lunes, febrero 03, 2025

MEMORIAS DE UN CARACOL (MEMOIR OF A SNAIL)

 


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El cine de animación para adultos ha dado muchas joyas a la historia del cine (muchas de las mejores películas animadas de todos los tiempos estaban pensadas y dirigidas para el público adulto), daría para largo enumerarlas, pero en los últimos años no se había estrenado un filme de estas características tan maravilloso como este. Usando la vieja técnica de la claymation (animación de figuras de plastilina), procedimiento que artísticamente casi siempre da mucho de sí, esta producción australiana consigue narrar una historia tierna, cruel, conmovedora, sarcástica, crítica, divertida y sobre todo muy humana que indaga en los más profundos sentimientos y reflexiones sobre el aislamiento humano y sobre todo aquello que hace que como los caracoles nos encerremos en nuestro propio mundo. La soledad y la tristeza pocas veces habían aparecido de manera tan delicada y sutil, con comprensión, sin ambages pero con mucha, mucha esperanza; bajo una perspectiva infantil- la de su protagonista, Grace- pero conectable con todas las edades: de ahí su inmediata sencillez que hace de esta historia, que no escatima en momentos más o menos terribles, una muy grata experiencia. Memorias de un Caracol es un cuento de hadas para adultos del que se sacan muy ilustrativas lecturas. Dirige y guioniza el especialista en animación stop motion Adam Elliot, quien ha realizado un estupendo trabajo en todos los sentidos: técnicamente es impecable (un esfuerzo de producción muy grande realizando un filme de estas características) y su libreto es sensacional y muy trabajado. La nominación al Oscar a la mejor película animada (se merecía alguna más) es uno de los numeroso reconocimientos que ha ido recogiendo esta película.

La protagonista, Grace Pudel, es al inciico de la películauna mujer de treintaytantos años o puede que ya cuarenta) que va narrando su vida a lo largo de loas décadas de lo 70, 80 y 90 del siglo XX: marcada indudablemente por su infancia (como casi todo el mundo), Grace creció en una bizarra y caricaturesca Australia (y el mundo en general) de cómic o de dibujos animados, sin madre desde su nacimiento, con un padre aspirante a ilusionista que devino en un ser fracasado y pelín grotesco pero de gran corazón y volcado con sus hijos que fallece cuando ella y su hermano mellizo Gilbert eran aún unos niños. Muy unida a su hermano, un niño vital e idealista que apira también a ser cómico callejero, pronto se separará d él cuando ambos sean enviados a diferentes hogares de acogida, ocasionando en Grace- ya de por si un ser retraido y muy emocional siempre víctima de bulling - una total tristeza y aislamiento del mundo. El amor de la muchacha por los caracoles- en una concha como ella- y la irrupción en su vida de Pinky, una vital y caótica anciana que será durante mucho tiempo su única amiga harán cambiar algo su existencia, pero siempre habrá dificultades, traspiés y maldad de otras personas. Sería muy difícil describir los muchos matices de sensibilidad y crítica social y antropológica de esta tragicómica historia, es preciso que sean captados cada uno a su manera por el espectador y que el/ella atrapen y sientan todos los mensajes. Imágenes en colores muchas veces tenues en concordancia con lso aspectos más grises de la historia que dan paso en bastantes ocasiones a tonalidades más alegres, un cuidado diseño de personajes que le debe mucho a Tim Burton y variados homenajes que van desde el mundo de la literatura hasta otros aspectos de la cultura pop estén presentes en un filme que burla burlando se ha convertido en lo mejor de lo producido en 2024.


domingo, febrero 02, 2025

THE BRUTALIST

 


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Regresando a un cine de época de grandes dimensiones y con mensaje, The Brutalist ya se ha convertido en una de las mejores películas de 2025 y en un serio candidato para los Oscar. Una inesperada obra maestra que encumbra a su joven director, Brady Corbet (Vox Lux) proyectándole en lo que puede ser una exitosa carrera llena de hallazgos. Con más de tres horas de duración y presentada con una estructura casi de libro- de libro-catálogo de arte- con obertura, dos partes, un epílogo y en el medio un intermedio de quince minutos de descanso (si, como las pelis largas de antaño) cronometrado en la pantalla (trampantojos manierísticos que hacen de este filme una experiencia casi diferente), la película es en sí un drama de superación y lucha personal muy bien contado que pretende además contextualizar y vincular la historia de su protagonista, un ficticio gran arquitecto húngaro llamado László Tóth (Adrien Brody), con los vaivenes y los cambios históricos de la segunda mitad del siglo XX en el mundo occidental. El mensaje de lucha por la afirmación personal contra las dificultades de todo tipo y la guerra entre la honestidad y la codicia recorre esta más que interesante historia cuya intensidad dramática se mantiene constante durante todo el extenso metraje y en donde se logra empatizar al completo con el personaje de Tóth, cuya historia se describe desde 1947 hasta 1980, gracias a la sensacional interpretación de Brody, posiblemente su mejor trabajo desde The Pianist incluso superándolo: una actuación desgarrada para dar vida a un hombre deseoso de volver a alcanzar grandes cotas tras caer en desgracia y en recuperar la felicidad junto con una esposa (Felicity Jones, también muy bien) que se ha convertido tras las penurias de la guerra un ser muy diferente, todo ello mientras combate las contradicciones y las dificultades de su nuevo país de residencia, Estados Unidos, un entorno descrito como hipócrita y egoísta.

Podría decirse que tal y como se presenta The Brutalist es un falso biopic- ahora que vuelven a estar tan de moda los biopics- con una biografía con momentos épicos que tanto gusta al público: László Tóth, húngaro de origen judío que ha sobrevivido a campos de concentración en la II Guerra Mundial- se encuentra en la postguerra en Philadelphia colocado modestamnte como empleado de una empresa de decoración y mobiliario regentada por un primo suyo emigrado a USA años atrás y dejando atrás su pasado como brillante arquitecto de la escuela Bahaus. El golpe de gracia para salir de la pobreza y de empleos precarios y en definitiva de su condición de inmigrante invisible es un excelente trabajo que hace en la biblioteca de un millonario, Harrison Lee Van Buren (Guy Pearce) que no tarda en encargarle un megalómano y ambicioso proyecto arquitectónico al enterarse de su pasado. Todo parece sonrreirle ahora a László, incluyendo el reencuentro con su mujer, otro ser destrozado por una época de injusticia, pero no todo podría ser tan sencillo en los EEUU de la segunda mitad del siglo XX. Las críticas al capitalismo más descarnado y la utilización del talento de als personas en beneficio propio están presentes en todo momento en medio de una puesta en escena de bastante regusto europeo y muchas veces arty y en ocasiones casi experimental -como dijimos, el propio estilo narrativo ya lo es- que en ningún momento se muestra pedante y si podemos decir que esta llena de humanismo y cierto aliento poético. No son pocas las escenas que con o sin diálogos (o incluso sin personas) dan que pensar, conmueven o inquietan. La película consigue ser un buen muestrario de emociones y miedos humanos y una ilustración de como la intolerancia, el orgullo, la avaricia y el odio al diferente pueden ser unas armas letales aunque puedan ser empleados sutilmente: el personaje de Van Buren con un Guy Pearce que ha obtenido una merecida nominación al Oscar a mejor actor de reparto, es la encarnación de todos los defectos de la opulencia americana. Una apuesta muy segura para ir a ver una gran película, The Brutalist es un filme inteligente, diferente y recomendable al cien por cien.