jueves, septiembre 08, 2016

CAFÉ SOCIETY




***

Efectivamente, el viejo Woody Allen ya no hace las obras maestras de antaño, pero muchos cineastas ya desearían con más de 80 años y siguiendo el tradicional ritmo incesante de una película por año realizar películas -como siempre- tan bien realizadas, más que correctamente escritas y en definitiva tan solventes como las que va filmando Woody en los últimos años y aunque estén lejos de sus mejores momentos (e incluso aunque de vez en cuando entregue algún pequeño pestiño…pero eso ya son cosas de la edad). En esta ocasión Allen vuelve a la comedia con regusto nostálgico (algo bastante recurrente en su extensa filmografía) fijando sus ojos en los tejemanejes del Hollywood de los años 30 con una historia de amor, enredos y crónica de (tópica pero engañosa) superación personal en un trasfondo de apariencias falsas, corrupción, enredos amorosos, conflictos familiares y el mensaje de que tomar la decisión acertada es algo a veces casi imposible en determinadas circunstancias. Para ello Woody, que aquí solo ejerce de narrador de la historia, recurre con su siempre genial registro de humor costumbrista con su punto caricaturesco a un curioso relato de ascenso social y económico visto desde el punto de vista más humanista que no termina de ser efectivo al cien por cien. La elección de Jesse Eisenberg como joven alter ego de Allen en el papel de Bobby, un muchacho judío neoyorquino que llega a Hollywood para emplearse en el mundo del cine y de la farándula con la ayuda de su tío Phil (Steve Carrell) un influyente pero desastrado personalmente representante de actores, puede que no resulta acertada al cien por cien: si en la primera parte del filme Eisenberg resulta creíble como un joven socialmente torpe pero decidido, en la segunda parte el Bobby integrado en el galmouroso mundo hollywoodiense resulta tópico y plano, aunque esto sea principalmente por que tanto el papel como la historia en ese tramo del filme flojean considerablemente.


El curioso triangulo amoroso ente Bobby, Phil y la secretaria Vonnie (Kirsten Stewart) es el elemento que marca el peso de la trama y en el se encuentran los mejores momentos del filme. No obstante, en su afán por mostrar con todo lujo de detalle visual varios ambientes retro (el glamour de la industria del cine, el Nueva York de los años 30 y sus clubs de la época de entreguerras, el mundo del crimen organizado) Allen se olvida muchas veces del discurrir de la trama e incluso de los personajes: aquí los secundarios resultan a veces un poco tópicos y demasiado caricaturescos, tal es el caso de la familia de Bobby- en donde aparecen algunos estereotipos típicos del director que ya ha explotado hasta la saciedad en otras ocasiones- y sobre todo en el personaje de su hermano gangster. En ese sentido puede que el espectador en ocasiones se vea más atraído por la suntuosa recreación del glamour de las clases más pudientes de los años 30 y por la estupenda fotografía del eterno Vittorio Storaro que por la historia. Pero Woody Allen es mucho Woody Allen y pese a todo, lo sigue demostrando año tras año para disfrute de sus incondicionales.    

No hay comentarios:

Publicar un comentario