lunes, enero 24, 2022

EL CALLEJÓN DE LAS ALMAS PERDIDAS (NIGHTMARE ALLEY)

 

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Tras La Forma del Agua (2017) Guillermo del Toro busca reafirmarse como el excepcional cineasta que es (y que demostró serlo en aquel filme) más allá de mercantilistas productos de encargo que han emborronado su filmografía, un empeño que sigue dando sus frutos y que con este remake del pequeño pero poco conocido clásico de 1947 Nightmare Alley de Edmund Goulding que protagonizara Tyrone Power consigue una nota más que aceptable. Sin llegar a los niveles la película anterior, esta nueva versión de la novela de intriga de William Lindsay Gresham es un thriller psicológico sólido y absorbente, hecho con la emocionalidad característica del director azteca  quien imbuye de personalidad propia a una historia ya contada. Aunque en teoría Del Toro se sale en esta ocasión del género fantástico lo cierto es que aún está presente el tono de ensueño, fabulación e irrealidad de sus mejores filmes pero sin ningún elemento fantasioso en el sentido estricto. El director ha dado con una historia que en su objetivo de enfrentar la verdad con la ilusión -o si se ve de otra forma, la honestidad con el engaño- le ha venido como anillo al dedo para explorar uno de sus  temas favoritos, el de la huida de la realidad por medio de la fantasía (o la invención). Así, mezclando imaginería más o menos bizarra encarnada aquí por el mundo de los feriantes y sus espectáculos, y recursos estilísticos del cine negro de los 40 todo ello bajo un prisma estilístico barroco y estilizado marca de la casa del director, esta nueva Nightmare Alley es una película sólida y a ratos alucinante que además consigue ser un thriller psicológico de gran nivel. Es posible que a la película le falta culminar varios momentos y que muchos personajes podrían dar bastante más de si, pero su excelente pulso narrativo y su vistosa puesta en escena  son argumentos suficientes que consiguen alzarla como mucho más que un filme del montón.

Los curiosos personajes del filme son los que dan alma a la historia, una crónica de engaños, fraudes, romances y falsos poderes extraordinarios que muestra algunos de los lados más oscuros de la condición humana. Su complejo protagonista desde el primer momento se nos presenta como un antihéroe o más bien como un villano encubierto: Stanton Carlisle  (Bradley Cooper), un oscuro sujeto que parece haber cometido un crimen consigue de casualidad un trabajo en un espectáculo de feria ambulante en la América de principios de los 40 en donde traba amistad con su peculiar fauna de freaks, enanos, forzudos y charlatanes varios y sobre todo con Molly Cahill (Rooney Mara) una joven que se exhibe como controladora de corrientes eléctricas, Clem Hoately (Willem Dafoe) el director del espectáculo, y con la supuesta vidente Zeena Krumbein (Toni Collette) cuyo espectáculo de adivinación le fascina. Dispuesto a sacar tajada en ese mundo, Stanton aprenderá los trucos de la falsa videncia y eso le llevará a tener su propio espectáculo y a ser considerado como uno de los más afamados adivinos de EEUU. Una inquietante psicóloga, Lilith Ritter (Cate Blanchett) se interpondrá en sus ambiciones utilizando sus potencialidades como charlatán farsante pero también sus debilidades y oscuros secretos de su pasado.      

La película navega entre varias temáticas y recursos estilísticos pero nada resulta incoherente ni impostado en ningún momento. Puede que la forma supere al fondo en no pocos instantes (mucho manierismo estético, más atemporal que propio del Hollywood clásico) y que muchas veces uno se quede con las ganas de que le cuenten algo más, pero el guión adaptado que firman el propio Del Toro y Kim Morgan consigue ser sorprendente y a ratos sobrecogedor. Se perciben más influencias de Todd Browning o incluso de Hitchcock que en la primera versión lo cual es también un aliciente cinéfilo. Y es también una buena noticia para los amantes del buen cine que Guillermo Del Toro este por fin demostrando todo su potencial.

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