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Fue la película triunfadora en el Zinemaldia de Donostia ya puede considerarse la consagración como directora de Alauda Ruiz de Azua, ya que ha firmado un sugerente filme de inusual pero curiosa temática vista a ojos actuales en donde se desgranan las contradicciones y pasiones de la adolescencia, los conflictos familiares y el poder de las convicciones y las determinaciones. La premisa, una joven de 18 años recién cumplidos que decide ingresar en un convento de clausura como novicia en pleno 2025 en un momento historicosocial en donde la iglesia católica ya no atrae a los jóvenes podría indicar que nos hallamos ante una película de corte social con regusto a Ken Loach pero lo interesante es que Los Domingos no se queda solo en en eso: su tema central en el realidad la vivencia intelectual de la adolescencia, esa etapa donde se forjan las conciencias, se adquieren vivencias determinantes y se va fraguando la personalidad. Ainara, interpretada por un jovencísimo valor llamado Blanca Soroa, es una chavala cuyas convicciones religiosas y su profunda fe cristiana se han fraguado no solo en al educación religiosa que ha recibido en su colegio, si no en sus vivencias con su algo disfuncional familia, la pérdida temprana de su madre y la experiencia de su propia personalidad ya autopercepción. Puede parecer ambiciosa y algo compleja esta historia desde su plano psicológico, pero la película más que apostar por el intimismo y la introspección- que la harían pedante e infumable en este contexto- trata de sugerir el mundo interno de la protagonista y todo lo que le le lleva a tomar tal decisión, ante la incomprensión de su familia y de su entorno en un excelente ejercicio narrativo. No estamos ante cine religioso ni filosófico ni mucho menos ni tampoco a ante un filme dirigido al público adolescente, Los Domingos apuesta por ser una cinta de temática universal que muestra la fragilidad de la adolescencia y como esta es maleable y muy influenciable por todo contexto, para bien o para mal, ejercicio que Ruiz de Azua resuelve con solvencia y total credibilidad echando mano del costumbrismo y el psicodrama y logrando un filme honesto y muy interesante.
La película discurre mediante diferentes viñetas que plantean nuevos retos a Ainara en su decisión de optar por una vida diferente a la que familia y amigos esperaban de ella, situaciones que la película plantea casi como experimentos de campo para ver como la joven protagonista reacciona y actúa (puro recurso de la narrativa realista-naturalista tradicional) ofreciendo excelentes momentos dramáticos entre la cotidianidad y el estudio psicológico. La familia de la joven, aparentemente muy unida pero con demasiados sapos tragados en el pasado y resquemores, no parece el mejor contexto ante la situación de la aún dubitativa adolescente, con un padre viudo (Miguél Garcés) superado por todo pese a su aparentemente buena situación económica y que no sabe como manejar la nueva situación, una tía paterna (Patricia López Arnáiz) que descolocada parece descargar toda su ira contra su hermano y una abuela (Mabel Rivera) conciliadora en apariencia pero que parece conocer los verdaderos secretos de su familia. En medio, se encuentra una religiosa, la Madre Superiora de la orden (Nagore Aramburu) que tratará de guiar y encauzar a Ainara en un recorrido que acabará por influir a todos los que rodean a la muchacha. Un original planteamiento del tema de la maduración en una película coming of age de altos vuelos y un excelente ejercicio de drama psicológico.
