domingo, septiembre 30, 2018

EL CAPITÁN (DER HAUPTMANN)



 
 
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Pese a que parece que la II Guerra Mundial y más concretamente su transcurso en la Alemania nazi no pueden ya sorprender en el mundo de la ficción- ya bien sea a partir de historias reales o inventadas- se puede decir que aún el filón es inagotable. Y es que aquel fue un contexto en donde se siguen descubriendo historias tan atroces como increíbles, como el caso de Willi Herold, un cabo de las SS que en 1945 en las postrimerías de la guerra y con Alemania a punto de perderla, se hizo con un uniforme de capitán y se hizo pasar unos días por tal cometiendo todo tipo de atrocidades (asesinatos de desertores, escuadrones de la muerte, matanzas de prisioneros en campos de concentración). Una historia truculenta y escalofriante que el realizador teutón afincado en EEUU Robert Schwenke, responsable de olvidables productos de thriller-acción en Hollywood como dos entregas de la serie Divergente- dirige en blanco y negro con clase, tesón y un enorme talento cinematográfico en lo que es su feliz regreso al cine alemán reivindicándose como el prometedor director que era en sus inicios tratando de dejar atrás sus bodrios estadounidenses. El joven actor suizo Max Hurbacher es quien encarna a la siniestra figura de Herold, un muchacho al que la excitación por encontrarse repentina y fraudulentamente en un rango de autoridad mayor junto con la confusión de los últimos días de contienda en Alemania y por supuesto la fascinación por el mal influida por todo lo que contemplaba convirtieron en un auténtico monstruo aunque al fin de cuentas como criminal de guerra hizo básicamente lo mismo que muchos de sus camaradas.

La degradación moral del personaje esta mostrada de manera más bien casual, repentina y anecdótica más allá de cualquier profundo estudio psicológico, ya que esta es una película que trata de ser realista a más no poder con una puesta en escena naturalista y una logradísima ambientación de la época centrada principalmente en el sórdido mundo militar nazi y en sus campos de concentración. De hecho las escenas que se suceden en el campo son realmente escalofriantes por su realismo y por la frialdad de todo su ambiente. La circunstancia de estar rodada en blanco y negro además de añadir dramatismo de carácter atmosférico ayuda de alguna manera a atenuar de manera un tanto inquietante el horror que contemplamos (el rojo de la sangre que se derrama por doquier apenas se percibe) y en ese sentido se ve como la magnífica fotografía de Florian Ballhaus cumple un cometido narrativo además de estético e histórico (las imágenes parecen remitirnos efectivamente a filmes de los años 40). No apta para espectadores sensibles por su crudeza, El Capitán es una lograda descripción de cómo el mal puede destruir roda la humanidad individual de las personas y como cuando lo irracional está en marcha este resulta imparable

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