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Regresando a un cine de época de grandes dimensiones y con mensaje, The Brutalist ya se ha convertido en una de las mejores películas de 2025 y en un serio candidato para los Oscar. Una inesperada obra maestra que encumbra a su joven director, Brady Corbet (Vox Lux) proyectándole en lo que puede ser una exitosa carrera llena de hallazgos. Con más de tres horas de duración y presentada con una estructura casi de libro- de libro-catálogo de arte- con obertura, dos partes, un epílogo y en el medio un intermedio de quince minutos de descanso (si, como las pelis largas de antaño) cronometrado en la pantalla (trampantojos manierísticos que hacen de este filme una experiencia casi diferente), la película es en sí un drama de superación y lucha personal muy bien contado que pretende además contextualizar y vincular la historia de su protagonista, un ficticio gran arquitecto húngaro llamado László Tóth (Adrien Brody), con los vaivenes y los cambios históricos de la segunda mitad del siglo XX en el mundo occidental. El mensaje de lucha por la afirmación personal contra las dificultades de todo tipo y la guerra entre la honestidad y la codicia recorre esta más que interesante historia cuya intensidad dramática se mantiene constante durante todo el extenso metraje y en donde se logra empatizar al completo con el personaje de Tóth, cuya historia se describe desde 1947 hasta 1980, gracias a la sensacional interpretación de Brody, posiblemente su mejor trabajo desde The Pianist incluso superándolo: una actuación desgarrada para dar vida a un hombre deseoso de volver a alcanzar grandes cotas tras caer en desgracia y en recuperar la felicidad junto con una esposa (Felicity Jones, también muy bien) que se ha convertido tras las penurias de la guerra un ser muy diferente, todo ello mientras combate las contradicciones y las dificultades de su nuevo país de residencia, Estados Unidos, un entorno descrito como hipócrita y egoísta.
Podría decirse que tal y como se presenta The Brutalist es un falso biopic- ahora que vuelven a estar tan de moda los biopics- con una biografía con momentos épicos que tanto gusta al público: László Tóth, húngaro de origen judío que ha sobrevivido a campos de concentración en la II Guerra Mundial- se encuentra en la postguerra en Philadelphia colocado modestamnte como empleado de una empresa de decoración y mobiliario regentada por un primo suyo emigrado a USA años atrás y dejando atrás su pasado como brillante arquitecto de la escuela Bahaus. El golpe de gracia para salir de la pobreza y de empleos precarios y en definitiva de su condición de inmigrante invisible es un excelente trabajo que hace en la biblioteca de un millonario, Harrison Lee Van Buren (Guy Pearce) que no tarda en encargarle un megalómano y ambicioso proyecto arquitectónico al enterarse de su pasado. Todo parece sonrreirle ahora a László, incluyendo el reencuentro con su mujer, otro ser destrozado por una época de injusticia, pero no todo podría ser tan sencillo en los EEUU de la segunda mitad del siglo XX. Las críticas al capitalismo más descarnado y la utilización del talento de als personas en beneficio propio están presentes en todo momento en medio de una puesta en escena de bastante regusto europeo y muchas veces arty y en ocasiones casi experimental -como dijimos, el propio estilo narrativo ya lo es- que en ningún momento se muestra pedante y si podemos decir que esta llena de humanismo y cierto aliento poético. No son pocas las escenas que con o sin diálogos (o incluso sin personas) dan que pensar, conmueven o inquietan. La película consigue ser un buen muestrario de emociones y miedos humanos y una ilustración de como la intolerancia, el orgullo, la avaricia y el odio al diferente pueden ser unas armas letales aunque puedan ser empleados sutilmente: el personaje de Van Buren con un Guy Pearce que ha obtenido una merecida nominación al Oscar a mejor actor de reparto, es la encarnación de todos los defectos de la opulencia americana. Una apuesta muy segura para ir a ver una gran película, The Brutalist es un filme inteligente, diferente y recomendable al cien por cien.
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