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Desde hace tiempo uno de los deportes más seguidos del mundo -pese a no ser precisamente nuevo- el automovilismo y más concretamente la Fórmula 1 ha cogido un espectacular auge con una considerable magnitud de dinero moviéndose alrededor de el por lo que no ha sido raro que se produjese una película que aspirase a ser el filme definitivo sobre la F1, y así ha sido: el propio mundo de la Fórmula 1 ha sido quien ha dado el espaldarazo a este proyecto, una esforzada superproducción que trata de mostrar los entresijos del mundillo de este deporte (en el plano del negocio y en el de la competición) con el veterano cuasi legendario Jerry Buckenheimer en labores de producción y la participación también en esta faceta del campeón Lewis Hamilton, en un filme muy correcto, efectista y comercial que aúna drama e historia de superación, algo muy típico del cine deportivo y por supuesto no se priva de grandes estrellas como protagonistas: Brad Pitt y Javier Bardem encabezan el reparto. Dirige el especialista en acción Joseph Kosinski quien realiza un trabajo muy esforzado e interesante desde el punto de vista técnico -carreras rodadas en algunos circuitos reales (otros no), GPs auténticos como escenario de diferentes escenas, imágenes de carrera trepidantes con cámara desde el monoplaza- en una película que no pasará a la historia pero que tendrá su público y no solo entre los seguidores de la F1- que gozarán de lo lindo- sino entre los entusiastas del cine épico pero con cierta chicha, los degustadores de dramas de superación y, en fin, los consumidores habituales del género de acción.
La aparición de cameos de diferentes automovilistas y personalidades del negocio del automovilismo interpretándose así mismos (Hamilton, Max Verstaapen, Fernando Alonso, Jack Doohan, Lawrence Stroll, Frank Brown y así hasta un sin fin) es un curioso aliciente que indica por supuesto que este es el filme oficial sobre la Fórmula 1 y en ese sentido con la presencia de todas las escuderías existentes, sus esponsors, y las diferentes carreras, da la sensación de que estamos ante un publirreportaje ficcionado del deporte. Y en realidad, así es: no se puede decir que el contexto- que se nos muestra hasta el más mínimo detalle- se coma a al historia pero al fin de cuentas es lo que más brilla teniendo en cuenta además que el guión de et filme es flojo y previsible. Como también es muy tópico el personaje protagonista que encarna Brad Pitt, Sonny Hayes, un ex conductor de F1 cincuentón caído en desgracia tras un prometedora carrera a principios de los 90 y que vuelve a alta competición por petición de un viejo amigo del alma para lanzar a una modesta escudería propiedad de este, Rubén Cervantes (Javier Bardem) y de paso servir de mentor a un prometedor piloto, el joven británico Joshua Pierce (Damson Idris). La relación entre estos tres personajes, con Hayes como vértice, a ratos funciona desde el punto de vista dramático pero no supera lo tópico y lo previsible, y es que la figura del perdedor redimido esta ya muy sobeteada. Hay muy buenos momentos de adrenalina pura en unas careras veristas y emocionantes (no hace falta ser forofo de la F1 Para disfrutar de ellas) y tras una primera parte tediosa la peli va retomando el vuelo aunque al final todo termine según lo esperable. Candidata a hacer buena taquilla en verano y en realidad poco más.
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