lunes, agosto 26, 2019

LA VIRGEN DE AGOSTO


 
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Que bien que directores españoles jóvenes demuestren no ya sólo talento sino originalidad y capacidad para explorar formas narrativas poco convencionales con cierto afán experimentador y que además estas aventuras siempre arriesgadas finalicen en éxito rotundo. Porque Jonás Trueba es un director que se está ganando a pulso y por méritos propios un nombre en el panorama cinematográfico ibérico actual más allá del hecho de ser “hijo y sobrino de” y con su quinto y hasta la fecha mejor largometraje demuestra ser un nombre a tener en cuenta. Una película sin esquema planteamiento-nudo-desenlace, basada en los diálogos, en la escenificación de situaciones concretas y en mínimos arranques narrativos se revela como el vehículo perfecto para contar una historia psicológica y de sentimientos centrada en las vivencias de una joven. Y lo que se nos cuenta no es tampoco cualquier cosa, es ni más ni menos que la aventura de descubrirse a uno mismo y sus propios deseos y objetivos en la vida. Para ello, Trueba y la coguionista-actriz protagonista Itsaso Arana sitúan al personaje central (moldeado al parecer a partir de la propia Arana) en un contexto especial, que es el de Madrid en el mes de agosto, una ciudad casi fantasma donde muy pocos locales se quedan en la villa y corte y abundan turistas y castizas y anodinas verbenas madrileñas. En este curioso contexto, Eva, que acaba de cambiarse  de vivienda, intenta matar el tiempo veraniego y conoce a nuevas amigas, se reencuentra con conocidos a los que había perdidos la pista, intenta retomar la relación con una amiga con la que apenas se veía últimamente, se topa casualmente con su ex, conoce a un chico con el que podría comenzar algo y trata de probar nuevas experiencias. Muchas situaciones y emociones para una mujer que parece querer dejar atrás algo y no sabe como y que trata de encontrar un futuro lleno de esperanza donde ella cree que no había nada. Itsaso Arana se adueña de la función componiendo un personaje simbólico y con un poso poético aunque cargado de naturalismo y cotidianeidad, tal y como es la historia que se nos cuenta, una fábula urbana tan sugerente e identificable para muchos espectadores (especialmente treintañeros y cuarentañeros) como sutil en su simbología.

Trueba y Arana echan mano de Eric Rohmer y de ciertos aspectos de la Nouvelle Vogue para conseguir una película casi documental en donde los diálogos y la puesta en escena parecen improvisados por su naturalismo cuando en realidad todo está dispuesto perfectamente como un mecanismo de relojería para fascinar y conmover al espectador. Sólo con música diegética y un sonido directo con todo tipo de ruidos urbanitas de fondo, las vivencias de Eva pasan ante nosotros mostrando un proceso evolutivo emocional que finalmente lleva a una catarsis que define al personaje y sus objetivos. Un mensaje universalizable disfrazado de crónica generacional (aunque algunos puedan tildarla de tal) que muestra a las claras los propósitos del filme de establecer una visión clara de las relaciones y sentimientos humanos ante la incertidumbre. Un buen puñado de jóvenes y talentosos actores (Vito Sanz, Joe Manjón, Issabelle Stoffel, Mikele Urroz, María Herrador) ayudan a enaltecer un filme que es de lo mejor del cine español en lo que llevamos de año.      

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