martes, octubre 16, 2012

El Aparatito Lumiere LO IMPOSIBLE



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De los cineastas españoles con clara vocación internacional surgidos en los últimos diez años Juan Antonio Bayona resultó ser con una sola película -El Orfanato (2005)- uno de los más interesantes y tras aquella pequeña joya del fantástico de gran éxito internacional de crítica y público, Hollywood no tardó en llamar a su puerta aunque ninguno de los varios proyectos que el realizador catalán barajó en lo que debía de ser su debut en la meca del cine llegó a buen puerto. Continuar (al menos de momento) en el cine español podía parecer una decisión desacertada, pero visto el tono internacional y casi hollywoodiense que están adquiriendo muchas producciones españolas con ambiciones (de taquilla), la cosa no debía de resultar tan extraña  y así ha visto la luz el filme que nos ocupa, una ambiciosa superproducción con estrellas internacionales del calibre del reciente Premio Donostia Ewan McGregor y Naomi Watts y una casi total apariencia firmal de lujosa producción USA. Rodada en gran parte en Valencia, esta es una mixtura de drama, supervivencia y cine de catástrofes que no oculta sus ambiciosas pretensiones comerciales gracias a una feroz campaña de promoción y de hecho ya está haciendo unas taquillas espectaculares (ala, se cuadran en 2012 las cuentas del cine español) con el siempre oportuno reclamo de que se trata de un filme basado en un hecho real. La historia nos lleva al tristemente célebre tsunami devastador que tuvo lugar en Tailandia en diciembre de 2004 y que dejó un gran reguero de muertes e irreparables daños materiales, centrándose en la desesperada vivencia de una familia formada por el matrimonio y tres hijos varones de corta edad en lo que pretende ser un canto al poder del amor y los lazos familiares frente a la tragedia. La historia en la que se basa el guión fue vivida por una familia española residente en Tailandia por motivos de trabajo, pero en el film es anglosajona (cuestiones de marketing). Buenas intenciones, si; un punto de partida ambicioso desde el aspecto discursivo como desde el técnico y de puesta en escena, también, pero la película no resulta nada sólida y es un continuo quiero y no puedo en gran parte por un guión irregular y excesivamente sentimental. No se trata de un filme deficiente ya que el esfuerzo técnico, eso sí, es de chapó con unos espectaculares efectos especiales (donde hay muy poco de informática y eso es una buena noticia) y una escenografía impactante en donde destacan los paisajes anegados tras el tsunami y la escenografía de la devastación que literalmente pone los pelos como escarpias    

Si tiene un acierto Lo Imposible, a parte de su poderoso aspecto formal, ese es el centrarse en las consecuencias, tanto físicas como emocionales, del “día después de la tragedia” en lugar de mostrarnos el transcurrir de la catástrofe (que por otra parte duró un suspiro) y sus consecuencias inmediatas. Pero tomando a los Barnes como elemento catalizador de la trama a Bayona se le va claramente la mano a la hora de administrar correctamente el drama: si que es cierto que el elemento humano de la historia esta correctamente reflejado y probablemente sea fiel a lo que la familia en la que se basan los protagonistas vivió en cuanto al plano sentimental (otro acierto), pero no se atina a combinar correctamente el elemento psicológico (la reacción desesperada ante la búsqueda de seres queridos en un entorno de desconcierto y destrucción) con la crónica realista, apareciendo esta última desdibujada y a veces algo impostada llegando a hacer tambalear en algunos momentos la credibilidad de lo que se nos narra. Algún momento brillante en donde se presenta muy bien el elemento anecdótico y naturalista no exento de emotividad hace subir enteros a la narración, pero enseguida hay algo que lo fastidia. Tampoco resulta muy efectivo el incluir un elemento supuestamente poético vago y tópico. Las interpretaciones son excelentes: Ewan McGregor está que se sale con unas cuantas escenas para recordar, Naomi Watts consigue transmitir auténtico sufrimiento y el jovencísimo Tom Holland como el valiente hijo mayor de la pareja es todo un descubrimiento. Pero a parte de los protagonistas, prácticamente ningún otro actor tiene relevancia en la historia, sobrando entre otras cosas la breve intervención de Geraldine Chaplin que no se sabe que puñetas aporta su personaje a parte de su ridículo discurso espiritual-metafísico que desde luego que no pinta nada. Lastrada por su exceso de pretensiones, Lo Imposible no es una gran película, pero podía haber dado mucho más si su director no hubiese tomado tantas concesiones al melodrama más predecible. Una pena. 

domingo, octubre 14, 2012

QUERIDOS MONSTRUOS: PERSONAJES MÍTICOS DEL TERROR (I)



Entre los siglos XIX y XX surgieron en el mundo de la literatura personajes terroríficos y/o monstruosos protagonistas o personajes esenciales de historias cuya finalidad era aterrorizar al lector adentrándole en el mundo de lo inexplicable y del horror, mediante la aparición de una serie de estos siniestros personajes asociados con el mal desde su vertiente sobrenatural. La novela gótica, surgida a finales del siglo XVIII con muchos elementos del romanticismo, fue el género literario donde se gestaron varios de los personajes de ficción hoy considerados en la cultura del siglo XXI como “mitos del terror”, pero fue el cine quien popularizó al Conde Drácula, el Monstruo de Frankenstein, la Momia o el Dr. Jeckyl y Mr. Hyde: gracias en gran medida al séptimo arte los  “monstruos” son todos unos tipos universales del mundo de la ficción de todos los tiempos. Asiste en este viaje terrorífico a las claves y datos esenciales de unos personajes de leyenda    


El Conde Drácula, el vampiro por excelencia

Sin duda alguna, el primer nombre que surge cuando se ha de citar a algún monstruo legendario o personaje de la ficción terrorífica. Drácula es el más famoso vampiro de la historia, un personaje que ejemplifica a la perfección el mito vampírico aunque la ficción sobre chupadores de sangre no sea muy homogénea en cuanto a la caracterización de estos personajes. El aspecto aristocrático, elegante y apuesto con el que se representa al personaje es uno de los rasgos más característicos del mismo, copiado hasta la saciedad en diferentes villanos de ficción creados posteriormente (por que el mal no entiende de clases sociales). El Conde Drácula, así mismo, es uno de los más célebres villanos ficticios de la historia y todo un símbolo del mal: Uno de los personajes más diabólicos y siniestros que concebirse pueda.

El conde Drácula nació como personaje literario en la novela Drácula (1897) escrita por el irlandés Bram Stoker (1847-1912) y que pronto se convirtió en un éxito convirtiéndose en un clásico dentro de varios géneros, subgéneros y movimientos: la literatura fantástica, la novela gótica, la novela de horror y el género fantástico vampírico. De hecho, la novela Drácula es considerada la obra maestra de todos dentro de la ficción vampírica y la obra que ayudo a popularizar dicho género en todo el mundo, no siendo exagerado considerar que gran parte de las obras de ficción de cualquier medio sobre vampiros surgidas posteriormente a Drácula beben de alguna manera de esta inmortal novela. La literatura vampírica surgió propiamente dicha con la novela El Vampiro (1819) de John William Polidori, pero los mitos sobre los vampiros o seres malignos de aspecto más o menos humano (muchas veces personas que regresan de la muerte o que aspiran a la inmortalidad) que se alimentan de sangre databan de tiempo inmemorial. La novela Drácula cuanta la historia de enfrentamiento entre un grupo de personas lideradas por el profesor Van Helsing contra el Conde Drácula, un maligno vampiro de Transilvania que una vez fue mortal,  un noble y hechicero de la edad media en los Cárpatos. Viviendo como un vampiro durante siglos, el codicioso conde consigue viajar clandestinamente en un barco hasta Inglaterra donde comenzará a llevar a cabo sus planes de dominar el mundo al tiempo que consigue inmiscuirse en el círculo de Jonathan Harker, el abogado que viajó a Transilvania para tratar la herencia de Drácula, y su prometida Mina Murray, quienes con un grupo de amigos y colaboradores trataran de hacer frente al vampiro con la ayuda del profesor, médico y experto ocultista holandés Van Helsing.

La novela en parte es una alegoría sobre algunas miserias y deficiencias de la sociedad victoriana (la sumisión de la mujer al hombre, el colonialismo, los privilegios  de las clases altas) pero básicamente es un estudio de cómo sería al encarnación  del mal encarnado en su vertiente fantástica y metafísica, en una persona, convertida en este caso en un ser sobrenatural. En la obra, Stoker representa al Conde Drácula como un anciano noble vestido de negro con alguna característica física monstruosa como orejas puntiagudas y colmillos largos (rasgos tradicionales de los vampiros), aunque a lo largo de la novela y mientras consuma la sangre de sus víctimas va rejuveneciendo en edad. Nada se dice de la capa, el frac y la pajarita con los que se siempre se asocia a Drácula en cuanto a su vestimenta ni del característico peinado que luce en la mayor parte de sus representaciones cinematográficas: esta apariencia del conde como un elegante caballero de mediana edad de cabello moreno tiene su origen en la adaptación teatral que se hizo de la novela en EEUU 1924, obra de Hamilton Deane y John L. Balderston y protagonizada por Bela Lugosi, que sirvió de base para el celebre film Drácula (1931) de Todd Browning, también protagonizado por Lugosi y del que tomarían el canon en cuanto a imagen del vampiro casi todos los filmes siguientes sobre Drácula y cómics, obras de teatro, disfraces, ilustraciones, etc. Bram Stoker se inspiró para crear al vampiro de los Cárpatos a un personaje histórico real,  Vlad III Dracula (1431-1476), príncipe de Valaquia también conocido como Vlad el Empalador, un gobernador de dicha región centroeuropea (hoy en Rumania) conocido en los anales de la historia por su crueldad y sadismo contra sus enemigos, principalmente los otomanos contra los que el Este de Europa se encontraba en guerra en el siglo XV. Su práctica de tortura favorita era, tal y como dice su apodo, empalar a personas vivas, además de dar a muerte a cerca de 100.000 hombres y mujeres. El sobrenombre Dracula lo tomó derivado de su padre Vlad II Dracul (Dragón) ya que ambos pertenecían a una orden secreta de caballeros, los Caballeros del Dragón. Dracula en rumano antiguo significaría “Hijo del Dragón”. Stoker incluyó algunos pasajes biográficos de la vida de Vlad III en la historia de Drácula antes de ser un vampiro, de hecho incluso en la novela el personaje del conde es llegado a considerar el mismo  personaje que el noble déspota rumano de la edad media por personajes como Van Helsing, dejando patente que habría alcanzado la inmortalidad por medio del vampirismo.

Tras la novela, la figura de Drácula se extendió a lo largo de la cultura occidental como el arquetipo del villano sobrenatural y un personaje realmente terrorífico. Muy pronto se hicieron adaptaciones teatrales (ya en 1897, año en el que se publicó la novela) y con la llegada del cine varias adaptaciones cinematográficas: la primera conservada de 1922, la mítica Nosferatu de F.W. Murnau que adaptaba la novela cambiando los nombres de los personajes y las localizaciones lo que le valió una demanda de los herederos de Stoker por “plagiar” el libro. A Nosferatu le siguió el célebre filme de Todd Browning de 1931 al que hemos hecho mención antes. Tanto Nosferatu, como el Drácula de Browning y muchos de los filmes siguientes sobre el vampiro son considerados clásicos del cine de terror de todos los tiempos. Universal Studios a parte del filme protagonizado por Bela Lugosi produjo durante los años 30 y 40 varios  filmes protagonizados o relacionados con el personaje, basados en guiones originales y que ayudaron a expander la fama del personaje. También son célebres los filmes de la productora británica Hammer sobre Drácula en los años 60 y 70, protagonizados todos por Cristopher Lee, para muchos la encarnación definitiva del conde. Desde la década de los 70 se han hecho varias versiones libres de la historia del vampiro o sencillamente películas o incluso parodias en los que esta presente el personaje en historias completamente nuevas algunas ambientadas en el siglo XX, o protagonizadas por parientes, descendientes o personajes relacionados.  Merece tenerse en cuenta Drácula (1992) de Francis Ford Coppola, una fidedigna adaptación de la historia que tal vez sea la mejor de cuantas ha habido (superando incluso al Drácula de Browning o al de Terence Fisher de 1958 con Cristopher Lee), con Gary Oldman encarnado a un Drácula bastante alejada de la imagen presentada en los filmes de Universal o Hammer. A parte de los citados, otros actotes que han encarando a Drácula con aceptables resultados han sido John Carradine, Frank Langella, Jack Palance, Udo Kier o Norman Welsh.

A lo largo de diferentes adaptaciones en diferentes medios, el Conde Drácula ha mostrado varios poderes y habilidades, la mayor parte descritos ya por Bram Stoker y basados en las creencias sobre las atribuciones de los vampiros. Drácula es inmortal y solo suele ser inmune a la luz del día, el agua bendita, o las balas de palta entre otros elementos pudiendo ser además matado clavando una estaca de madera en su corazón. En algunas adaptaciones puede volar y transformarse en murciélago y también es común presentarle con poderes telepáticos, con habilidad de cambiar de forma  y como suele ser habitual en los vampiros, retar a la ley de la gravedad. También puede controlar el tiempo atmosférico. Normalmente extrae la sangre de sus victimas mordiéndolas en el cuello: en algunos casos se transforman también en vampiros en otros se consumen, mientras que Drácula rejuvenece y aumenta su poder.     


Uno de los personajes de ficción más conocidos, el Conde Drácula sigue resultando un personaje fascinante pese a que su omnipresencia en la cultura popular haya simplificado bastante su significación y espíritu. El mito de la inmortalidad y de la sed de poder, simbolizado esto último con el ansia de sangre de las leyendas vampíricas, son los pilares temáticos sobre los que descansa da leyenda del poderoso y temible vampiro transilvano, un mito también con elementos políticos, sexuales y demoníacos que es ya un símbolo del horror.   


El Monstruo de Frankenstein, la criatura incomprendida

Un falso ser humano creado por el hombre, una criatura humanoide hecha de carne de cadáveres que cobra vida, un fallido intento de crear un superhombre, un coloso de aspecto monstruoso que provoca involuntariamente el pánico y que es en realidad una criatura desgraciada. Un humano artificial monstruoso que al final se revelará contra su creador, el causante de haberle dado una vida desdichada. Un relato mítico, en definitiva, que hoy en día continúa siendo una de las historias de ficción más apasionantes de cuantas existen.  La criatura creada por el joven Victor Frankenstein es uno de los personajes terroríficos más sugerentes que existen, tal vez solo superado en popularidad por el Conde Drácula. Un auténtico monstruo de terrorífica presencia que con el paso del tiempo se ha convertido en paradigma del monstruo humanoide, criatura horrible con (bastante) resquicio de sentimiento humano, un ser que no es diabólico ni maligno sino sencillamente ingenuo e incapaz de distinguir el bien del mal. El monstruo de Frankenstein no es un villano como Drácula, el Hombre Lobo o la Momia, sino un personaje odiado e incomprendido a causa de su aspecto monstruoso, un don que el no ha elegido sino su creador, un joven científico que jugaba a ser Dios.

El monstruo creado por Frankenstein es un ejemplo genuino de personaje del género literario del horror gótico, además de ser uno de sus más tempranos ejemplos. Creado en 1818 por Mary Shelley en la novela Frankenstein o el Moderno Prometeo, este personaje en realidad sin nombre (llamado incorrectamente Frankenstein en no pocas ocasiones) ha llegado al status de icono cultural universal y transtemporal a lo largo de los siglos XX y XXI merced- al igual que Drácula- a las adaptaciones cinematográficas que se han hecho de la novela y en especial la que firmó James Whale en 1931. Prototipo del ser monstruoso que deambula en la línea que separa el bien o el mal, el monstruo de Frankenstein no deja de ser un personaje complejo y fascinante por la mezcla de horror y compasión que provoca. Mary Shelley (1797-1851), su creadora, solo tenía 20 años cuando escribió la novela Frankesntein; or; The Modern Prometheus un clásico de la literatura gótica que publicó de forma anónima en 1818 y ya bajo su nombre en 1823. Es muy conocida la romántica génesis de la novela, relacionada con la peculiar y apasionante historia de la escritora y su círculo: un reto en una noche de tormenta en Villa Diodati junto al Lago Ginebra, lanzado por Lord Byron a sus jóvenes amigos y también literatos Percy Bysshey Shelley, su prometida Mary y John William Polidori. Byron propuso una competición para ver quien era capaz de componer el relato más aterrador. Mary escribió entonces su Frankenstein como réplica a ese reto, solo respondido por ella y Polidori, que escribió El Vampiro (para más información sobre la vida y obra de Mary Shelley y el resto de personalidades mencionadas, consultar en este blog el post La eterna sombra de Villa Diodati) La novela, inspirada en las teorías científicas del galvanismo, cuenta la obsesión del joven estudiante de ciencias Victor Frankenstein por crear un ser humano de enorme fuerza, belleza y sabiduría, un superhombre hecho con pedazos de cadáveres que volverían a la vida gracias a la electricidad. El resultado es un gigante de dos metros  cuarenta de altura, piel translucida y aspecto monstruoso que es repudiado por su horrorizado creador, aunque más tarde decide volver a dicho proyecto. Pero el monstruo, ya con vida ha huido del laboratorio e incapaz de distinguir el bien y el mal comete varios crímenes y desmanes. Durante un año de huída, el monstruo consigue madurar en  inteligencia y humanidad y semiescondido de las personas, es consciente de que su monstruoso aspecto provoca el horror de las gentes y le condena a la soledad.  La criatura, que ya es capaz de hablar fluidamente, consigue reencontrarse con su hacedor suplicándole la creación de una compañera, con la promesa de que ambos huirán hacia tierras inhóspitas de Sudamérica. Frankenstein accede a la petición de la criatura pero decide destruir el monstruo femenino inacabado con el gigante como testigo, con la cual este se vuelve definitivamente contra su creador, asesinado a su recién esposa y  persiguiéndole hasta el mismísimo polo norte donde ambos establecerán su confrontación definitiva con el capitán Walton, narrador de la historia contada a él por Victor, como testigo.              

En poco tiempo, la novela de Mary Shelley fue considerada un clásico tanto de la novela gótica como de la literatura romántica, pero la historia aún debía esperar hasta bien entrado el siglo XX para adquirir enorme popularidad. La escritora describe al monstruo creado por el joven Frankenstein como un ser de casi dos metros y medio de altura, ojos vidriosos, labios negros, cabello ralo y dientes prominentes cubierto de costuras y cicatrices fruto del hecho de estar fabricado con piezas de cuerpo humano de diferentes personas. Aunque no muy detalladamente descrito, el aspecto de la criatura debía resultar enormemente monstruoso para el ser humano y los diferentes ilustradores del libro a lo largo del siglo XIX ofrecieron varias versiones de la criatura. En 1910 se realizó la primera versión cinematográfica conservada sobre Frankenstein, y tras otro filme mudo en 1931 se estrenó Frankenstein filme dirigido por James Whale y producido por Universal Pictures (productora de otro clásico del cine sobre mitos terroríficos, Drácula (1931)) que supuso un hito en cuanto fue un filme revolucionario dentro del aún no muy frecuente cine de terror, popularizó definitivamente el mito de Frankenstein y su monstruo y estableció la imagen iconográfica definitiva con la cual se ha identificado al monstruo durante años y años en todo el mundo: el actor Boris Karloff compuso un inolvidable monstruo caracterizado como un ser vestido de traje negro, zapatos grandes, torpes andares (aunque Shelley lo describió como un ser muy ágil),  cabeza con cráneo casi cuadrado, frente enorme, dos electrodos a ambos lados del cuello, y casi mudo. Varios de  los Frankenstein de cine y televisión y casi todos los de cómics, juegos o ilustraciones seguirán más o menos este canon icónico creado por el maquillador Jack Pierce, aunque muchas veces los electrodos se confundiesen con tornillos. La Universal, gran popularizadora del cine del terror  produjo ocho filmes con el monstruo de Frankenstein, aunque solo los dos primeros -Frankenstein y La Novia de Frankenstein (1935)-  inspirados en  la obra de Mary Shelley. Boris Karloff intervino en esas dos películas y en El hijo de Frankenstein (1939), mientras que otros actores como Lon Cheaney Jr., Bela Lugosi o Glenn Strange interpretraron al monstruo para la Universal hasta 1948 con la misma caracterización de Karloff. Otras muchas adaptaciones de la ya inmortal historia se han hecho hasta la actualidad, la mayoría tomándose bastantes libertades o siendo directamente adaptaciones libres o parodias. Hay que señalar que popularmente y en no pocas adaptaciones a cualquier medio se llama erróneamente al monstruo “Frankenstein” al igual que su creador, cuando en realidad su creadora no le otorgó nombre alguno. Otros actores que han interpretado al monstruo han sido Cristopher Lee, Michael Gwynn, Freddie Jones, Michael Sarrazin o Robert de Niro. Ha habido también muchos personajes paródicos del monstruo, como el Herman de The Munsters, ya que el carácter del monstruo lo hace fácilmente satirizable.

El mito del monstruo de Frankenstein ha terminado traspasando las fronteras de la ficción de horror para convertirse en un arquetipo universal de ficción que simboliza el  resultado catastrófico, el ser humano imperfecto que surge cuando el hombre osa a ser Dios y desea crear otros hombres. Ejemplo de personaje rechazado socialmente por su aspecto y que aspira a la integración y a ser amado, la significación de la criatura en la ficción universal es más compleja de lo que pudiera parecer a simple vista. Uno de los primeros seres surgidos de una primigenia “ciencia-ficción” y un monstruo verdaderamente entrañable, se hace imposible concebir la imaginación humana sin el monstruo de Frankenstein.      


El Hombre Lobo, aullidos en la luna llena

Junto con Drácula y el Monstruo de Frankenstein, el Hombre Lobo es el personaje de la ficción terrorífica más conocido de cuantos existen. En los años 30, el mundo del cine de la mano de la productora Universal Pictures se encargó de que la terrorífica historia del hombre que se transforma en una criatura mitad lobo mitad humana en las noches de luna llena penetrase en el imaginario colectivo occidental prácticamente hasta hoy día, de manera análoga a lo que hizo con el vampiro Drácula y con el Monstruo de Frankenstein. La diferencia en este caso residía en que al contrario de los otros dos casos, el hombre lobo no procedía de ninguna obra literaria sino de un mito común en diferentes culturas del mundo a lo largo de la historia: la licantropía, el corpus de mitos y leyendas asociados a criaturas mitad humanas mitad animales (generalmente lobos) fruto en muchos de esos relatos de transformaciones experimentadas por un humano motivadas maldiciones, conjuros u otro tipo de fuerzas sobrenaturales. No obstante, la partida de nacimiento del Hombre Lobo “moderno”  bien la podemos establecer con la película de Universal The Werewolf in London (1935) de Stuart Walker en la que un científico se convierte en un humano “lobuno” al ser mordido por un licántropo, aunque la caracterización del Hombre Lobo “clásico-moderno como un temible hombre de rostro peludo, leve hocico y colmillos corresponde al siguiente filme de Universal sobre el tema licántropico, The Wolf Man (El Hombre Lobo, 1941) de George Waggner con un inolvidable Lon Chaney Jr. como protagonista. Hay que señalar que en cualquier obra literaria, cinematográfica o de otro medio sobre el mito nunca hablamos de un solo personaje llamado “el Hombre Lobo” como lo son  Drácula o el Monstruo de Frankenstein, sino que en cada versión sobre el tema (con bastantes puntos comunes en unas y en otras) el licántropo en cuestión es un personaje diferente con historias distintas unas de otras situadas en variadas coordenadas espacio-temporales. Así mismo, en algunas versiones puede haber más de un hombre lobo ya que estamos hablando de un “tipo de monstruo” o de una condición monstruosa y no de un personaje concreto.    


Los mitos sobre licántropos u hombres lobo datan de tiempo inmemorial (si origen posiblemente sea pre-indo europeo) y de alguna manera u otra han estado presentes en diferentes culturas a lo largo de la historia: romana clásica, germánica, nativa americana, lituana, irlandesa, serbia, escandinava, ucraniana, turca…prácticamente, en las mitologías populares de  todo el mundo y en las hay relatos sobre hombres lobo. Aunque en diferentes lugares el origen y atribuciones de los licántropos varían, como rasgos más  comunes de estos personajes se puede destacar el hecho de que los hombres lobo suelen ser humanos transformados en hombres-bestias por influjo de la luna llena (o por intervenciones mágicas), representación física de estos seres como humanoides cubiertos de pelo, provistos de garras y colmillos de lobo y rostro y orejas similares a los de los cánidos aunque en mayor o menor medida conservando rasgos humanos. En estos relatos siempre  aparecen como criaturas malignas capaces de matar a hombres y animales para saciar su apetito bestial, además de provistos de una descomunal fuerza. El modo en el que un ser humano se puede convertir en licántropo también varía bastante de una cultura a otra así como sus vulnerabilidades o el hecho de que la transformación sea permanente o pasajera (la persona puede volver a su apariencia humana en un momento dado y después volverse a transformar en hombre lobo  o ser un licántropo para siempre, eso sí, sin conciencia humana cuandos e transforma en lobo), no obstante aparece en muchas ocasiones la transformación como fruto de maldiciones o el contagio de la mordedura por otro hombre lobo. Estos mitos guardan clara relación con la consideración ancestral del lobo como el enemigo natural del ser humano (un animal feroz que puede atacar sanguinariamente al ser humano y sus modos de subsistencia, como el ganado) y en el eterno dualismo del hombre y la bestia.

Como hemos dicho antes, aunque ya hubo en el siglo XIX ya principios del XX algunas aproximaciones literarias sobre el tema, el séptimo arte renovó en el siglo XX el mito del Hombre Lobo hasta convertirlo en un estándar de la cultura occidental y en un personaje habitual en la ficción terrorífica. El medio cinematográfico a lo largo de la historia ha recurrido incontables veces al Hombre Lobo y su concepción más habitual es la que se creó con este medio en filmes como The Wolf Man: un hombre normal y corriente que en las noches de luna llena y a consecuencia de alguna maldición (hechicería, la mordedura de otro hombre lobo) se transforma en un fiero monstruo velludo y con colmillos que aúlla a la luna y esta dispuesto a matar por doquier aunque es inmune a las balas de plata. La caracterización de Lon Chaney Jr. para El Hombre Lobo es desde los años 40 la que ha marcado la pauta de la concepción del moderno licántropo en cine, televisión, cómic, literatura, etc. aunque a decir verdad esta imagen ha sufrido variaciones, algunas significativas, en varias revisiones sobre el tema. El filme de la Universal tuvo varias secuelas con el hijo de Lon Chaney repitiendo el papel de Larry Talbot, el más mítico hombre lobo de la ficción, algunas compartiendo protagonista con Drácula y el monstruo de Frankenstein. Posteriormente, otros filmes han actualizado el mito como Aullidos (1981) de Joe Dante, Un Hombre Lobo Americano en Londres (1981) de John Landis o En Compañía de Lobos (1984) de Neil Jordan. En muchas adaptaciones de los últimos 30 años el licántropo en cuestión tiene más características lobunas que humanas cuando no es directamente un lobo normal o criatura canoide y en bastantes ocasiones su aspecto es más monstruoso y bestial que el Hombre Lobo clásico. Otros Hombres Lobo notables han sido Paul Naschy o David Naughton, el inolvidable protagonista de Un Hombre Lobo Americano en Londres . El Hombre Lobo continúa siendo un filón inagotable hoy en día en el campo de lo fantástico y el terror, como lo demuestra la inclusión de licántropos en la célebre saga literaria vampírica Crepúsculo. Un mito del horror que nos habla de la dualidad del ser humano oscilando entre el bien y el mal y del animal que llevamos dentro: nuestra bestia interna 

CONTINUARÁ