generaciones y por otro la vivencia de los menores chinos adoptados por familias occidentales. En este Chinas dos historias de cada una de estas realidades convergen bajo la perspectiva de dos niñas de nueve años residentes en el madrileño barrio de Usera: Lucía (Daniela Shiman Yang) hija de comerciantes chinos propietarios de un bazar totalmente volcados con su negocio (como suele ser habitual en esta comunidad) y  Xiang (Elia Qiu), hija adoptiva de un matrimonio madrileño que matricula a la pequeña en el mismo colegio que Lucía. Xiang se siente rara por su situación, recibe atención psicológica y le cuesta encajar en cualquier contexto en general, mientras que Lucía, más extrovertida, en realidad tampoco se siente como los demás niños  ya que sus padres apenas la atienden, están todo el día trabajando y casi no hablen castellano: ella desea ser como los otros niños de su cole y sus familias. Claudia (Xinyi Ye) la hermana de 17 años de Lucía, por su parte, quiere también vivir una adolescencia como la de los jóvenes de su edad  pero su situación familiar se lo impide, agravada por el hecho de que sus progenitores desean concertarla un matrimonio con otro joven de origen chino: Claudia tratará de rebelase contra todo eso.

La opción de canalizar la historia a través de una inocente mirada infantil es un recurso acertado que es explotado con mucha habilidad combinando con la visión adolescente de Claudia y con la perspectiva adulta tanto de los padres de Xiang (Leonor Watling y Pablo Molinero), como de los padres de Lucía y Claudia (Quinfei Zu y Yeju Ji) o la de Amaya (Carolina Yuste) clienta habitual del establecimiento de la familia de Lucía y que hace buenas migas con ella. El problema es casi siempre el mismo: la integración y la búsqueda de al identidad, algo que en edades tempranas se antoja fundamental. La película huye de la moralina y se adentra en los inocentes mundos mentales de sus jóvenes protagonistas con todo lo que esto conlleva y respetando sobre todo la psicología y el universo infantil.  Los intérpretes de origen chino, todos ellos actores aficionados, están espléndidos y realizando un enorme esfuerzo interpretativo, en especial las pequeñas Qiu y Yang, almas de la película, como también la joven Xinyi Ye realiza un trabajo muy destacable. La directora ha sabido como canalizar excelentemente el costumbrismo más realista dentro del drama y esto lo ha conseguido con un tratamiento respetuoso y realista de la compleja situación una minoría étnica  en España de la que se podría hablar largo y tendido debido a sus numerosos y aún no muy conocidos matices. Cine social con label ibérico hecho con honestidad y sin tonterías.       

domingo, octubre 15, 2023

EL EXORCISTA: CREYENTES (THE EXORCIST:BELIEVER)

 


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Los intentos por resucitar la saga The Exorcist (si es que alguna vez debió serlo) en los últimos años, tanto en la televisión como ahora en el cine, simplemente caen en el terreno del marketing y reducen a uno de los mejores títulos del cine de terror de la historia del séptimo arte en una gallina de los huevos de oro en donde se trata más de explotar la película como artefacto pop que cualquier otra cosa. La película de 1973 dirigida por William Friedkin basada en una novela de William Peter Blatty que el mismo adaptó ha sobrevivido y envejecido más o menos bien pese a su premeditado efectismo, cosa que no se puede decir de las que habían sido sus dos secuelas hasta el momento  y de las dos precuelas paralelas, filmadas con el mismo afán mitómano-rentabilizador que esta nueva secuela. Producida por Blum House, empresa responsable del reboot de la saga Hallloween- otro título mítico del terror de finales del siglo XX- , The Exorcist Believer aunque se esfuerza por respetar el espíritu del filme original con la aparición estelar de personajes de aquella como Chris McNeill, la inolvidable y sufrida madre de la pequeña poseída Regan -de nuevo interpretada por la nonagenaria pero todavía estupenda actriz Ellen Burstyn- y con una adaptación actualizada algunas veces acertada y otras no tanto de aquellas terroríficas innovaciones formales (imágenes subliminales, movimientos salvajes de cámara, maquillajes truculentos, efectos sonoros turbadores), termina naufragando por su falta de personalidad, su supeditación a los postulados más fáciles del terror efectista actual y en definitiva por un desbarajuste global al querer contentar al mismo tiempo a los seguidores de al película clásica como a los consumidores del fantaterrorífico de hoy. Esta nueva entrega medio siglo después del filme original, sin obviar buenos momentos y un guión con su intríngulis (en donde el demonio poseedor ya no es Pazuzu), resulta estéril y nada novedosa. La dirección de David Gordon Green, eso si es esforzada y voluntariosa tratando de hacer un producto más o menos digno cuando se llegue a comparar con la fuente original, pero a  todas luces este nuevo Exorcista no deja de ser un refrito de manual.

De nuevo nos encontramos con posesión diabólica a menores de edad, con al novedad que en este caso se trata de el endemoniamiento simultáneo de dos niñas, Angela Fielding (Lidya Jewett) hija de un padre viudo, Victor (Leslie Odom Jr.) educada agnósticamente y traumatizada por al ausencia de su madre fallecida al nacer ella, y su amiga Katherine (Olivia O´Neill) hija de un matrimonio de firmes creyentes baptistas: las dos jóvenes actrices realizan un estupendo (e inquietante, por supuesto) trabajo muy en la estela del que realizó en su momento Linda Blair e incluso con menos golpes de efecto, mientras que los intérpretes adultos se limitan a cumplir el expediente salvo tal vez una Ellen Burstyn que es la única que aporta clase y credibilidad a la historia con su conexión con la historia original. La matriarca McNeill ayudará a los padres de las criaturas a organizar un complejo exorcismo que incluirá ritos y exorcistas de diferentes religiones y que en la película trata de figurar como el su elemento culminante sin que al margen de lo previsible aporte nada épico ni memorable. Excelentes efectos visuales, si, momentos terroríficos bien conseguidos por la utilización de la sugestión más que de los explícito, también (esa si es una virtud del primer film bien asumida), pero da la perenne sensación de que estamos más bien ante un remake que una secuela en donde por supuesto no falta una recreación de los inolvidables pentagramas de los primeros compases de Tubular Bells de Mike Oldfield. Se anuncian dos secuelas posteriores más pero muy posiblemente no aportarán mucho más.