viernes, enero 02, 2015

El Aparatito Lumiere JAUJA




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Deja una sensación un tanto extraña esta curiosa y fascinante película que parece precisar de la entrega del espectador, algo que no tengo muy claro que en este filme se consiga siempre (al menos en mi caso) pero que de modo alguno no debe impedir admirar un trabajo diferente y muy elaborado pese a su aparente sencillez. El realizador argentino Lisandro Alonso dirige con clase esta coproducción entre Argentina, EEUU, Dinamarca, México, Holanda, Alemania, Brasil y Francia rodada en el primer país casi íntegramente en los paisajes de la Patagonia. Una puesta en escena minimalista y sobria y una parquedad de diálogos guían una historia ambientada a finales del siglo XIX en plena conquista del desierto inhóspito del sur de la Patagonia (la Tierra de fuego), lo más austral de una nueva incorporación a la civilización occidental de la época y por entonces un territorio desconocido y salvaje. Un ingeniero y militar danés, el capitán Dinesen -interpretado por un Viggo Mortensen que da lustre, glamour y obviamente, prestigio a una modesta producción internacional- parece enormemente perdido en el gélido paisaje mientras cumple una misión con varios soldados argentinos en compañía de su hija de 15 años Ingeborg (Viilbjork Malling Agger). La desaparición de esta, presuntamente fugada con un soldado argentino, es lo único que consigue alterar a Dinesen, hasta ese momento absorbido por la parsimonia y el extraño nihilismo con el que parecen pasar los días en el paraje, en donde los personajes parecen atrapados en una especie de universo paralelo en el cual no se espera que pase mucho al menos hasta que lleguen al destino físico al cual se encaminan (que no es  precisamente la tierra mítica de Jauja que hace referencia el título). La adolescente desaparecida en el desierto parece funcionar como una metáfora del poder devastador del espacio y del tiempo, inconmensurable cuando estos se encuentran en su estado más sublime (una llanura extensa y aparentemente infinita en los confines de la tierra y un tiempo que transcurre largamente pero casi sin uno darse cuenta). Así mismo, ciertos guiños a El Corazón de las Tinieblas de Joseph Conrad y su hijo cinematográfico Apocalipse Now de Francis Ford Coppola (ese invisible coronel Zuluaga parece un trasunto de Kurtz) nos recuerda también el poderoso influjo de la naturaleza en el despertar de las pasiones más salvajes, algo a lo que no parecen evitar algunos de los protagonistas de esta historia.


El paisaje de la Patagonia, captado de manera más realista, documental e inmediata que poética por el director de fotografía Timo Salminen, cumple un papel fundamental en el devenir de la narración en un filme en donde lo visual trata de ser un argumento clave. Así, la película poco a poco va tornando de lo real a lo mágico tras una sucesión de imágenes y situaciones cada una de ellas con su mensaje y su aparente clave, pero a veces se presenta confusa y esquiva sobre todo cuando en sus compases finales advertimos lo complejo del relato. El final, abierto a diferentes interpretaciones, pese a que pueda resultar despistante para algunos espectadores no debe obviar el logro de haber conseguido una coda sugerente e inteligentemente ambigua. Con elementos del cine nórdico más sesudo y pausado (la sombra de Bergman es evidente) y el realismo mágico latinoamericano y con un mensaje filosófico tal vez pelín ambicioso y a veces pedante, Jauja es una película extraña pero que merece la pena verse.  

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