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Otro típico caso de película estrenada sin demasiada fanfarria pero que se revela como un gran filme ofreciendo dentro del crudo drama realista social asombrosos elementos onírico y pseudofantasiosos que hacen de su visión una experiencia envolvente y muy grata. Opera prima como director del joven actor Harris Dickinson, quien se reserva un significativo papel secundario en este filme, en un principio Urchin (pordiosero en inglés ) parece presentarse como una obra en la onda de Ken Loach: un joven sin techo y con evidentes problemas de adicciones de nombre Mike (Frank Dillane, un descubrimiento) vaga por Londres en busca de ayuda hasta que un violento hecho le mete en la cárcel; seis meses después con a ayuda de una asitenta social, Mike intentará reconducir su vida consiguiendo un empleo, pero las cosas no salen a pedir de boca en tanto que el muchacho arrastra tras de sí una personalidad difícil, inmadura y poco empática y ni tan siquiera la nueva gente con la que se va rodeando logrará ayudarle en su problemas, los cuales no parece capaz de solucionar por si mismo. Mike no es un personaje amable, ademas de un fracasado es un ser que pone muy poco de su parte y avanza escasamente en su desarrollo personal, pero aún así el espectador puede establecer cierta complicidad con él ya que la película nos muestra su -eso si- honesta lucha interna por medio de situaciones concretas (su intención de mejorar personalmente mediante audios de autoayuda) o muy bien traídas secuencias simbolicas de poso poético que el protagonista ve en su desordenada y enferma cabeza (la visión recurrente de una cueva, la mujer que toca el violín) y que representan sus miedos y la presencia de la fatalidad y la muerte.
La película tiene un tono narrativo muy matizado y lineal concentrado en no excesivo espacio de tiempo y eso nos ayuda a contemplar con mayor detalle la evolución de Mike y sus circunstancias, dando casi siempre un paso hacia delante y dos hacia detrás. Momentos que parece que pueden cambiar la suerte del personaje (la obtención de nuevos empleos, el inicio de una relación con una compa de trabajo) al final no lo hacen en una inteligente estructuración narrativa convirtiendo la crónica de Mike en un relato impredecible y de final muy incierto. La estética realista, más intimista y cálida que cruda, trata de mantener una distancia frente al cine social británico que todos conocemos y parece beber más del viejo Free Cinema de aquel país de hace unas décadas en una visión contemporaneizada en donde los insertos simbólicos, siempre con una estética sobrecogedora y sugerente, parecen dar muchas explicaciones que faltan: como el ambiguo final, que parece mirar a Bergman y al Kubrick de 2001 sin complejos en un múltiple ejercicio narrativo, estilístico y cinéfilo. Este filme no estará mucho en panatalla, por lo que conviene apresurarse a verla.
