martes, octubre 16, 2018

COLD WAR



 **** y 1/2

Pawel Pawlikowski ya demostró en su anterior film Ida (2013) una habilidad cinematográfica extraordinaria con su noclasicismo en blanco y negro y sus dotes de narrador minimalista pero imponente y sobrecogedor, algo que traslada a su nuevo filme, también rodado en blanco y negro y con el pasado de Europa del Este en las segunda mitad del siglo XX como telón de fondo consiguiendo un trabajo aún más efectivo que aquel. El director polaco parece empeñado en seguir en su faceta de historiador-fabulador cinematográfico contando en esta ocasión de manera simbólica y fabulística una historia que transcurre durante más de 30 años (entre principios de la postguerra mundial y los años60) entre Polonia, Yugoslavia, Alemania del Este y Francia y que ilustra de manera muy sutil, gélida y esquemática las consecuencias del histórico enfrentamiento entre el bloque socialista y el capitalista (la Guerra Fría del título) en las relaciones humanas y en el propio sentir de las personas. Cold War es además de una historia de amor imposible y desgraciado entre la cantante Zula (Joanna Kulig) y el músico Wiktor (Tomasz Kot) que huyen de su Polonia natal en 1946 para iniciar una nueva vida al otro lado del telón, la crónica de la miseria humana que tanto el comunismo recién implantado como sistema de gobierno en el este de Europa como el airado capitalismo del oeste -totalmente reactivo ante sus incómodos vecinos-,  no ya solo en su absurda lucha encarnizada sino en su (i)lógica interna en ambos casos, implantaron. Pero en lugar de mostrar crudeza realista y de recurrir al drama más descarnado- tal y como reclamaba la ocasión- la película opta por lo sutil e incluso lo delicado dentro de un conjunto frío y pétreo pero bello y deslumbrante al mismo tiempo gracias a unas magníficas imágenes y una excelsa puesta en escena, teatral y manierista que resulta a veces una delicia aunque el esquematismo del relato no logre que la película apasione completamente y por ello no estemos hablando de una redonda obra maestra.

En la Polonia de finales de los años 40, Zula, una joven dotada para el canto y el baile folklórico polaco, faceta por la cual logra reconocimiento en las esferas institucionales del régimen comunista de su país, se enamora de Wiktor, un músico y compositor también talentoso que empieza a cansarse del gris panorama político en pleno apogeo del estalinismo. Ambos, en una actuación en Berlin Este, planean y logran huir a Berlin Oeste desertando del bloque comunista, y de allí irán a Paris. Las cosas sin embargo, tanto en pareja como por separado no irán tal y como ellos han pensado aunque cada uno emprenderá su camino, no se sabe si exitoso o feliz o no pero al fin y al cabo igual de mediocre y anodino con respecto a lo que dejaron atrás. El claro mensaje de que ambas situaciones geográfico-políticas eran en realidad la misma mierda y que sin una base emocional es imposible conseguir la felicidad planea en una historia que utiliza la afectación del  paso del tiempo en los personajes como metáfora con una explicación de pescadilla que se muerde la cola que es de lo más fascinante de la historia. Excelentemente ambientado y capaz de hacer pensar durante varios días aunque sin llegar a conmover realmente, Cold War es un filme inteligente y necesario con diferentes lecturas (sociales, amorosas, psicológicas, políticas, humanas), complejidad que últimamente se echaba bastante en falta en las pantallas.