martes, marzo 11, 2008

El aparatito de Lumiere - COMETAS EN EL CIELO (THE KITE RUNNER)


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Resulta una grata sorpresa la genial adaptación de la novela de Khaled Hosseini The Kite Runner (titulada en castellano Cometas en el cielo), un best seller internacional con la convulsa historia de Afganistán en sus últimos 30 años como telón de fondo. Esta producción norteamericana, dirigida con convicción y pulso perfecto por el cada vez mas valioso Marc Foster (Monster´s Ball, Descubriendo nunca Jamás), tiene un reparto casi íntegramente árabe, aunque a penas se ha podido rodar en Afganistán y en su lugar muchas escenas han sido filmadas en China. Eso sí, al parecer gran parte del filme ha sido rodado en el dialecto dari, especialmente en las escenas protagonizadas por los dos niños protagonistas, aunque otra parte de la acción (la transcurrida en EEUU) es hablada en Inglés. De todas formas, en al versión doblada en España no vamos a poder apreciar esas diferencias lingüísticas ya que todo ha sido doblado al castellano, cometiendo al misma torpeza que en Babel. La verdad es que deberían cambiar de criterio de doblaje las distribuidoras en filmes multilingües como este.

Cometas en el cielo es una esforzada adaptación cinematográfica que ha conseguido una versión cinematográfica con (mucha) personalidad en si misma. Un drama histórico contado durante 30 años de una manera metaliteraria (su protagonista principal, Amir, es escritor) que mientras trata de reflexionar de los mecanismos del arte de contar historias y del papel del narrador-protagonista, nos va desgranado de una manera muy clara e ilustrativa el drama de un país, Afganistán, humillado por la ocupación soviética desde finales de los 70 y tras el fin de esta, caído totalmente en desgracia por el régimen de los talibanes. La huída, al mismo tiempo de la realidad y del país, es la decisión que toman sus protagonistas, pero dejando atrás engaños y errores. La historia comienza en el Kabul de 1978 con los pequeños Amir (Zekeria Ebrahimi) y Hassan (Ahmad Khan Mahmidzada), dispuestos a participar en el concurso de cometas de la capital afgana, todo un acontecimiento en la ciudad. El primero es el hijo de un rico personaje de la ciudad (Houmadin Ershadi), viudo desde el nacimiento del chaval, y el segundo, el mejor amigo de Amir, es el hijo del el criado de toda la vida de la familia. Amir, un crio sensible y con aficiones literarias, muchas veces es increpado por su apdre pros u cobardía y por su ineptitud para defenderse, mientras que el pequeño Hassan muchas veces es alabado por el padre de Amir por su carácter decidido, lo cual no gusta a su hijo pese a ser su mejor amigo. La peculiar relación entre los dos niños tiene mucho de amo y sirviente debido a que Hassan ha nacido del servicio de la familia, pero la fidelidad de Hassan por Amir tiene mas que ver con la amistad, aunque la condición de servidumbre de la familia de Hassan haga que muchas veces el niño confunda la amistad con la obediencia ciega. Precisamente esos sentimientos de Amir hacia Hassan (entre la envidia y la admiración y la amistad) hacen que Amir cometa el error de eludir al ayuda a su amigo primero, y después el de propiciar su decadencia, confinándole al encierro en el infierno de Afganistán mientras el y su padre se exilian en California ante la llegada de los soviéticos. 20 años después, un Amir (Khalid Abdalla) convertido en escritor sobre la realidad de su país movido por un tremendo sentimiento de culpa tratará de regresar a Afganistán, en busca de al redención y del perdón de su amigo en un viaje lleno de drama interior.
La película juega de forma maestra con material muy sensible y resulta realista en todo momento, con un Afganistán fielmente retratado durante sus 30 años de historia, consiguiendo palmar el drama del país en casi todos sus aspectos. Hay escenas duras y crudas y momentos especialmente dramáticos, que aunque no resultan muy indigestos, si consiguen hacer un nudo en al garganta. No parece una producción hollywoodiense, y esta es tal vez su principal virtud: no hay ñoñería, ni tópicos culturales (que se prestaban muchos) y si existe una elogiable voluntad por ser fieles a la historia real de un país y pro imbuír a la película de un total realismo. Puede que haya algún desliz sensiblero y que la historia se narre de manera un tanto forzada, pero nos e empaña el resultado final. La fotografía de Robert Shaefer, limpia y documentalista, es totalmente apropiada para una historia de estas características, lo mismo que la filmación de muchas escenas en donde destacan los aéreos planos del vistoso concurso de cometas. La música del donostiarra Alberto Iglesias es magistral y muy variada, combinando elementos árabes con otros más líricos y algunos acústico-ambientales: nominación merecida al oscar y el mejor trabajo de Iglesias hasta la fecha. Una película en definitiva espectacularmente emotiva y altamente recomendable.

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