domingo, marzo 23, 2025

8

 


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El regreso de Julio Medem siete años después de su última gran película, El Árbol de la Sangre (2017) está resultado atípico en el sentido de que además de esta 8 tiene pendiente el estreno de una película rodada anteriormente Minotauro, Picasso y las Mujeres del Guernica: extraño que al que en los 90 y 2000 fuese considerado uno de los mejores directores españoles (y europeos) le ocurran estas vicisitudes, indicador tal vez de que al industria del cine en España pese a los últimos logros aún tiene sus carencias y de que la figura de Julio Medem ya no tiene ese aura de entusiasmo entre crítica y público que tenía antaño, pese a lo magnífica que resultó su última película. Pero lo que nos interesa es 8, su último filme, un trabajo técnicamente muy bien realizado -casi todo en plano secuencia- con una historia sugerente y con mensaje pero que carece del elemento más o menos sorprendente y arrebatador que ha caracterizado la mayor parte de su excelsa filmografía, una carencia que ya se vio en filmes anteriores como Caótica Ana o Una Habitación en Roma . Esta película tiene un tono de epopeya familiar y de relato histórico (durante 90 años de la historia de España, de 1931 a 2021) similar al de El Arbol de la Sangre en lo que es básicamente la crónica de una historia de amor a lo largo del tiempo al estilo Medem: la de Adela (Ana Rujas) y Octavio (Javier Rey), ambos nacidos un mismo 8 de abril de 1931 en dos pueblos castellanos vecinos quienes sin conocerse de antes y tras algunos encuentros casuales a lo largo de los años terminan estableciendo una relación a la que en un principio parecían no estar destinados por el devenir de sus vidas. El elemento más interesante de esta película es precisamente el paralelismo que se establece a tres bandas y de carácter recíproco entre la historia de España en los últimos años y sus circunstancias, la crítica al carácter cainita del ciudadano español (las dos Españas de Machado que cita el cineasta como inspiración) y por último las relaciones personales y amorosas que a veces y como en el caso de esta película pueden estar influenciadas por las circunstancias anteriores. No hay un tono estrictamente político en esta película sino más bien social y humanista pero que tiene en todo momento presente el contexto histórico. Pero el resultado final de 8, aunque sugerente, a veces emocionante y muy bien narrado se antoja insuficiente para un cineasta como Julio Medem, que vuelve a repetirse a si mismo con sus historias de encuentros y circunstancias casuales y paralelismos, remitiendo claro está a Los amantes del Círculo Polar, Vacas (8 película como aquella está estructurada en episodios), La Ardilla Roja o la ya citada El Arbol de la Sangre. Una pena que Medem no haya querido arriesgar más, aunque sería injusto desdeñar las virtudes de este filme que son varias.

El realizador donostiarra es un tipo honesto que no engaña ni oculta sus cartas en cada filme y se esfuerza en dar a muchas de sus películas un tono aleccionador y didáctico, en este caso en torno a la historia de España (aunque superficialmente y más bien como McGuffin) y sobre todo al aspecto ético de las relaciones humanas hurgando en el origen de los odios, las envidias y en definitiva de la diferencia entre las personas y todo aquello que lleva inevitablemente al conflicto y en última instancia a la destrucción y ala muerte: un mensaje muy interesante en los tiempos que vivimos. El tono del filme es de reconciliación y esperanza, con la fuerza del amor que lo puede todo, personalizado en su protagonistas, un hijo de simpatizante del bando nacional que en un principio se integra en las estructuras del régimen franquista y una hija de republicano que casada en primera instancia con un militar franquista casi por conveniencia terminará buscando la libertad como mujer y como persona con el paso de los años. Octavio, que prefiere la pesca y los estudios de los cauces de los ríos a cualquier complicación política o familiar y Adela, que no se resigna a su papel de ama de casa de clase media-alta, terminarán viendo entrecruzadas sus historias con una multitud de circunstancias de por medio mientras que España va cambiando. No esta anda mal la paeja protagonista- tal vez mejor Javier Rey que Ana Rujas- pese a que muchas veces la historia tengo picos de falta de credibilidad y situaciones demasiado forzadas. Desde el punto de vista técnico poco es reprochable en 8, donde la ambientación de diferentes épocas está muy conseguida y el plano secuencia reserve momentos a veces espectaculares, pero eso si, resultan muy discutibles muchos recursos de iamgen con intención supuestamente poética que en otra época en el cine de Medem hubiesen entusiasmado pero que ahora resultan requetevistos y a veces pedantes. Pero 8 es una buena película que por su tomo e intenciones merece ser vista aunque ya no nos encontremos ante el Julio Medem de hace algunos años . Lo mejor de todo es constatar como el cineasta sigue manteniendo su buen pulso, sus ganas de contar historias con corazón y profundas y su afán de crear hermosas imágenes.

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