martes, octubre 14, 2014

El Aparatito Lumiere PERDIDA (GONE GIRL)







*** y ½


A medio camino entre el blockbuster comercial y cierta impronta autoral, el cine del astuto pero últimamente algo irregular David Fincher (Seven, El Club de la Lucha, Zodiac, El Curioso Caso de Benjamín Button) casi siempre se ha destacado por su habilidad para provocar la atención y los sentidos del espectador y de lograr el aplauso de la crítica aunque a veces sea a costa de sutiles trampas y concesiones maquiavélicas. Tras las no muy convincentes y oportunistas La Red Social (2010) y el remake yanki de Millenium (2011) la credibilidad del realizador comenzaba a ponerse seriamente en entredicho pero- de nuevo- un inteligente golpe de efecto parece que logrará redimirle y restituirle en el olimpo de los directores norteamericanos más personales de los últimos veinte años. Gone Girl, adaptación de una novela Gillian Flynn, que además firma el guión adaptado, es una película altamente atrayente gracias al empleo de imágenes poderosas y a un guión más  efectivo que efectista al centrar la historia en la introspección psicológica de sus dos personajes principales sin concesiones a los recursos más manidos del thriller psicológico. Porque esta película es algo más que un thriller, es un drama entre social, psicológico y humano con trasfondo de historia negra que cumple y muy bien una función de multicrítica a diversos aspectos de la sociedad actual y de las relaciones humanas contemporáneas: los celos profesionales, la hipocresía de las masas, la alienación y manipulación de la opinión pública por parte de los medios de comunicación, el alto nivel de deterioro al que puede llevar una relación de pareja, el estrecho margen en el que se pueden mover los sentimientos en una sociedad cada vez más deshumanizada…y otros temas más.Las conclusiones a las que se  llega no son muy optimistas, pero la manera de contarlo puede inspirar al espectador no pocas claves que le hagan cavilar sobre ciertos temas. Pero sin comerse la cabeza, es solo una película.

El espíritu de Alfred Hitchcock sobrevuela engañosamente una historia en donde el suspense pronto se queda en nada y en donde el enigma resuelto da paso a un drama tan fascinante como intrincado en un guión lleno de recovecos que más que pistas falsas utiliza tanto la inteligencia como los sentimientos del espectador para ponerse en la piel de los dos protagonistas principales y sus alucinantes circunstancias llevadas al más increíble de los límites en esta historia en donde lo moral ocupa un lugar esencial. Por un lado se encuentra la joven esposa desaparecida, Amy (Rosamund Pike, magistral) una escritora de éxito con curioso trasfondo profesional, ambiciosa y con un extraño comportamiento narcisista que se ha esfumado repentinamente del hogar en lo que parece un caso poco claro, y por el otro a su marido Nick (Ben Affleck), inseguro y superado por una crisis personal y profesional con una relación cada vez parecía perturbarle más y que no se explica lo sucedido. Pronto la investigación policial pertinente sacará a la luz una serie de revelaciones sobre la vida matrimonial de la pareja y Nick comenzará a ser sospechoso de la desaparición de Amy. El entrecruzamiento de dos historias, desde el punto de vista de Nick y desde el punto de vista de Amy dibujará dos escenarios bien distintos el uno del otro en donde uno de ellos parece querer devorar al otro e imponerse como verdad absoluta en un interesante planteamiento narrativo servido por la naturaleza peculiar de la historia. Un alucinante juego de verdadero o falso y una desasosegante dialéctica entre el bien y el mal que producen el más inquietante horror cotidiano ya que somos testigos de cómo se puede hacer el mayor daño posible a otras personas solo con un mero ejercicio de enaltecimiento del ego.


Así, jugando con el thriller y un intrincado estudio psicosociológico, Perdida consigue mantener en todo momento la atención del espectador proponiéndole situaciones que fluctúan entre lo increíble y lo imperfecto (que es siempre lo más real y creíble) que finalmente consiguen una película envolvente pero áspera que mucho me temo que puede ser mal interpretada. Una estética entre documental y arty y una fotografía opaca pero cuidada marca de la casa Fincher realzan formalmente un filme de infinidad de matices que va subiendo enteros conforme avance el metraje aunque los últimos minutos puedan parecer pedantes e impostados aunque eso sí con su inquietante mensaje. Una buena oportunidad para que los amantes de las películas que ofrecen algo más de la habitual aunque sin salirse mucho de lo comercial de  puedan pasar una deliciosa tarde o noche.

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