martes, julio 05, 2016

TODOS QUEREMOS ALGO (EVERYBODY WANTS SOME!)






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Richard Linklater es un director que sabe ofrecer películas cada una de temática variada que ya bien desde una vertiente independiente (como en este caso) o con el respaldo de grandes estudios siempre tienen una impronta dentro de tal o cual género que las hace extrañamente singlares. Después de haber firmado con Boyhood (2014) su obra maestra, el realizador, ya un cineasta en estado de madurez, sorprende con una comedia con tintes dramáticos que como ya hiciera con Movida del 76 (Dazed and Confused) (1993) uno de sus primeros filmes, plantea un ejercicio de nostalgia ambientando la historia en el pasado reciente y haciendo de esto el espíritu del filme , en esta ocasión en septiembre de 1980, aunque, eso si, sin quedarse en la mera recreación retro apta principalmente para quienes vivieron dichas épocas que tanto se estila últimamente en la ficción audiovisual. Everybody Wants Some! Al igual que Dazed and Confused plantea la influencia de los usos, costumbres y sobre todo los ideales de una década concreta en la consciencia de la juventud de dicho momento, en este filme personificada en un grupo de universitarios masculinos a tres días de comenzar el curso académico. Con la circunstancia de que estos muchachos son los miembros del equipo de béisbol de su universidad- no olvidemos que ser deportista en las universidades yankis confiere un estatus especial a los estudiantes ya que se puede decir que ni tan siquiera están obligados a estudiar- y de que al testosterona fluye por los cuatro costados en su chalet compartido no lejano al campus, lo más fácil sería pensar en que el filme estuviese centrado en avatares amoroso-sexuales del grupete, pero si bien esto aparece (ligoteos varios en diferentes ambientes filmados por cierto con una veracidad y un cierto poso simbólico que es la bomba) aquí lo más importante es el proceso de búsqueda de si mismo del personaje destacado dentro de un reparto coral, el novato Jake (Blake Jenner) un chaval que al principio se esfuerza por integrarse con sus nuevos compañeros de equipo-uni y amigos tratándose de adaptar más bien torpemente (aunque finalmente con éxito) a todo un universo comportamental y más o menos cultural y después decidiendo que lo mejor es expandir ese un tanto desmañado y simple universo en el preciso momento que cree encontrar a la mujer de su vida, aún  a costa de temer perder su recién ganada posición y reputación dentro del colectivo. Es este filme por ello una historia de maduración a pequeña escala que no obstante no se queda solo en ello e indaga de una manera curiosa las relaciones interpersonales y los anhelos de la juventud, universales e inamovibles en todas las épocas.

La película combina magistralmente todos los elementos esperables en una comedia coral (gags ingeniosos, diálogos muy trabajados, situaciones desternillantes, algunos personajes muy cómicos) con un poso descreído y amargo que pone énfasis en lo lerda que aún era la peña a principios de los 80 sobre todo en el tema de las relaciones de pareja y en el reparto de roles masculinos y femeninos, haciendo por ello un ejercicio de curiosa presentación de amor-odio a una época del siglo XX  donde la necesidad de encasillamiento (tribus urbanas) era fundamental en el proceso de encontrarse a uno mismo aunque sea solo de cara al exterior. Una curiosa fotografía más videoclipera que ochentera firmada por Shane F. Kelly (el mismo de Boyhood) y una banda sonora con temas históricos de The Knack, Blondie, Devo, Queen y varios hits de la era Disco realzan esta perfectamente ambientada cinta que una vez más señala que la nostalgia en el cine puede ser viable si es bien trabajada.