viernes, octubre 23, 2009

El aparatito de Lumiere - MOON


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El Primer Premio en el Festival de Sitges y una unánime aclamación de la crítica arropan el inmejorable debut de Duncan Jones, quien firma una fascinante y muy lograda película de ciencia ficción hecha para amantes del género y del cine en general. Más allá de la utilización abusiva de los efectos especiales y del siempre fácil recurso de la acción gratuita, algo muy extendido en los últimos tiempos en el cine fantástico, Moom es una película hermética y pausada, sustentada prácticamente en el trabajo de un solo actor, Sam Rockwell, quien hace un estupendo trabajo. La historia es la crónica de una paranoia espacial, al estilo de Alien (pero sin extraterrestre asesino), y con ecos filosófico-existencialistas herederos de los replicantes de Blade Runner, sin olvidar cierta influencia de 2001 Una Odisea del Espacio, pero sin un ápice de la pretenciosidad metafísica de aquella película. Un escenario, la Luna, en donde en la década de 2010 y ante la falta de fuentes de energía en la tierra el hombre busca extraer su sustento energético; allí el astronauta Sam Bell está a punto de cumplir su solitaria misión trianual de minería lunar, en donde solo goza de la compañía del ordenador parlante Gertie (con la voz de Kevin Spacey, en la versión original). Unas extrañas visiones y la sensación de que hay alguien más en la base lunar, llevan a pensar a Sam que su salud mental está empezando a fallar después de tanto tiempo en el satélite. ¿Qué está pasando?


Con una utilización magistral del factor sorpresa, la película pronto presenta su verdadera naturaleza, la de una historia despistante y sesuda en donde, literalmente, el protagonista se desdobla y con él, el punto de vista del espectador; en definitiva, un prodigio narrativo inarrable. Puede resultar un poco equívoca, pero siguiendo todas las claves y atando cabos, la explicación es sencilla, aunque, los no habituados a la ciencia ficción y a algunos de sus lugares comunes (implantación de recuerdos, intereses de las grandes corporaciones espaciales, hibernación) pueden perderse un poco. Una prometedora opera prima la de Duncan Jones, que dicho sea de paso, es el hijo de David Bowie. Curioso, el primer éxito de Bowie, fue Space Oddity, la historia de un astronauta, el Comandante Tom, que no puede o no quiere salir de su cápsula espacial, la cual termina perdiéndose en el espacio. Una cierta similitud pues con partes del argumento de esta peli, aunque aquella canción era una metáfora sobre las consecuencias nefastas de la droga. Una película recomendable cien por cien y que en muchas ciudades se exhibirá fugazmente, por eso conviene ir l cine a verla cuanto antes.

jueves, octubre 22, 2009

THE GREAT VIDEOCLIP LIBRARY (4). SHEENA EASTON : TELEFONE (LONG DISTANCE LOVE AFAIR) (1983). LA BELLA Y LOS MONSTRUOS

La escocesa Sheena Easton fue una efímera Pop Star de principios de los 80, que gozó de más éxito en EEUU y en varios países de Europa que en el Reino Unido. Pero aunque logró varios discos de oro en USA a principios de los 80, su estrella no brilló mucho tiempo, y ya en la segunda mitad de dicha década, tuvo que relanzar su carrera interviniendo como actriz en la serie Miami Vice, en donde interpretaba a la esposa cantante del detective Sonny Crocket. Su éxito más celebrado, fue con esta canción cuyo vídeo ahora recordamos, y que llegó al número 9 en las listas americanas en 1983.

Pero lo que de esta pegadiza y resultona canción Synth Pop muchos recuerdan es su fenomenal vídeo, rodado en blanco y negro y que rendía homenaje al cine de terror de los años 30. Aquí, la atractiva escocesita, caracterizada de diva del cine de principios del siglo XX, interpreta el tema en la habitación de una gótica mansión mientras recibe la visita de el Monstruo de Frankenstein, el Conde Drácula, el Jorobado de Notre Dame, y finalmente, King Kong. Un video muy bien rodado y con unos actores excelentemente caracterizados de Boris Karloff, Bela Lugosi, y Lon Chaney Jr. en sus míticos alter egos terroríficos. Este vídeo era de la época del Thriller, de Michael Jackson, de allí el oportuno recurso del manierismo terrorífico cinéfilo, y el olvido en el que ha caído con el paso del tiempo es bastante injusto, la verdad.

lunes, octubre 19, 2009

CHAVALES FRENTE A LA AVENTURA: LOS LIBROS QUE LEÍAS



En el del siglo XX surgió un fenómeno editorial dentro de la literatura infantil que se convirtió en algo enormemente lucrativo para autores y compañías editoriales: las series de libros para niños sobre personajes concretos, que comenzó en serio en los años 20 con Just William (Guillermo el Travieso) de Richmal Crompton. Estas colecciones lanzaban uno, dos o haste tres títulos al año o cada dos años y ya las primeras (caso del ya citado Guillermo) tendieron a prolongarse en el tiempo por espacio de décadas y décadas, pese a que los pequeños protagonistas permanecían perennemente en la infancia y apenas crecían. Las primeras series literarias infantiles del siglo XX nacieron en el Reino Unido y Estados Unidos, pero pronto se expandieron y tradujeron por todo el mundo. Los primeros ejemplos de este, digamos, subgénero literario (aunque sería más correcto decir editorial) tenían como protagonistas a niños y niñas traviesos o ingeniosos que pronto se buscaban la complicidad y simpatía del pequeño lector, el cual se enganchaba al personaje y su mundo y deseaba la pronta aparición del siguiente número de la serie para devorarlo con fruición. En la primara mitad del siglo XX, Guillermo el Travieso, o Santa Clara de Enid Blyton (revadora del género literario infantil) presentaban historias cotidianas y costumbristas ambientadas muchas veces en colegios o internados, con mucho humor pero también con cierta intencionalidad didáctica hacia el público infantil. Eran aventuras escritas muy al estilo anglosajón, influenciadas por la literatura infantil de Mark Twain (Tom Sawyer, especialmente) y narradas en diferentes volúmenes, cada uno con una historia sobre el personaje, personajes o entorno autoconclusiva (a veces eran diferentes capítulos-historietas independientes), que lograron embrujar a niños y niñas de todo el mundo y que engordaron las arcas de sus autores y de las editoriales, cuando aún el término de franquicia y los derechos de copyright y sindicación no se habían estandarizado del todo. El rasgo más llamativo era el hecho de que los niños eran los protagonistas absolutos de esos libros, y que todas sus vivencias allí descritas giraban en torno al propio mundo infantil y a su percepción de la vida. No era esto algo nuevo en la literatura para niños, pero la popularización de estos títulos extendió la tendencia en diferentes campos como el cine, la televisión o el cómic. En España, en los años 30 Elena Fortún adoptó el formato de libros serializados para el público infantil con sus personajes de Celia y Cuchifritín.

No obstante, en la segunda mitad del siglo XX las series de libros infantiles experimentaron una significativa “reinvención” con el surgimiento de una nueva línea argumental, que iba más allá de las travesuras o las historias cotidianas: las aventuras vividas por niños. Tomando como inspiración la literatura de aventuras (Haggard, Verne, Salgari) y el género detectivesco (Doyle, Christie) pero enmarcando las historias en más o menos inocentes ambientes infantiles sin la parafernalia adulta de las novelas de eso géneros, tras la Segunda Guerra Mundial, varias pandillas de chavales y chavalas y algún que otro infante por su cuenta y riesgo se lanzaron desde las páginas de los libros a trepidantes aventuras de acción, suspense, detección, aventura e incluso terror. El gran éxito en las últimas décadas del siglo pasado de varias de esas series les otorgó una gran longevidad y un buen número de volúmenes publicados en cada colección, pero sobre todo lograron enganchar a la lectura a un buen número de nuevos lectores a lo largo y ancho del globo, que gracias a estos libros conocieron uno de los más grandes placeres de ser humano: la lectura

Efectivamente, sería imposible hacer un análisis coherente de la literatura para niños y niñas en el siglo XX sin tener en cuenta series de libros de la décadas 40, 50, 60 y 70 tan legendarias y con multitud de lectores como Los Cinco o Los Siete Secretos, de la británica Enid Blyton, Los Tres Investigadores o Los Hollister, creaciones americanas firmadas por varios autores en una misma serie. El nexo de unión de estas colecciones era que estaban protagonizadas por grupos de chavales (amigos, hermanos o primos) los cuales vivían aventuras en las cuales eran peseguidos por delincuentes, descubrían tesoros, visitaban casas fantasma, llegaban a parajes inexplorados o con secretos, investigaban casos detectivescos o ayudaban a los adultos a resolver grandes entuertos. Y todo ello sin la ayuda (o ayuda mínima de los mayores), ello solitos. Este género de los “niños aventureros y exploradores” gozó de gran popularidad en la segunda mitad del siglo XX y fue leído por millones de niños y niñas de diferentes generaciones, los cuales no se cansaban de disfrutar de las andanzas de sus personajes favoritos, chavales como ellos, en las diferentes aventuras que una tras una iban leyendo. ¿Quién que tenga ahora entre 30 y 50 años no ha oído hablar nunca de Jupiter Jones, la Isla Kirrin, el tio Quentin, Shoreham, Timmy,o el rolls de Worthington?. Las antes citadas, tal vez fueron las series de niños aventureros más conocidas, pero también hubo otras muchas hasta la década de los 80, que también trataremos de recordar en este artículo. Así mismo, es justo mencionar la existencia de otras series de libros coetáneas que sin pertenecer exactamente al estilo “aventurero-detectivesco” infantil de las anteriores, como Puck de la danesa Lisbeth Werner. Unas y otras series, protagonizaron la infancia de muchos de lso adultos de hoy, especialmente de aquellos que hoy tienen (tenemos) entre 30 y 40 años, en la época de mayor consumo de productos infantiles, la década de los 80, como consecuencia del Baby Boom ibérico acaecido en la década anterior.

La creación de los libros de niños aventureros corresponde sin duda a Enid Blyton (1897-1968). Esta británica comenzó su actividad literaria en 1922 en el género de la poesía infantil, aunque pocos años después ya comenzó a escribir libros narrativos para niños. Hasta su retirada en 1967 (año en que contrajo la enfermedad de Alzheimer de la cual moriría al año siguiente, la Blyton escribió un total de 753 títulos, todos ellos libros infantiles (narrativa, no ficción, poesía, relatos), con una media de i16 libros al año!. Su vastísima obra es una institución en las letras británicas y sus libros son conocidos en todo el mundo. Es la quinta autora mas traducida del mundo y se calcula que ha vendido más de 600 ejemplares de sus libros, entre los que se encuentran algunas de las series de novelas infantiles más conocidas de todos los tiempos, entre ellas las primeras series de aventureros infantiles de la historia de la literatura: Famous Five (Los Cinco) (1942-1963), Five Find-Outers and Dog (Los Cinco Pesquisidores y el Perro) (1943-1961) y Secret Seven (Los Siete Secretos) (1949-1963). También creó otras similares series como Barney Mistery o The Adventure además de otras de ambiente colegial como St. Clare o Malory Towers o más infantiles como Amelia Jane o los cuentos del hombrecillo de madera Noddy. No obstante, su serie más popular es sin duda Famous Five, conocidos en los países de habla hispana como Los Cinco.

El primer libro de Los Cinco apareció en 1942 y hasta 1963 se editaron 21 volúmenes de sus aventuras, en los que como todo héroe infantil que se precie, apenas crecieron en el transcurso de 20 años. Varias generaciones de pequeños lectores de todo el mundo quedaron prendados de sus aventuras, y bastantes años después de la muerte de su creadora continuaban entre los libros infantiles más vendidos. Su reinado duró prácticamente hasta comienzos de la década de los 90, manteniendo toda su frescura y poder de atracción, aunque hoy en día se calcula que cada años se venden más de 2 millones de ejemplares de los libros de Los Cinco. En resumidas cuentas, la más exitosa serie infantil de libros de la historia.

Los Cinco eran cuatro niños y un perro, los hermanos Julian, Dick y Anne Kirrin, su prima Georgina “George” Kirrin, y el perro de esta, Timmy. Juntos viven increíbles aventuras - siempre en periodo vacacional- explorando cuevas, descubriendo botines, topándose con estancias secretas, aclarando enigmas, desbaratando planes delictivos y ayudando a personas en apuros. En el primer volumen, Five on a Treasure Island (Los Cinco y la Isla del tesoro), los tres hermanos viajan por primera vez a la Isla Kirrin, en donde reside casi retirado su Tío Quentin, un célebre científico, y su familia, a los que Julian, Dick y Anne conocen por primera vez. Georgina, la hija del Tío Quentin y la Tía Fanny, es una chiquita problemática, de más o menos la misma edad que sus primos, que se viste y comporta como un chico e insiste en ser llamada George, y resulta cabezota, temperamental e impulsiva. Pese a las reticencias iniciales entre los primos, al final los tres hermanos y su prima (y Timmy), descubren su pasión común por la aventura, se hacen amigos y cada verano Julian, Dick y Anne viajan a Isla Kirrin para pasar las vacaciones junto a sus tíos, y por supuesto, reunirse con George y Timmy, siempre viviendo diferentes aventuras. Julian, el mayor de los chavales, será el líder de Los Cinco, responsable, valiente y atlético, parece el típico líder inmaculado, a veces demasiado pedante. En el primer libro tiene 12 años, uno más que su hermano Dick y que su prima George. George aparece como el miembro más carismático - y humano- del grupo, siempre problemática pero al final la más templada de todos. Blyton se inspiró en ella misma de pequeña para crear su personaje más personal. Dick era el miembro gracioso del grupo y Anne, la pequeña con 10 años al principio de la serie, la típica niña asustadiza, maternal y delicada a la que el resto de chavales tenía que cuidar, además de ser reticente a meterse en los líos en los que los Cinco muchas veces se metían. Timothy o Timmy, el perro, era el típico can leal que acompañaba a los chavales en todas las aventuras y muchas veces les sacaba de apuros gracias a su fiereza contra los villanos. En pocas series infantiles de este tipo un perro tenía tanto rango “humano” como en Los Cinco, donde era uno de los protagonistas mentados en el título de la colección.

Las aventuras de los Cinco eran entretenidas, inocentes, pero con muchísimo respeto por la inteligencia infantil, de la que estos chavales trataban de ser estandarte. Esta serie y otras de Enid Blyton fueran la principal influencia de otras de niños aventureros/detectives posteriores en todo el mundo. Los libros de Los Cinco fueron editados en el Reino Unido inicialmente por Hodder & Stoughton; en España los editó desde finales de los años 50 la desaparecida Editorial Juventud de Barcelona, que editó la mayor parte de la obra de Enid Blyton en España. Esta editorial continuó publicando la colección de Los Cinco hasta mediados de los 90, y siempre con buenísimas ventas y atrayendo a diferentes generaciones de lectores. Esta editorial, especializada en publicaciones infantiles y juveniles (editaba en España los cómics de Tintín), apenas modificó el diseño original de los libros de los Cinco de finales de los 50, y a los lectores de los años 80 nos parecía un poco rancio, la verdad. Pese al ambiente genuinamente británico de las historias de Los Cinco, a los críos de otros países del mundo no les costó familiarizarse con las campiñas inglesas, los picnics, las costas escarpadas y las ginger beers (cervezas de jengibre). Ese ambiente campestre, lúdico y veraniego que Blyton creó para Los Cinco irá siempre asociado a las los libros de aventuras de pandillas de chavales.
Curiosamente, en algunos países las aventuras de Los Cinco no terminaron en la década de los 60; en Francia, en donde gozaron de gran éxito, se publicaron hasta 25 nuevas novelas de Los Cinco por un tal Claude Voilier, debido a la adquisición de los derechos de los personajes por parte de una editorial francesa. Se editaron entre 1971 y 1984, siendo la mayor parte de ellos traducidos posteriormente al inglés. También ha habido en la década de los 80 varios libros de Los Cinco del tipo de Elige tu propia aventura, además de seriales radiofónicos, tres series de televisión (dos de imagen real y una de animación), cómics y hasta un musical, en 1997.

Enid Blyton también dio luz a otras dos series de aventuras de grupos de niños que también han gozado de enorme fama en todo el mundo, aunque sin llegar a los extremos de Los Cinco. Fueron las ya citadas Los Cinco Pesquisidores y el Perro (Five Find-Outers and Dog) y Los Siete Secretos (Secret Seven). Ambas series coexistieron en el tiempo con Los Cinco, y aunque mantenían similitudes con aquella, también es cierto que en algunos aspectos resultan algo diferentes. Los Cinco Pesquisidores, era una colección de novelas en donde los chavales protagonistas se enfrentaban a casos más policiales y detectivescos que a los que los Cinco hacían frente. El ambiente era más urbano, localizado en la ficticia ciudad de Peterswood, en Buckinghamshire y el tono era más humorístico, y por así decirlo, británico. Los Pesquisidores de marras eran Frederick Fatty Trotteville, el gordito líder, locuaz, ingenioso, inteligente, con don de gentes y as del disfraz, los hermanos Larry y Daisy Daykin, y los también hermanos Pip y Bets Hilton, además del perro Buster, mascota de Fatty. Estos chavales, en especial los hermanos Hilton (vaya premonición), eran más bien de clase alta aunque no resultaban especialmente remilgados, aunque si algo cursis. Fatty tenía dinero para dar y regalar. Los Pesquisidores actuaban más en plan detective y empleaban técnicas de detección y resolución de enigmas propias de novelas de misterio, gracias a la inteligencia de Fatty. Las novelas de detectives fueron clara inspiración para esta serie, y no en vano las 15 aventuras escritas entre 1943 y 1961 todas comienzan con las palabras El Misterio de… Esta serie influyó bastante en otras similares posteriores como la norteamericana The Happy Hollisters. También eran un club de detectives infantiles los Siete Secretos cuyas 15 aventuras se escribieron entre 1949 y 1963 y tras Los Cinco, fueron la serie de misterio de Enid Blyton más conocida en España, aunque yo no leí ninguna de sus novelas, por lo que poco puedo decir. Las aventuras de este grupo de críos (cuatro chicos y tres chicas, aunque acompañados por el perro de turno) se situaban durante el curso escolar.
La moda de los libros sobre niños resuelvemisterios alcanzó a todas partes del globo y llegó a Estados Unidos. Allí nacieron dos famosísimas series que en España gozaron de enorme aceptación y cuyos títulos fueron reeditándose año tras año con el mismo o más éxito en algunos casos que las creaciones de Blyton. En 1953, surgieron The Happy Hollisters (conocidos en castellano como Los Hollister) de los que se editaron 33 volúmenes hasta 1970. Podemos decir que Los Hollister eran la respuesta americana a Los Cinco, aunque sus andanzas eran más detectivescas, más cosmopolitas (se recorrieron casi toda Norteamerica y muchas partes del mundo), más sofisticadas y también bastante ñoñamente yanquis. Los Hollister eran cinco hermanos que en 17 años no variaron sus edades, Pete, el mayor de 12, Pam, de 10, Ricky, de 8, Holly, de 6 y la pequeña Sue, de 4. Los chavales resolvían casos y misterios (muchas veces había varias tramas en un mismo libro) en donde pululaban una gran cantidad de personajes secundarios, tanto aparecidos solo en un volumen, como recurrentes en diferentes libros de la serie. Los diferentes volúmenes de la serie están firmados por Jerry West, en realidad un pseudónimo creado por la agencia Straetemer Syndicate, quien decidió crear esta colección encargando a Andrew E. Svenson la escritura de los diferentes libros y la creación de los diversos personajes y aventuras, inicialmente bajo la supervisión creativa de la propia empresa. Al parecer, Svenson se inspiró en sus propios hijos para crear a los hermanos Hollister. Inicialmente Happy Hollisters fueron publicados por la editorial Garden City para luego pasar a Doubleday, obteniendo gran éxito y siendo traducidos a partir de principios de los 60 a varios idiomas, entre ellos el castellano. La editorial Toray comenzó a publicar en España Los Hollister a finales de los 60 y mantuvo en catálogo los diferentes títulos hasta bien entrados los 80, década en la que todavía sus libros eran de los preferidos entre la población infantil de toda Europa. No obstante, en USA, los Hollister empezaron a languidecer y hoy día ya no reimprimen sus libros en dicho país, como tampoco en el resto del mundo, siendo los rastros y librerías de ocasión los únicos lugares donde uno puede hallar ahora en venta libros de Los Hollister. Una pena, dada la significación sentimental de estos libros para gente que hoy tiene entre 30 y 45 años.

La familia Hollister vivía en la ficticia localidad costera de Shoreham, en un Estado indeterminado. El padre era propietario de un pequeño establecimiento donde se podía encontrar de todo y la madre era la perfecta ama de casa. Los padres muchas veces ayudaban a sus retoños a resolver los casos, de hecho lo “Felices Hollister” se consideraban así mismos una familia de detectives. En los primeros números de la colección, los Hollister se encontraban con la aventura frente a frente, al estilo de los Cinco, pero posteriormente ya resolvían casos casi por encargo, como una agencia de detectives. Los cuatro hermanos mayores, junto con sus amigos Dave, Donna y Jeff montaron a mitad de la serie el Club de Detectives de Shoreham, que en varias aventuras es quien se dedica a resolver el enigma. Las historias de los Hollister parecían propias de serial americano, con subtramas de relleno, personajes “invitados”, alguna anécdota humorística propia de comedia de situación y personajes bastante estereotipados. Pete, el cerebro del grupo, era tan listillo y locuaz (¿Que líder de un grupo de niños detectives no lo era?) que daba asco, Pam era muy marisabidilla también, Ricky un niño gracioso insoportable, Holly una ñoña, y Sue, de 4 añitos, el inevitable elemento entrañablemente humorístico debido a su corta edad y su reducido vocabulario. A ella le correspondía cerrar casi todos los libros de los Hollister con la inevitable frase Punch Line final. Tampoco faltaban los malos de turno, que en este caso eran dos chavales del pueblo que se dedicaban a incordiar a los Hollister, Joey Brill y Will Wilson. Las ilustraciones de Helen S. Hamilton eran curiosamente naives y fielmente encarnadoras del American Way of Life. En los años 70, Toray modificó las portadas de la serie con ilustraciones exclusivas mas estilizadas y con el distintivo color naranja de la parte superior de la tapa

Mucho más auténtica que Los Hollister resultó otra serie americana, The Three Investigators (Los Tres Investigadores), tal vez después de Los Cinco, la pandilla de pequeños aventureros más conocida y leída en todo el mundo. Nació en 1964, cuando ya los chavales creados por Enid Blyton habían dejado de protagonizar aventuras originales, y fueron su relevo natural, pese a las diferencias entre ambas series. Es la colección más prolífica, con 43 títulos originales publicados entre 1964 y 1987, sin contar las 13 novelas de la segunda etapa editorial (¡publicadas solo entre 1989 y 1990!), los 94 títulos publicados en solo Alemania desde 1993 (algunos traducidos al inglés), y los 41 libros de The 3 Investigarors Kid Series, una especie de precuela con los protagonistas con solo 10 años que comenzó en 1999. Estas dos últimas colecciones aún continúan en Alemania, el país en donde estos libros han tenido más éxito.


Como todo el mundo de “taitantos” sabe a estas alturas, el título original de la serie, creada por Robert Arthur, Jr,, era Alfred Hitchcock and the Three Investigators (Alfred Hitchcock y los Tres Investigadores) , ya que su autor pensaba que el nombre del famoso director de cine, que era además uno de los personajes, sería un buen reclamo. El rey de Suspense cobró hasta su muerte una cantidad por derechos de imagen y hoy día es inevitable asociar a Los Tres Investigadores con la figura de Hitchcock, hasta el punto que no pocos creen que fue él el creador de la serie de libros. El papel del cineasta en los volúmenes en los que él aparece - hasta el nº 30, publicado en 1979, un año antes de su muerte - era el de mentor de los tres chavales protagonistas, a los cuales presentaba un caso, le asesoraba a veces durante su resolución y al final de cada libro mantenía una conversación con ellos sobre el transcurso de la investigación. Los libros de esta primera etapa (a partir de 1981 pasaron a llamarse The Three investigators in…) contenían un prólogo pretendidamente escrito por el propio Hitchcock, pero en realidad obra de Arthur y el resto de escritores que se hicieron cargo de la serie, en total cinco en la serie “clásica”. Aunque Robert Arthur dejó la serie en 1969, supervisó las historias y trazó algunos argumentos durante varios años.

¿Y quienes eran los Tres Investigadores? Pues tres chavalotes de sexo masculino de unos 13-14 años que vivían en Rocky Beach, una apacible pueblecillo californiano ficticio no muy lejos de las colinas de Hollywood. En el primer número de la serie, El Misterio del Castillo del Terror, deciden montar una agencia de detectives en toda regla, recibiendo ayuda puntual de Mr. Hitchcock, y especializándose pronto (desde la primera aventura) en sucesos relacionados con lo extraordinario, lo paranormal, o lo terrorífico: momias, fantasmas, esqueletos, y misterios de todo tipo caerán en sus manos, al final descubriendo que tras tales aparentemente extraordinarios sucesos había siempre algún impostor y nada de sobrenatural, aunque también es cierto que muchas veces investigaron casos de robos. Estaba claro que el mecenazgo virtual de Hitchcock era carta blanca para que estos tres teens californianos viviesen aventuras propias del cine de suspense o más bien el de terror. Los 3 investigadores eran Jupiter Jones, el cerebro del grupo, un chaval de gran inteligencia y madurez para su edad, antiguo actor infantil y muy bien relacionado con el mundo del Show Bussiness (por ello conocía a Alfred Hitchcock), Pete Crenshaw, un chico atlético y especialista en trabajos de acción y detección “crime-scene”, y Bob Andrews, un empollón gafoso especializado en búsqueda de documentación y estudio meticuloso de pistas. Los tres tienen su sofisticado cuartel general en un viejo camión cerca del jardín de los tíos de Jupiter, quienes se hacen cargo de la tutela del muchacho, huérfano. Con sus tarjetas de visita con el emblema de los tres interrogantes, los chavales resuelven sus enigmas desplazándose a bordo de un Rolls Royce que Jupiter consiguió en alquiler en un concurso radiofónico, aunque posteriormente los chicos se lo quedarán casi a perpetuidad, con el fiel chofer inglés Worthington al volante.

En 1981, tras la muerte de Hitchcock, los 3 Investigadores tendrán un nuevo mentor hasta el final de la primera serie en 1987, el detective Hector Sebastian, un personaje inventado. En las reediciones norteamericanas de los volúmenes de la “etapa Hitchcock”, las menciones al director se omiten así como las introducciones del director se ven sustituidas por otras “hechas” por Sebastian. No obstante, en España los volúmenes de Alfred Hitchcock y los Tres Investigadores son con mucho los más conocidos y de hecho la mítica Editorial Molino, que se encargo de editar en España las aventuras de los Tres Investigadores desde finales de los 60, siempre obtuvo más ventas de estos 30 primeros volúmenes. Las historias de Jupiter, Pete y Bob eran entretenidas, bien escritas, inteligentes aunque algo previsibles, ya que siempre tenían el mismo esquema. Los tres chavales estaban desigualmente presentados en sus páginas, ya que el carismático Jupiter Jones con mucho era el personaje central y los otros dos, meros comparsas. Prácticamente, todos los elementos de los mitos del terror, de las historias de fantasmas y de lo sobrenatural se dieron cita en estos libros. Cuando se dio el cese de la serie original en 1987, el público de varios países, entre ellos España, donde tuvieron gran éxito en los 70 y 80, estaba perdiendo el interés en ellos y de hecho los últimos títulos de la etapa de Hector Sebastian tuvieron muy poca repercusión. Por ello, la siguiente “temporada” que la ediorial Random House inauguró en 1989 subtitulada The Crimebusters Series (en donde los protas tenían ya 17 años), lazando volúmenes en poco más de un año a la velocidad de la luz, no tuvo apenas éxito en España, ya que los hábitos de lectura de los chavales de la nueva generación eran diferentes a las de sus padres o hermanos mayores. No obstante, el éxito internacional de la serie ha sido masivo, y en países como Alemania son todavía todo un fenómenos editorial, con casi 100 volúmenes originales editados por la editorial teutona Kosmos desde 1993 (10 de ellos publicados en EEUU traducidos al inglés), más de 100 dramatizaciones radiofónicas basadas en títulos de las series americanas y alemanas (algunas publicadas en disco con gran éxito de ventas) más populares que los libros, una serie de 41 libros precuela (The Kid Series), e incluso libros para aprender inglés.

No sería justo omitir en este recuerdo otras series de libros de jóvenes aventureros que llegaron fuera del mundo anglosajon y que a buen seguro forman parte de la educación sentimental de muchas personas de treintaitantos o cuarentaitantos. En Francia nació Los seis amigos (Les six compagnons) (1961-1988), editados España por Toray. En Alemania, en donde este género goza de una gran receptividad surgieron Pakto Secreto (TKKG) (1981- ), que aún continua en el país germano y que tuvieron gran popularidad en la península Ibérica a finales de los 80 . En España los intentos de crear pandillas de jóvenes exploradores patrios no conocieron el éxito, y ni Los Bloc (editados por Juventud a principios de los 70), Diez en acción, y Los Jaguares pasaron de ser nunca una serie B en el género.

Muchas aventuras, muchos misterios que resolver, mucha amistad, muchas páginas, grandes emociones. Eran los libros que leías y con los que creciste.