jueves, junio 08, 2023

LOS OSOS NO EXISTEN (KHERS NIST)

 

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Jafar Panahi ha seguido dirigiendo contra viento y marea en total y estado de clandestinidad en los últimos años, codirigiendo a veces (Esto no es una película (2011), Pardé (2011)) o por su cuenta y riesgo (Taxi (2015)) mientras entraba y salía de la cárcel y trataba de sortear de estranjis la prohibición que su país, Irám, le impuso de no rodar ninguna película. Tienen enorme mérito por sus más que negativos condicionantes  los últimos filmes dentro de la filmografía del director, que en ningún momento ha dejado de ser el mejor exponente del nuevo cine iraní y que, de nuevo en prisión, sigue luchando por los despreciados derechos humanos dentro de su país por medio de su cine. Y tiene mucho más mérito que puede seguir dirigiendo obras maestras como su último filme, Los oso no existen, en donde se perite experimentar con el lenguaje cinematográfico, la metaficción y el docudrama… con el de protagonista e interpretándose a si mismo.

Esta película nos muestra dos películas: una, la frame story donde Jafar Panahi en una versión digamos que ficcionalizada o no tanto se encuentra en una remota  aldea iraní en frontera con Turquía conviviendo con sus habitantes (estableció un pacto con su anfitrión, Ghanbar (Vahid Mobasheri) y en un principió la convivencia con los demás lugareños no es problemática) y dirigiendo de manera clandestina - por la prohibición gubernamental de dirigir filmes- y telemáticamente una película de docudrama por medio de su asistente Reza (Reza Heydari), que es la segunda historia (aunque con menos metraje en el total del filme): en Teherán una pareja iraní, Bakhtiar (Bakhtiar Panjeei) y Zara (Mina Kavani) quiere huir a toda costa del país persa aunque sea con pasaportes falsos. Así, mientras  Panahi se encuentra de bruces con una inesperada  situación el pueblo que termina por afectarle y condicionarle  y que  además repercute a la convivencia del pueblo y en especial a una joven pareja cuyo matrimonio había sido concertado según las tradiciones locales (y que pronto devendrá en una desagradable situación en donde la situación políticosocial iraní cumple un papel fundamental) los protagonistas de su filme rodado a distancia retarán al cineasta a definir y posicionarse sobre los límites entre la realidad y la ficción cuando todo el embrollo de los pasaportes falsos empiece a complicarse sobremanera para ellos. La responsabilidad moral del narrador y el director de cine en particular es lo que Jafar Panahi trata de plantear en este magistral filme en donde lógicamente la autointroinspección y el apunte autobiográfico cumplen un papel fundamental en un inteligente y más que eficaz juego narrativo y metacinematográfico. El resultado es inmejorable y se peude decir que ha sido debido en gran parte a la propia situación y circunstancia de director.

Panahi se esmera en no solo mostrar su difícil situación y la situación de los ciudadanos de su país (tanto los del entorno rural como los de la capital) si no en enseñarnos como las dificultades aparecen por doquier como algo consustancial del ser humano y como las diversas mezquindades y la intolerancia no ayudan en nada. ¿Hay mensaje de esperanza? Aunque pueda parecer que no, el cineasta apela a la creación como motor de cambio, sea exitoso o no. Realmente, resulta muy complicado establecer un listado con todos los aciertos del filme ya que serían innumerables, pero el espectador se tiene que quedar con que está ante un filme magistral y que debe ser saboreado con entrega y paciencia, así es como se puede disfrutar más.    

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