viernes, diciembre 10, 2021

CAZAFANTASMAS. MAS ALLÁ (GHOSTBUSTERS. AFTERLIFE)

 

* y 1/2

La nostalgia fácil y la mercadotecnia excesiva ha malogrado un esforzado (y comercial, claro) intento por retomar la franquicia Cazafantasmas para la gran pantalla convirtiendo a esta tardía tercera entrega de la saga que se inició en 1984 y continuó en 1989 en un producto totalmente predecible y sin relieve. Aquel bombazo de taquilla a mediados de los 80 cautivó a una generación de jóvenes espectadores con su efectiva aunque maquiavélica mezcla de comedia disparatada y fantasía sobrenatural y su recuperación casi cuarenta años después del primer Ghostbusters dirigido por Ivan Reitman visto el resultado se antoja un ejercicio más bien orientado a los fans históricos de la saga ofreciendo todo lo que se espera aunque eso si con un planteamiento que trata de conectar con una nueva generación de espectadores habituados a la épica fantástica grandilocuente que impera en gran parte del entretenimiento de ficción actual, incluyendo nuevos protagonistas en edad preadolescente y adolescente algo que en teoría debería suponer un giro de cierto calado en cuanto al target habitual de público de estas cintas (aunque es cierto que los productos de la franquicia  Cazafantasmas en los 80 y 90 iban dirigidos a ese público), pero en realidad Ghostbusters Afterlife termina siendo un mero pastiche del universo Cazafantasmas con calcos argumentales del filme de 1984 que lo acercan a una especie de remake inconfeso. Jason Reitman, hijo de Ivan Reitman y hasta el momento con una interesante filmografía concomitante con el cine independiente, parecía el director natural para una película que debía acercar aquel totem del entretenimiento de finales del siglo XX (no olvidemos que dio lugar a series de animación y varios videojuegos) a un nuevo público, pero lejos de mostrar su capacidad como realizador se limita a firmar una cinta comercial del montón.

Con un guión irregular y con muchos agujeros la película pese a todo resulta en algunos momentos entretenida y en sus compases finales hay momentos de acción y adrenalina muy bien resueltos, pero la película no termina de encontrar su tono. No resulta coherente que con un planteamiento (aún más) infantil que las anteriores entregas aquí haya momentos incluso más terroríficos que en aquellas que no resultan aptos para los espectadores más jóvenes, como tampoco tiene justificación el que en su resolución sea un total deja vu del filme de 1984 y que un insólito elemento melodramático en esta serie se desarrolle tan torpe y previsiblemente. Reitman Jr. Eso si muestra también habilidades como director de películas de acción pero a penas hay rastro del socialmente irónico director que es. La jovencísima Mckenna Grace, que encara un rol protagonista, es la verdadera sorpresa de este filme como Phoebe, una cría de 12 años que junto con su madre Callie (Carrie Coon) y su hermano de 15 años Trevor (Finn Wolfhard) encaran en su nueva vida en una granja de Oklahoma elreto de continuar el legado de su padre y abuelo Egon Splegler, uno de los cazafantasmas originales, fallecido en extrañas circunstancias y que parecía tener para la pequeña una importante misión en el nuevo pueblo. Unos nuevos cazafantasmas teen- que además de los hermanos Sengler incluyen a un niño friki apodado Podcast (Logan Kim) y a Lucky (Celeste  O  Connor) una guapa quiceañera interés amoroso de Trevor-   entraran en acción ante una cruenta amenaza sobrenatural con los míticos bártulos de los Ghostbusters rescatados para la ocasión y en ese momento volvemos a la primera película pero con un sentido del amor más ramplón aunque con espectaculares efectos especiales. Estando Ivan Reitman involucrado como productor era esperable que los supervivientes del cast original hiciesen acto de presencia y así ha sido y podemos disfrutar del retorno de Bill Murray, Dan Ayckroyd y Ernie Hudson como los disparatados parapsicólogos en uno de los momentos cumbre de un filme lastrado por su propio afán de contentar al fandom.  

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