CALVARY
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Modesto
y honesto drama psicológico-social que esperemos que no pase desapercibido por
el público ya que merece la pena verse. Una crónica de miedo a la muerte, inquinas,
chivos expiatorios, malentendidos, recelos y traumas personales en un pequeño
pueblo irlandés en donde la figura de un sacerdote católico, el padre James Lavelle
(Brendan Gleeson), parece ser la diana de sentimientos de rechazo por parte de
algunos feligreses y vecinos sin que él ni nosotros sepamos exactamente por que
al tiempo que se advierte que esos sentimientos tal vez sean infundados ya que este
cura sexagenario de vocación tardía dedicado a ayudar a sus vecinos no parece
ser una persona particularmente detestable. Una amenaza anónima de muerte en el
confesionario por parte de un feligrés víctima cuando era niño de los abusos
sexuales de un sacerdote desencadena en el Padre James una serie de
sentimientos encontrados durante la semana que transcurre desde la amenaza
hasta el momento en el que el asesino piensa matar al clérigo. Obsesionado en
descubrir entre sus vecinos a la persona que le ha amenazado, el Padre James
pronto se dará cuenta que la aldea costera irlandesa en la que reside no es el
pueblo idílico en el que creía vivir y que sus habitantes viven marcados por la
desesperación, el odio, los conflictos y la apatía. Un descubrimiento que hará
acrecentar su terror a un fatal desenlace.
Sin
grandes alardes técnicos y narrativos y sin gran pompa filosófica ni
intelectual, Calvary pretende ser un drama psicológico sencillo
pero sugerente y lo consigue con creces gracias al estupendo trabajo de Brendan
Gleeson y una interesante galería de personajes secundarios tan creíbles como melancólicos.
No es un filme religioso sino más bien humanista que viene a demostrar como a
veces la injusticia puede triunfar y como el fracaso no merecido es ineludible
si tu enemigo se empeña en ello con todas sus fuerzas. Una película más amarga
que dulce que da que pensar y que demuestra la enorme fuerza de las historias
al límite por sencillas que algunas de estas parezcan.
SELMA
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y 1//2
Ha
tardado mucho la figura de Martin Luther King en ser tratada como Dios manda
por el séptimo arte y ha tenido que ser un producción independiente de mediano
presupuesto la que ha recordado a EEUU y al mundo entero no solo la importancia
de King en la lucha por la consecución de los derechos de la población negra en
EEUU sino también uno de los más significativos y decisivos (y trágicos) acontecimientos
de la historia reciente norteamericana: las marchas pacíficas civiles
promovidas por King entre las localidades del estado de Alabama de Selma y
Montgomery en marzo de 1965 y dentro de ellas el Domingo Sangriento del 7 de
marzo que acabó con brutales cargas policiales que dejaron 67 heridos, además
de varios asesinatos los días anteriores y posteriores de personas negras y
blancas que apoyaban las marchas y la campaña de Martin Luther King en aquellos
días por conseguir normalizar el voto negro en el por entonces racista estado
sureño de Alabama, algo que en realidad era la punta de lanza para conseguir
que los derechos de la población afroamericana fuesen los mismos que los de la
población blanca. La prometedora
directora Ava DuVernay -la primera realizadora negra que ha conseguido colocar
un filme en las nominaciones del Oscar a la mejor película- ha conseguido algo
más que un fresco histórico merced a una exquisita puesta en escena y una
magnífica dirección de actores, todo ello con una estupenda ambientación y un
atractivo poderío visual que trata de homenajear a King y a todos aquellos
(blancos y negros) que hace 50 años lucharon en EEUU por los derechos de la
población afroamericana y por diferentes derechos civiles, en ese sentido es
notable especialmente el cariño con el que la directora trata a sus antepasados
negros y a toda su cultura basada en la religiosidad, la música soul y gospel,
y la lealtad a su gente, así como
subraya con una mezcla delicadeza y de firme denuncia al humillante situación
que aún vivían en un país que se las daba de padre de la democracia moderna.
Martin
Luther King, interpretado aquí curiosamente por un actor afrobritánico, David
Oyelowo (visto en El Mayordomo e Interestellar) aparece aquí como un
infatigable luchador con su punto de debilidad basado en su temor al fracaso,
la incomprensión muchas veces por parte de los suyos y en la dificultad por
mantener una vida familiar normal a causa de las amenazas vividas y los
sinsabores por su activismo político. Es realmente interesante el trabajo de
Oyelowo dentro de un reparto coral repleto de rostros afroamericanos en alza
(Carmen Ejogo- otra actriz británica, encarnando a Coretta King-, André
Holland, Lorraine Toussant, Stephan James, Wendell Pierce, el rapero Common) o
ya más que consolidados (Cuba Gooding Jr., Oprah Winfrey) además de una buena
galería de actores blanquitos (Tom
Wilkinson, Tim Roth, Giovanni Ribisi, Dylan Baker, Martin Sheen). Renunciando a
cualquier estructura de epopeya fácil, la película apuesta por el realismo y la
crudeza con imágenes muchas veces impactantes (la explosión de los primeros
compases del filme, las cargas en el Domingo sangriento, el asesinato de Jaime
Lee Jackson) y un uso eficaz de la violencia tal y como ocurrió aquellos días,
todo ello bajo el prisma de un inteligente filme de memoria y denuncia
histórica, especialmente cuando se trata de plasmar la repugnante actitud
racista de la ciudadanía sureña con la población negra en los años 60 y el
dubitativo y ambiguo papel del gobierno USA en aquellos años, presidido por
Lyndon B. Johnson (interpretado por Tom Wilkinson) y empeñado inicialmente en
que el FBI investigase a King como un vulgar agitador y delincuente. Una
estupenda película tal vez lastrada por un ritmo narrativo incierto y un exceso
de personajes pero que cumple con creces su misión de mantener viva parte de la
memoria histórica norteamericana y además haciendo más que buen cine.
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