*** y 1/2
Paolo Sorrentino se convirtió hace unos años en el director italiano más internacional y admirado por crítica y público con filmes como Il Divo (2008) o La Gran Belleza (2013) en donde la esencia histórica del cine italiano, desde el neorrealismo hasta la comedia satírica estaba presente casi en modo homenaje pero con señas propias de identidad autorales que lo entroncaban con el cine del siglo XXI. Así, paralelamente el realizador napolitano se adentró con una voluntad más internacionalista en el cine rodado en inglés con estrellas anglosajonas con películas como This Must Be the Place (2011) o Youth (2015) las cuales no tuvieron tanta repercusión en Europa como su cine rodado en italiano lo cual es enormemente significativo. Y es que Sorrentino, cuando como en este película que nos ocupa se viste con los ropajes de retratista metafísico de las esencias culturales y sociales italianas con su poso felliniano (nos vuelve a la cabeza aquel genial pastiche contemporáneo del director de Rimini que fue La Gran Belleza) y crítico-satírico se encuentra como pez en el agua aunque en esta ocasión ande menos atinado; Parthenope es una bonita fábula desarrollada durante 73 años que halla logros en cuanto a conseguir que su personaje central -una bella mujer que intenta encontrar su lugar en un mundo decadente y a veces grotesco condicionada por su desbordante personalidad y su hermoso aspecto físico- consigue adueñarse de todos los recovecos de una historia alegórica, extraña y ambigua pero con encanto pero sin embargo falla a veces al no lograr una cierta credibilidad en su propuesta más allá de l anécdota simbólica y de oscuro relato romántico. Nápoles, ciudad natal del director, es como la Roma de La Gran Belleza, el escenario decadentemente bello y tratado con amor (pero con amplio elemento crítico cargado de burlón cinismo) del relato, un protagonista más que parece condicionar y poseer a Parthenope (Celleste Dalla Porta), una muchacha nacida en el mar en 1950 cuya trayectoria vital se mueve entre el deseo de amar y ser amada, las ventajas de ser deseada por todos, las ansias de ser algo más que una fachada y todo el cataclismo que, consciente o inconscientemente, provoca su relación con los demás. Una historia plenamente mediterránea en donde la imagen cumple un papel fundamental:la faceta de realizador publicitario de Sorrentino se aprecia en una fotografía artística, pulcra, manierista y cuidada obra de Daria D´Antonio y una puesta en escena pictórica -ayudada por la atmósfera costera y azul napolitana- que resulta una delicia.
Celleste Dalla Porta, una joven actriz con brillante porvenir, consigue una Parthenope que logra encarnar las contradicciones de la Italia sureña, una región lastrada por su pasado de pobreza y por multitud de elementos negativos (la poca ambición de sus gentes, la influencia negativa del conservadurismo religioso y un fervor católico a veces desmedido, un trato desfavorable a la mujer en el periodo de postguerra, el poder de la Camorra) pero que como Parthenope, luchó desde el fin de la II Guerra Mundial por salir de la mediocridad: esta alegoría entre la maduración personal de la protagonista y la evolución de una región es lo mejor conseguido en este filme, pero los vericuetos en los que se mete a veces no ayudan a construir una historia poderosa y verdaderamente atrayente. Paolo Sorrentino tal vez se recrea demasiado en su protagonista, un materialización de la belleza mediterránea, y en su afán esteticista su omnipresencia en ocasiones no transmite demasiado aunque la mayoría de las veces Dalla Porta este espléndida. La imaginería surrealista italiana via Fellini se encuentra en curioso momentos en los que lo bizarro hace acto de presencia, en ese sentido su iconografía además del legendario realizador antes mencionado, remite de alguna manera al imaginario del mundo del cómic, concretamente del dibujante de Milo Manara (que también llegó a colaborar con Fellini) y por que no, Alejandro Jodorowsky: las escenas con el estrambótico cardenal encarnado por Peppe Lanzetta, el monstruosamente obeso muchacho hijo del profesor Marotta (Silvio Orlando) o la inquietante diva enmascarada (Luisa Ranieri) son muestras de una iconografía tremendista y surreal. No obstante, la película no deja de funcionar en ningún moemnto como una historia romántica en donde la búsqueda del amor y la felicidad, en su sentido máximo, es uno de los temas fundamentales. Al final, una madura Parthenope (la gran Stefania Sandrelli) hará balance de su vida en un Napoles sin remedio en donde los tifossi de la ciudad parecen a ver encontrado la felicidad total en otra cosa. No tan lograda como en otras ocasiones pero otra estupenda película de Paolo Sorrentino.