**
Para muchos había expectativas óptimas ante esta enésima versión cinematográfica de la inmortal obra de Bram Stoker principalmente por su director, Luc Besson, que hace un año firmó con Dogman su ora maestra en una carrera de más de 40 años, pero ene sta ocasión el realizador galo ha optado por su versión más comercial y autocomplaciente para ofrecer un filme muy irregular aunque con varios elementos de interés que hacen de el un producto vistoso y puede que original aunque de todas todas decepcione a quienes deseen ver un filme terrorífico con todos los items esperables de la mitología del Conde Drácula. De nuevo rodando íntegramente en inglés y volviendo a dar protagonismo a la revelación de Dogman, el norteamericano Caleb Landry Jones quien compone un Drácula histrión a veces pero muy potente y seductor que consigue llevar todo el peso de la historia (esta claro que este actor va creciendo y mucho), esta revisión sin desdeñar elementos de horror dista mucho de ser gótica y es escasamente terrorífica -aún esta reciente el nuevo Nosferatu (2024) de momento la última gran versión al cine de Drácula- apostando por una estética algo engolada e historicista, con un glamour barroco de cómic y una imagen pictórica pero de pegote infográfico que se sirve del anacronismo intencionado para mostrar una imaginería de un siglo XIX (aunque la historia también atraviesa el medioevo en gran parte y los siglos XVII y XVIII) un poco forzada y manierista que resulta a veces en su pretensión autorreferencial y cuasi paródica pero otras chirría por su falta de culminación. En efecto, aay un cierto tono de comedia y un efectivo sentido del humor en este Drácula, que como su título indica se escora al elemento romántico – el ansia por alcanzar el amor inmortal- que subyacía en la historia original y de la que solo Coppola se había ocupado de manera convincente en su adaptación de 1992- y que aquí Besson trata de potenciar quedándose un tanto a medias y sin convencer del todo aunque el esfuerzo se agradece. Se toman demasiadas referencias visuales y de guión con respecto a la versión antes citada(el prólogo en los Cárpatos del siglo XV y con la historia del Príncipe Vlad, que por cierto son de los mejores y más conseguidos momentos del filme) pero al mismo tiempo son muchas las licencias con respecto a la historia de Stoker cambiando nombres de personajes- algo que no es una novedad en las adaptaciones del relato pero que aquí chirría demasiado- y la deconstrucción, reinvención o desaparición de otros, por lo hablar de la inclusión en la trama del elemento del perfume, que realmente no aporta mucho.
Tal vez la película hubiese sido un pestiño sin el concurso de Caleb Landry Jones quien compone un vampiro carismático, romántico y trágico sin perder ironía y sentido del humor en un reparto con tal vez algún error de casting como el de Zoë Bleu en el doble papel de Elisabeta la amante de Vlad Dlacul y de Mina Harker: no transmite la pasión ni el románticismo requerido. Guillaume de Tonquédec, Matilda de Angelis, Ewensn Abid y Cristoph Waltz en el papel de un sacerdote que pretende ser un trasunto de Van Helsing (un guiño a tropos habituales de la ficción terrorífica actual) completan un reparto esforzado que funciona especialmente cunado comparte escena con el protagonista. Un Drácula barroco, ambigüo, enamorado y burlón que resulta eso si muy interesante en una puesta en escena historiada e hiperbólica que a bien seguro hubiera firmado gustoso Ken Russell hace unas décadas. No es una gran adaptación pero puede gustar bastante si se acude a verla sin complejos y partiendo de la premisa de que el ito terrorífico no es la base de la historia
