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Es cierto que Robert Zemeckis nunca ha sido un director fuera de serie, lo suyo más bien siempre fue ser un hábil realizador de cine comercial -un discípulo aplicado de Spielberg, su amigo y mentor en los inicios de su carrera a finales de los 70 y en su despegue a mediados de los 80- con su momento de gloria (Forrest Gump, 1994) pero ya decididamente bastante perdido desde hace 20 años con una buena lista de filmes mediocres bastantes de ellos de animación motion capture. Ha sido precisamnte ese cierto afán de innovación tecnológica que ha mostrado el veterano director durante buena parte de su carrera lo que le ha llevado a dirigir este formalmente arriesgado filme desarrollado casi en su totalidad mediante una toma y que parte en cuanto su argumento de una premisa muy sugerente, la de contar una historia durante un larguísimo periodo de tiempo- pretende tener una perspectiva histórica de cientos de años pero la narración básica comienza poco después del fil de la II Guerra Mundial- siempre desde el mismo mismísimo espacio, que es la habitación de una gran vivienda en el estado de New Jesey construida a principios del siglo XX y ocupada por diversas familias. Here es en realidad una adaptación de un cómic de culto obra de Richard McGuire que mediante la potencialidad del lenguaje viñetero y de la yuxtaposición visual que permite el noveno arte trazó una curioso retrato de la historia estadounidense y la evolución de la vida doméstica y urbana en USA, y Robert Zemeckis ha querido demostrar que el cine también puede sacar potencialidad a los mismos recursos estético-narrativos: lo ha conseguido, si, y ha hecho un filme muy interesante que sin embargo no llega a tener un despegue absoluto ni termina de ser enteramente convincente tal vez por lo demasiado ambicioso de su propuesta. El director ha convertido a este Here cinematográfico en una sugerente historia familiar llena de honestidad y de muy agradable visión pese a sus irregularidades. Puede que se trate de la mejor película de Zemeckis en lo que va de siglo, un filme mucho más honesto que trabajos pretéritos del realizador aunque tal vez con cierta premeditación el creador de Marty McFly y Doc Brown haya cogido prestado el Delorean de su criaturas y haya regresado al pasado para reencontrarse con el cine familiar de los 80-90… y con Tom Hanks, Robin Wright y el guionista Eric Roth (los tres de Forrest Gump)
La enésima colaboración Hanks-Zemeckis ha resultado ser de nuevo efectiva con un intérprete que consigue credibilidad como el personaje central del filme, Richard Young, al que encarno de los 18 a los 78 años, en sus primeros años y al igual que una entonada Wright, luciendo un “maquillaje” digital rejuvenecedor, un recurso de efectos muy logrado que junto con otras audacias visuales (multipantallas superpuestas para señalar los cambios en el tiempo de la casa, reconstrucción digital del espacio pre-casa incluso en la época prehistórica con dinosaurios incluidos) constituyen algunos de los mayores atractivos del filme. Es precisamente la crónica de la familia Young, desde 1945 hasta la actualidad, la que es realmente la esencia narrativa del filme aún contando una historia mínima y sin especial relevancia como es el de una familia media americana con dificultades de diversa índole -matrimonio y paternidad tempranera del hijo mayor, una joven pareja que por diferentes dificultades no puede abandonar la vivienda de los padres de él, enfermedad de la matriarca, un abuelo pesimista y lleno de preocupaciones, la frustración laboral y vital de Richard- pero precisamente está en su sencillez el encanto de la narración de la película, reforzada por la cuasi teatral unidad espacial; no obstante las historias de los ocupantes anteriores y posteriores de la vivienda (la película no sigue una narración temporal lineal) y los momentos de contexto histórico con una pareja de indígenas americanos y el mismísimo Benjamin Franklin y su descendencia en realidad no aportan mucho en la historia propiamente dicha más que aveces una anécdota un poco estrambótica pero, eso si, ilustran con cierto encanto y originalidad el influjo de la historia americana en todo acontecimiento, situación y época en EEUU.
Paul Bettany (excepcional) y Kelly Reilly como los padres de Richard, David Fynn y Ophelia Lovivond como la liberal pareja de inventor y modelo que vivían en la casa a principios de los 40 y Gwilym Lee y Michelle Dockery como el matrimonio habitante a principios del siglo XX completan un reparto eficaz aunque algunos personajes parezcan un poco forzados. Cine de entretenimiento entre la comedia y el drama, con pocas pretensiones pero con ganas de dejar un cierto mensaje vital de calado -aunque a veces de abuse del almíbar, todo hay que decirlo- que el público agradecerá y que demuestra la habilidad de un director que nunca ha sido un grande pero que siempre ha tenido oficio y profesionalidad.
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